Compartiendo siempre las mismas características, las Impala fueron uno de los símbolos más reconocidos y reconocibles del motociclismo en la Península Ibérica a partir de 1962. Además, para Montesa fueron todo un éxito comercial llegándose a ofrecer en diversas versiones entre las cuales, al menos estilísticamente, destaca la Impala Kenia. Más perfilada y aligerada que las demás, siendo una variante muy disputada entre los coleccionistas al haberse fabricado menos de 3.000 unidades. No obstante, para comprender su naturaleza lo mejor será remontarse unos años atrás.
Concretamente a 1944, año en el que se fundó en Cataluña la marca Montesa bajo el liderazgo del más gestor Permanyer y el más técnico y deportivo Bultó. De esta manera, todo parecía ir viento en popa gracias a la mezcla de unas finanzas adecuadas con la chispa de las carreras como emblema de una marca que casi siempre supo usarlas para vender más en los concesionarios. No obstante, con la llegada de los años cincuenta el panorama de ventas para las motocicletas en España comienza a ensombrecerse.
Paradójicamente no por un empobrecimiento social, sino por todo lo contrario. Y es que, gracias al crecimiento de la economía a partir de aquella década, cada vez son más las familias de la emergente clase media que pueden permitirse el sustituir las motocicletas por pequeños utilitarios como el exitoso SEAT 600. Llegados a este punto, se planteó una encrucijada peliaguda. ¿Insistir en diseños aún más masivos y baratos con la esperanza de seducir al público con la idea de contar con una motocicleta para el día a día pase lo que pase? ¿O enfocarse a un nicho de mercado más centrado en aquellos que desearan las dos ruedas como un objeto enfocado al ocio y la deportividad?
A finales de los cincuenta la crisis establecida respecto al rumbo que debía tomar Montesa acabó produciendo la fundación de Bultaco. Otro de los momentos clave en el proceso de recolocación de la industria motociclista en el mercado tras la llegada de alternativas como el SEAT 600
Impala Kenia, una versión estilizada
Para finales de los años cincuenta aquella paradoja sembró tal discordia en Montesa que ésta acabó fragmentándose. Por un lado Permanyer apostó por dejar la competición para centrarse en los modelos de serie, mientras que por otro Bultó pensaba justo lo contrario. Así las cosas, Bultó salió de Montesa para fundar Bultaco en 1958.
Tras todo esto, Montesa quedó con la Brio como principal estrella y apuesta de su gama. Nacida en 1953, de ella llegaron a salir hasta catorce variantes en un más que interesante ejercicio basado en crear derivadas a partir de una misma base con propósitos muy diferentes. De hecho, aún siendo eminentemente una motocicleta turismo en 1960 se desarrolló la Cross. Bueno, para el lado contrario a las pistas de barro apareció la 110S pensada para los circuitos.
No obstante, lo cierto es que a comienzos de los sesenta la gama de las Brío debía ser renovada. Por ello, en 1962, nacieron las Montesa Impala. Dominadas por un motor de dos tiempos monocilíndrico y su bastidor de cuna en tubo simple, destacaron por una gran fiabilidad que siempre fue su punto fuerte tanto entre quienes las quisieron para el día a día como entre quienes vieron en ellas cualidades para las carreras de resistencia como las 24 Horas de Montjuïc. Carrera que, de hecho, ganó en 1964 con un versión de cuarto de litro.
Al igual que la Brío, la Impala contó con multitud de versiones entre las cuales la Kenia destaca como una de las más limpias de líneas
Y es que de la Impala surgieron también diversas versiones en materia de motor, contando con modelos de octavo de litro, cuarto de litro y 175 centímetros cúbicos. Todo ello para configurar una gama lo más variada posible, dentro de la cual tuvo cabida en 1966 la Impala Kenia. Con 175 centímetros cúbicos para sus 12 CV a 5.500 revoluciones por minuto, este modelo resultaba más ligero que el resto gracias, entre otras cosas, a su depósito de combustible reducido. Además, se le aplicaron unas ruedas de diecisiete pulgadas, logrando así una imagen más dinámica y estilizada. Y es que, al fin y al cabo, la Impala Kenia se creó justo por eso. Por el puro placer de ofrecer un modelo más perfilado en su estética ya que, en verdad, los cambios mecánicos fueron mínimos. Cosas de una marca masiva que necesita aportar novedades al mercado para seguir en el candelero mediático. Eso sí, hoy en día toda una joya valorada entre coleccionistas.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS