La Gimson LSA – junto a su evolución RA – es una pieza tan extraña como perseguida por los coleccionistas de la marca. No en vano, este ciclomotor con ambiciones de Motocross cuenta con el fetiche de representar el último diseño de la misma. De hecho es el último de la última etapa escrita por esta denominación comercial con un periplo, al menos, difícil de rastrear en ciertos momentos. Pero vayamos al comienzo de esta historia. Así las cosas, deberemos situarnos alrededor de los años treinta del siglo pasado. Fechas en las que un relojero proveniente del sur de Francia dio los primeros pasos de Gimson ofreciendo bicicletas.
Un producto perfecto para la movilidad personal en tiempos donde la población apenas podía acceder al consumo de masas, quedando el uso de la motorización como algo reservado a las clases acomodadas o la producción industrial. Sin embargo, a mediados de los años cincuenta la situación había cambiado bastante. De esta manera, velomotores, ciclomotores y motocicletas turismo empezaron a desplazar a la propulsión a pedal al tiempo que la economía española se capitalizaba al ritmo de inversiones y patentes extranjeras. Un contexto en el que aparecieron multitud de marcas enfocadas al mundo de las dos ruedas. Especialmente si hablamos de todo lo relacionado con las cilindradas inferiores y las exenciones fiscales aparejadas a las mismas.
Así las cosas, a mediados de los años cincuenta Gimson – que seguía siendo una empresa familiar – lanza sus primeros ciclomotores gracias a implantar motores Gamo sobre chasis de fabricación propia entre los cuales llegaron a existir modelos de chapa estampada como el Sport. No obstante, la llegada de los setenta afectó de manera mortal a los ciclomotores Gimson, incapaces de gestionar las consecuencias de la Crisis del Petróleo y, especialmente, la apertura del mercado español a la voraz competencia protagonizada por las eficaces y económicas marcas japonesas. Ni más ni menos que el mismo contexto de sentencia que acompañó a otras tantas casas motociclistas como OSSA, Montesa o Bultaco.
Aunque cerró su fábrica a finales de los setenta en medio del marasmo producido por la apertura del mercado a las empresas extranjeras, Gimson vendió los derechos de fabricación a unos talleres de Murcia para empezar así una nueva época en su gama
Gimson LSA, el último diseño de la segunda época
Aquejada por el panorama de reconversión vivido en los setenta, Gimson llegó a cerrar su fábrica en Figueres tras un breve periodo gestionada en forma de cooperativa con las bicicletas como única oferta en su gama. No obstante, pasó algo verdaderamente inesperado. Y es que, desde El Palmar – Murcia – un pequeño taller se mostró interesado en adquirir los derechos de fabricación de los ciclomotores Gimson. Algo verdaderamente atrevido para la época, especialmente si tenemos en cuenta cómo esto no se hizo para rescatar una denominación comercial de nicho sino una oferta popular que tenía las de perder frente a las más extendidas y masivas marcas japonesas.
Llegados a este punto, la presencia de ciclomotores Gimson regresó al mercado en 1983 con modelos urbanos de estética joven como el Nevada. Algo a lo que se añadieron algunas monturas camperas, siguiendo la estela abierta en la marca durante los setenta gracias al TT Canigó o el Jumper Cross. Dos ciclomotores con evidentes habilidades para el mundo del Cross y el Trial, los cuales venían a hacerse eco del enorme éxito comercial representado por las Puch Minicross y Derbi Cross.
Dos diseños indispensables para el motociclismo ibérico de los setenta, creados en base a la creciente afición registrada entre los más jóvenes por el mundo del Motocross. Así las cosas, los años ochenta no vieron en absoluto la desaparición de aquella moda sino su plena implantación en el mercado a través de distintas cilindradas. Por ello, Motomur Motos del Sureste S.A – la empresa que había adquirido los derechos de Gimson – lanzó hacia 1988 el Gimson LSA. Un ciclomotor de Cross la verdad bastante aparente, dotado de un motor monocilíndrico de 49 centímetros cúbicos refrigerado por aire.
Tener un ciclomotor con ambiciones de Motocross resultaba algo muy importante si se quería estar bien posicionado en el mercado de bajas cilindradas, algo que quiso llevar a cabo este modelo con dos tipos de refrigeración
Eso sí, en su primera generación. Ya que al poco tiempo la Gimson LSA RA – Refrigerado por Agua – incluyó el agua para controlar la temperatura del motor, provocando además cambios visuales como el registrado en el lateral derecho del depósito, donde se aloja de forma un tanto abrupta el lugar reservado para almacenar dicho líquido. Finalmente, en 1990 su puso fin a la producción de las Gimson murcianas dando carpetazo a aquella segunda vida de la empresa en origen catalana. De todos modos, veremos a ver. No en vano el panorama motociclista del sureste es resistente como ha podido demostrar la resurrección de Setter en Elche. Estaremos pendientes.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS