Moto del día: Montesa B46/49

Moto del día: Montesa B46/49

Estuvo a punto de contar con motor Villiers, aunque finalmente se tomó la excelente decisión de montar un motor propio


Tiempo de lectura: 4 min.

Pensando en la Montesa B46/49 es recurrente que venga una reflexión a la cabeza. Una reflexión que comienza con los motores Villiers importados desde el Reino Unido y, posteriormente, con los Hispano-Villiers ya fabricados en territorio catalán. Y es que no hay duda posible sobre lo crucial que fueron aquellos motores en la ampliación del parque móvil en la España de la postguerra, participando en su lenta pero progresiva recuperación económica al equipar multitud de vehículos particulares e industriales de baja cilindrada y presupuesto. En ese sentido, al Villiers lo vemos en motocarros, ciclomotores y multitud de motocicletas ofrecidas por pequeñas empresas instaladas en lugares tan distintos como Madrid, Barcelona o Elche.

No obstante, según fue pasando el tiempo la mayor parte de aquellas marcas – como Soriano o Cofersa – desaparecieron en beneficio de las que sí habían optado por el mucho más laborioso camino de fabricar sus propios motores. Algo bastante arriesgado a corto plazo. Pues a nadie se le escapa anotar los tremendos costes y esfuerzos necesarios para crear maquinaria de diseño propio en la depauperada España de los años cuarenta y cincuenta. Pero, a la luz del tiempo, también una vía más segura al no tener que depender del abastecimiento de terceros para crear los productos propios.

Así las cosas, el caso de la Montesa B46/49 demuestra de nuevo justo aquello que acabamos de reseñar: la mayor solvencia que da el contar con ingeniería propia. No en vano, cuando Pere Permanyer y Xavier Bultó pensaron en hacer su primera motocicleta – en aquel momento todo lo que estuviera por debajo de la décima parte del litro era considerado un velomotor – coquetearon con la idea de usar al importador en España de los motores Villiers. Una opción que finalmente desecharon en favor de evolucionar el monocilíndrico con el que habían equipado a su primera creación: la A-45 con 98 centímetros cúbicos.

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Es evidente que el motor Villiers resultó crucial para la industria automotriz en la España de los primeros tiempos del Franquismo. Sin embargo, a la larga la mayor parte de los fabricantes que en vez de crear mecánicas propias usaron las producidas por terceros acabaron cerrando de forma prematura

Montesa B46/49, la marca se dota de mayor cilindrada

Llegados a este punto la pregunta es imposible de eludir. ¿Contribuyó aquello a la consolidación de Montesa? Bueno, todo apunta a que sí. No obstante se debe anotar una cuestión, y es que estuvo muy cerca de no ser así ya que, en 1946, los primeros prototipos de la B46/49 sí llegaron a montar los Villiers. Algo, como hemos visto, finalmente desechado en favor de la producción propia. Muchas veces tan sutil en sus apariencias que pueden llegar a confundirse algunos modelos con otros.

La razón de ello estriba en que no pocas veces las diferencias entre una determinada moto y otra bastante diferente tan sólo son perceptibles fijándose en detalles de esos que no aparecen con un primer vistazo en movimiento. De esta forma, a la Montesa B46/49 de 1947 se la diferencia de la A-45 principalmente por la forma de su motor.

Y es que, realmente, tienen mucho en común. Visualmente son casi iguales incluso. De hecho, el motor de la Montesa 46/49 deriva del de la A-45 ampliando su cilindrada desde los 98 centímetros cúbicos hasta los 124,98 para entregar 4,7 CV a 4.600 revoluciones por minuto con tres velocidades y un peso de 65 kilos. El chasis se diseñó en forma de cuna simple, el embrague escogido fue un multidisco operado en seco y los frenos eran, lógicamente, de tambor.

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Con este modelo Montesa ya entraba en las hechuras de empresa con potencial para crear motocicletas en gran serie, aunque debió mejorar en materia de suspensiones para ponerse a la altura en todos los aspectos técnicos

Con todo ello la Montesa B46/49 se presentaba como un conjunto interesante para realizar recorridos interurbanos desarrollando cómodas velocidades de crucero cuya punta, verdaderamente, no podemos asegurar con plenas garantías. Así las cosas, nuestra protagonista se convirtió en un gran éxito de ventas. No obstante, y como dirían los más escépticos, “ alguna pega tenía que tener “. Y vaya, sí es cierto que la tenía. Concretamente en la suspensión del eje delantero, diseñada en base a paralelogramos deformables en vez de montar las innovadoras horquillas telescópicas que ya incluían en su producción otras marcas. No obstante, aquello se arregló en 1951 con la aparición de la D-51. Sustituta de la Montesa B46/49 y a la sazón tercera creación de la empresa catalana.

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Miguel Sánchez

Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.

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