Aunque obviamente el diseño de vehículos es una disciplina en sí misma, nunca debemos olvidar que ésta se engloba dentro del mucho más amplio campo del diseño industrial. De esta manera, mientras algunos creadores se especializan, otros son mucho más versátiles a la hora de aceptar encargos. Algo que, de una manera u otra, el ojo del aficionado puede llegar a captar. Ya que cuando estos diseñadores trabajan en el diseño de carrocerías suelen incluir soluciones nunca antes vistas en la industria automotriz. Como si trajesen una bocanada de aire fresco y desprejuiciado al moverse entre diversos sectores. Un buen ejemplo de ello es Raymond Loewy, quien además de ser famoso por sus Studebaker lo es por firmar el logotipo de la Shell, trenes e incluso escaparates de grandes almacenes. Todo un personaje que en España puede encontrar paralelismos con Leopoldo Milá y casos como el del su Montesa Fura de 1958.
Conocido en el mundo de las dos ruedas por ser uno de los nombres clave en la historia de Montesa, de su pluma han salido modelos tan icónicos como la Impala o la Cota 247. Sin embargo, lo que no sabe tanta gente es que cuando hacemos un receso urbano muchas veces lo hacemos sobre una de las creaciones más extendidas de Leopoldo Milá. El conjunto de sillas y banco Montseny. Uno de los ejemplos de mobiliario urbano más extendidos en España, especialmente común en los parques y áreas peatonalizadas desde los años noventa en adelante. Además, de la mesa de Milá han salido chimeneas, objetos caseros y hasta balizas.
Con todo esto en su trayectoria profesional, no es de extrañar que Leopoldó Mirá rompiera moldes diseñando la Montesa Fura. Una creación difícil de clasificar, la cual impresionó a la prensa especializada de la época gracias a sus imaginativas soluciones. No obstante, antes de nada debemos señalar que este prototipo no fue un simple ejercicio de estilo para generar ruido mediático. Lejos de ello se hizo con la idea de ser llevado a serie. Hecho que no ocurrió por la misma razón que dio pie al proyecto: la gran abundancia en la España de la época de modelos Vespa y Lambretta en las áreas urbanas.
Con su diseño limpio y funcional, la Montesa Fura levantó reacciones muy positivas entre la prensa especializada en el Salón de Ginebra de 1948
Montesa Fura, una montura urbana con hasta tres asientos
Durante la España de la postguerra, la escasez y la pobreza condicionaron la evolución de un parque móvil dominado por los vehículos más accesibles. Así las cosas, fue un tiempo recurrente para los ciclomotores e incluso los ingenios mecánicos responsables de motorizar bicicletas. No obstante, poco a poco el país fue recuperándose, generando un mercado capaz de asumir modelos más elaborados con diseños llegados desde Italia.
Algo que no sólo pasó con SEAT, sino también con las licenciadas en España de Lambretta y Vespa. Dos marcas que dieron de pleno en lo que estaba pidiendo el mercado nacional de los años cincuenta, llenando con sus modelos las ciudades que, de forma exponencial, iban asumiendo cada vez más población llegada desde las zonas rurales. Llegados a este punto, la catalana Montesa pensó complementar la gama de sus exitosas Brio con un modelo scooter capaz de plantar cara a los ideados en Italia.
Pero, ¿qué hacer para crear algo diferente? ¿Cómo diferenciarse con un scooter que no fuera una simple imitación insulsa de lo que ya hacían tan adecuadamente Vespa y Lambretta? Ése fue el reto al que tuvo que enfrentarse Leopoldo Milá, diseñador al que se encomendó el proyecto que acabó cuajando en la Montesa Frua. Pues bien, la forma en la que se dio respuesta a los anteriores interrogantes fue optar por una carrocería autoportante con diseño tan práctico como original.
Sus asientos podían regularse en distancia entre sí gracias al ir colocados sobre dos rieles, en los cuales cabían hasta tres pasajeros
Original porque su forma no era precisamente común. Y práctico porque en el proceso de fabricación garantizaba no tener que usar los procesos de estampación de chapa propios de las scooter a fin de generar la carrocería, lo cual era una técnica bastante desconocida para Montesa. Además, el diseño de Leopoldo Milá contó con la ventaja de tener una carrocería autoportante, sobre la cual se instalaron dos rieles a los cuales iban fijados los asientos, en una especie de banco móvil pudiendo regular la distancia entre uno y otro. De hecho, la Montesa Fura podía llevar a tres personas al mismo tiempo. Respecto al motor, se instaló un monocilíndrico de 142 cm3 y 8 CV. Con todo esto, sin duda estamos hablando de un modelo más que interesante para el ámbito urbano. Sin embargo, a pesar de la buena acogida recibida, la marca no lo llevó a serie al pensar que sería imposible competir adecuadamente contra la infraestructura de ventas ya montada por Lambretta y – especialmente – Vespa.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS