La Moto Guzzi Bellagio era una de tantas veces que la firma italiana se adentraba en el mundo del custom. Y lo hacía como siempre en Guzzi, con un estilo cargado de personalidad gracias al inmortal propulsor de dos cilindros con cigüeñal longitudinal. Y por si fuera poco, allá por 2007, cuando se inició su comercialización, estaba cargada de tecnología. La Bellagio no era una custom cualquiera, pero, ¿no trata de eso el custom? ¿De ser diferentes?
El mundo custom, o la motocicleta custom, nace en Estados Unidos. Una Harley, el arquetipo de moto custom, en realidad es la viva imagen de la moto al estilo norteamericano. Al igual que en Europa somos mucho de naked de talante deportivo –así han sido siempre las motos en el Viejo Continente–, en Norteamérica la moto “tradicional” –por así decirlo–, es la custom. Y la ida de la personalización, de cambiar cosas hasta encontrar la moto que más se acerque a los gustos del conductor, también parten de Estados Unidos.
La expansión del custom por el mundo, ha llevado consigo la idea de la personalización y de la autenticidad, pero autenticidad en cuanto a marca y estilo, no en lo que se refiere a distinción con respecto a otros motoristas y eso, ha desvirtuado la idea de custom, o al menos de la idea que se tienen un inicio. Y por eso, motos como la Moto Guzzi Bellagio pasan desapercibidas.

No son pocos los que han buscado adentrarse entre los fabricantes custom tradicionales, y no son pocos los que han tenido que adaptar sus productos a lo que hacen esos fabricantes. El custom es un mundo muy conservador y amante de lo clásico, no les gustan los experimentos y eso lo saben bien los japoneses, que a pesar del éxito que tuvieron sus locas custom de los 80, nunca lograron establecer una tendencia. Por eso, Guzzi, con sus propuestas custom, ha tenido cierto cuidado con el diseño, con la imagen de las motos, las cuales, guardaban cierta esencia custom tradicional, pero con esa picardía italiana que tantos seguidores tiene.
La Bellagio es, precisamente, eso, la mejor definición de custom italiana: diseño, personalidad, picardía y tradición bien mezclado hasta obtener un cocktel más que interesante. De hecho, la Bellagio –es el nombre de una localidad cercana a la fábrica de Moto Guzzi– nació en una zona plagada de carreteras con curvas, montañas y ríos. Un lugar idílico, ideal para recorrer en moto y disfrutar de la ruta, del paisaje y, obviamente, de la montura.
Para la creación de la Bellagio se tomaba la carrocería de la Moto Guzzi California, pero se añadían cosas como una horquilla con barras de 45 milímetros regulable en precarga, acompañada de un monoamortiguador trasero regulable en precarga, pero también en extensión. Al contrario de lo que ocurría entre las custom, los frenos de la Bellagio merecían ese nombre con dos discos delanteros de 320 milímetros y un trasero de 282 milímetros. Frenos que, según la revista Motociclismo, funcional de forma excepcional.
Asiento mullido y cómodo, posición de conducción nada forzada y un motor que, si bien sigue la tendencia custom de los dos cilindros, no son longitudinales, sino transversales, aparecen por los laterales del depósito, como ocurre con todas las Guzzi de dos cilindros. Tenía 996 centímetros cúbicos y carrera corta –95 milímetros de diámetro y 66 milímetros de carrera–, inyección electrónica con toberas de 40 milímetros y encendido de doble bujía, capaz de rendir 75 CV a 6.700 revoluciones y de cumplir con la Euro 3.
Javi Martín
Con 20 años no ponía ni una sola tilde y llegaba a cometer faltas como escribir 'hiba'. Algo digno de que me cortaran los dedos. Hoy, me gano un sueldo como redactor. ¡Las vueltas que da la vida! Si me vieran mis profesores del colegio o del instituto, la charla sería de órdago.COMENTARIOS