Moto del día: Honda Scoopy SH80

Moto del día: Honda Scoopy SH80

Sus ruedas altas y su carrocería de polipropileno fueron clave en su éxito


Tiempo de lectura: 3 min.

El Honda Scoopy SH 80 se presentó en 1984 y no tardó en ganarse en favor de muchos usuarios, a pesar de que, por entonces, las ciudades no estaban tan congestionadas como ahora y la movilidad personal no era tan delicada. Además, los scooter, en esos años, eran vehículos exclusivamente para ciudad, relativamente lentos y con ruedas muy pequeñas, cosas que cambiaron con el Scoopy, al menos algunas de ellas.

Cuando el modelo nipón llegó al mercado, las calles estaban dominadas por los scooter de origen italiano, casi todos cortados por el mismo patrón. Con el SH Scoopy 80, Honda quiso enfrentarse a esos italianos pero con distintas armas. Por ejemplo, tenía una carrocería fabricada con polipropileno bastante ligera, plataforma para los pies totalmente plana y ruedas de un diámetro mayor al acostumbrado en el segmento, entre otras cosas.

Algunos detalles no parecían del segmento scooter, como por ejemplo, que la carrocería no cubría el motor –este quedaba a la vista–, o el guardabarros delantero, que tenía un diseño más propio de la motocicleta convencional. Sin embargo, la carrocería con escudo frontal y el motor con transmisión por variador continuo apuntaban hacia el lado contrario, hacia el scooter. Según la prensa de la época, el Honda Scoopy SH80 era un cocktail de scooter, moto y ciclomotor, que ofrecía una movilidad en las grandes ciudades con un tacto impropio de un modelo de su categoría.

Ni siquiera el chasis era de scooter. La parte frontal era una estructura monoviga, mientras que la parte trasera era un monocasco de chapa de acero, y sobre ello, se colocaba la carrocería de polipropileno que se componía de cinco piezas.

Honda SCoopy SH80

La parte más scooter era el motor, que hacía las veces de basculante trasero –como en todo scooter– y contaba, como hemos dicho antes, con una transmisión por variador continuo. El motor derivada de la Honda PXR, con un cilindro que desplazaba 80 centímetros cúbicos. En aquellos años, dicha cilindrada resultaba un poco extraña, pues junto a los 50 centímetros cúbicos, el siguiente paso eran los 75 centímetros cúbicos, 80 no parecía cuadrar en ningún lado pero, claro, ofrecía unas prestaciones ligeramente más elevadas que los 75 –muy ligeramente– y en España, obligaba a conducir el Scoopy con el carnet A-2, con rivales como la Vespa 125 PK-S, por poner un ejemplo.

El propulsor, al igual que el resto de la moto, es sencillo pero efectivo. Se trata de un monocilíndrico “Dos tiempos” refrigerado por aire forzado, con un desplazamiento de 79,6 centímetros cúbicos y una compresión bastante baja, típica de los motores “dos tiempos” económicos: 6,8:1. El resultado era 6 CV de potencia, una cifra bastante contenida a ojos de cualquier usuario actual, pero en la década de los 80 no estaba mal para un modelo con aspiraciones metropolitanas. Es cierto que, por entonces, había modelos con motores de 75 centímetros cúbicos capaces de alcanzar los 15 CV, pero eran modelos de talante deportivo y no urbanitas y fáciles de mantener como el Honda Scoopy.

Las pruebas de la época contaban lo esperable de un modelo así. La conducción era extremadamente sencilla y la estabilidad, gracias a su llanta de 16 pulgadas, estaba por encima del resto de scooter del mercado. No era un modelo rápido, apenas superaba los 80 km/h, pero al parecer, esa velocidad se mantenía cuesta abajo y hasta cuesta arriba –siempre que la inclinación no fuera mucha, claro–.

Ciertamente, el Honda Scoopy SH 80 no fue una revolución ni un modelo realmente rompedor, pero si presentó algunas características que fueron clave en su éxito y en su evolución, pues todavía sigue a la venta –aunque bajo el nombre de Honda SH125–. Su rueda alta y su carrocería fueron un gran contraste y su facilidad de conducción, así como su ligereza, sirvieron para el público femenino se fijara en el modelo.

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Javi Martín

Con 20 años no ponía ni una sola tilde y llegaba a cometer faltas como escribir 'hiba'. Algo digno de que me cortaran los dedos. Hoy, me gano un sueldo como redactor. ¡Las vueltas que da la vida! Si me vieran mis profesores del colegio o del instituto, la charla sería de órdago.

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