En las primeras décadas del siglo XX, Henderson fue una de las grandes marcas de motocicletas que sacudió la escena estadounidense. Esta marca era especialmente conocida por sus bloques de cuatro cilindros refrigerados por aire, con un alto nivel de refinamiento a la par que elevadas velocidades de crucero, algo así como los Cadillac de las motos del otro lado del charco hasta que cerró la fábrica en 1931.
Fue en 1912 cuando los hermanos William y Tom Henderson fundaron esta empresa en la época dorada del mundo del motor, cuando se empezaba a experimentar y desarrollar. La producción inicial se basaba en motocicletas rápidas que hacían las delicias de las fuerzas del orden. Eran “ligeras”, potentes y rápidas para lo que se estilaba en la época. Desafortunadamente, la Gran Depresión se llevó consigo a numerosas empresas y vidas por delante, incluyendo Henderson Motorcycle.
La Henderson Streamliner se basaba en la Streamline KJ de 1930, siendo modificada de forma completamente artesanal por Sr. Orley Ray Courtney, un destacado artesano carrocero de la época del Art déco. Una motocicleta de diseño orgánico a más no poder que no vio la luz hasta 1935 y buscaba la máxima eficiencia aerodinámica, así como una comodidad de conducción envidiable a las mejores motos de la época.
A primera vista, no parece una moto. Todo está cubierto por paneles con forma de gota de agua que nos impiden ver las ruedas o el bloque propulsor, recordándonos más al diseño de un automóvil que al de un biciclo. Su diseño futurista no solo se veía por fuera, sino en el cuadro de mandos, más trabajado que en muchos coches de época e incluso más modernos.
En cuanto a sus entrañas, los 1.300 centímetros cúbicos de su unidad mecánica se dividen en cuatro cilindros refrigerados por aire. Este propulsor era capaz de lanzar a esta bella moto hasta los 160 km/h, algo bastante impresionante teniendo en cuenta cuando la época en la que esta pieza de arte rodante sobre dos ruedas cobró vida.
En la actualidad, la Henderson Streamliner es propiedad del artista norteamericano Frank Westfall, de Syracuse, Nueva York. Sin lugar a duda, esta en manos de un apasionado del arte, aunque no es fácil verla en movimiento.
Luis Blázquez
Aficionado al mundo del motor desde que fui concebido. Aprendí a leer con revistas de coches y, desde entonces, soy un completo enamorado de la gasolina. Como no se nace sabiendo todo, cada día es importante aprender algo nuevo y así ampliar los conocimientos. Este mundillo tiene mucho que ofrecer, al igual que un servidor a vosotros los lectores.COMENTARIOS