Aunque en 1969 dejó de ser un fabricante independiente al ser absorbida por el Grupo Piaggio, Gilera es una de las referencias históricas más importantes para el motociclismo italiano al haber sido fundada en 1909. Así las cosas, cuando cumplió medio siglo de existencia decidió celebrarlo por todo lo alto presentando una nueva gama de modelos equipados con un motor monocilíndrico de nuevo cuño.
Gracias a ello, en 1959, nació la gama Giubileo. Llamada a remplazar a la anterior panoplia de opciones con cilindradas de 125, 150 y 175 centímetros cúbicos ésta tuvo como punta de lanza a su modelo más escueto con tan sólo 98 centímetros cúbicos. Y es que, al fin y al cabo, el mercado italiano de la época se comportaba muy bien con los segmentos de acceso puesto que, aun habiéndose iniciado ya la popularización del automovilismo, las motocicletas de baja cilindrada seguían siendo una opción ideal para la movilidad diaria en radios cortos de kilometraje.
Asimismo, la aparición de la juventud como potencial compradora -algo antes desconocido, sólo aparecido a raíz de la popularización del consumo y la proliferación de las llamadas clases medias- daba a estas opciones con menos de 100 centímetros cúbicos una magnífica salida comercial; más aún si, como fue el caso, en conjunto podían ser adaptadas con cierta facilidad a las cada vez más frecuentes pruebas Off-Road -en Italia organizadas bajo el nombre genérico de Regolarità-.
Respecto a la Gilera Giubileo 98 hay que señalar cómo partía de un chasis totalmente nuevo -tan ligero como robusto- al tiempo que la mecánica se vio actualizada respecto a las gamas anteriores no sólo gracias al monocilíndrico de cuatro tiempos y 5,8 CV a 7.000 rpm, sino también por el embrague multidisco bañado en aceite.
En suma, una base perfecta para las pruebas de resistencia Off-Road como bien demostraron las unidades preparadas por la marca para su propio equipo oficial. Además, gracias al éxito comercial de la 98 al poco aparecieron versiones con cilindradas de 124, 175 y 202 centímetros cúbicos. Todo ello para estar presente en los concesionarios -con actualizaciones como la incorporación de las cinco velocidades en 1966- hasta 1970. Un éxito sin paliativos.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS