Con carreras tan señeras como el TT de la Isla de Man -celebrándose desde 1907-, el Reino Unido cuenta con una más que solida tradición deportiva en la que los piloto-cliente ocupan un lugar destacado. A medio camino entre los profesionales a sueldo de los equipos oficiales y los meros aficionados con habilidades, estos bien podrían ser homologables a lo que, en automovilismo, se definió bajo el término de “gentelman racer”.
Es decir, conductores adinerados que, por el puro gusto y placer del riesgo y la velocidad, desplegaban todo lo que estaba a su alcance a fin de competir en todo tipo de trofeos y carreras. De hecho, este tipo de participante llegó a ser decisivo en marcas como Bentley, la cual encontró en los llamados Bentley Boys -con Wolf Barnato y Tim Birkin a la cabeza- su mejor baluarte para ser dominante en Le Mans durante los años veinte del pasado siglo.
Asimismo, en el ámbito del motociclismo esto también era muy común. De hecho más, ya que los costes relativos a la participación en carreras de dos ruedas eran claramente inferiores a los representados por las de cuatro. Podríamos llamar a esto la matemática del caucho. Dicho esto, lo cierto es pasada la Segunda Guerra Mundial el fenómeno de los corsarios, pilotos privados o pilotos clientes estaba en pleno auge. Tanto así que las principales marcas británicas del momento presentaron modelos plenamente ideados en este sentido.
Gracias a carreras como el TT de la Isla de Man el panorama británico siempre ha tenido una rica tradición de pilotos apasionados capaces de montar su propio equipo con sus propios medios
Matchless G50, una apuesta inteligente en contra de la Norton Manx
En cuestión de mitomanías el campo no sólo está abierto, sino abonado, para el cultivo de todo tipo de filias. Sin embargo, gustos aparte resulta imposible dudar sobre la importancia de la Norton Manx. Presentada en 1947, en ella se recogía toda la experiencia acumulada por la marca en las carreras. Además, su gran novedad fue el cuadro Featherbed, gracias al cual se rebajaba el centro de gravedad al tiempo que la batalla acortada mejoraba el paso por curva. En suma, era una máquina concebida para ganar en la Isla de Man.
De hecho, sus éxitos le permitieron estar en evolución hasta 1962. Año en el que definitivamente cesó su producción tras haber conquistado un puesto de honor en el panteón de iconos del motociclismo británico. Ahora, dicho esto también hay que reconocer un gran mérito a otras empresas a la hora de lanzar modelos listos para los piloto-cliente. En este sentido, la Macthless G50 sobresale como un ejemplo realmente interesante.
Veamos, para empezar su propia marca la avala con una clara seña de calidad. De hecho, Machtless fue la principal proveedora de motores para Brough Superior. Y vaya, siguiendo el hilo de las marcas cruzadas sobre una misma máquina lo cierto es que la Matchless G50 tomaba su planta mecánica de la exhibida en la AJS 7R. Una reconocida motocicleta deportiva, común en los circuitos de la época y que, de serie, venía con un cilindro con 350 centímetros cúbicos. Base para el motor de la G50, la cual lo ampliaba hasta el medio litro dando 50 CV a 7.200 revoluciones por minuto.
Desgraciadamente, los problemas financieros de la empresa entrando a 1962 fueron terminales para con la producción de esta motocicleta que, en otras condiciones, podría haber experimentado más y más evoluciones
Menos potente que las Norton Manx coetáneas pero, al mismo tiempo, más ligera y sobre todo con un endiablado paso por curva. Toda una ironía pues, al fin y al cabo, éstas eran algunas de las cualidades más sobresalientes de la Norton frente a su competencia a finales de los años cuarenta. Pero en fin, el tiempo pasa y las tornas cambian. Respecto a la producción, de la G50 se lograron ensamblar unas 180 unidades -no está nada mal para una motocicleta dedicada por y para la competición- hasta la aparición de problemas financieros terminales en los despachos de Matchless allá por 1962. Sin duda, una gran pieza histórica para el motociclismo deportivo.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS