Si hacemos una selección con las monturas de Trial más icónicas de la historia, la OSSA 250 Mick Andrews Replica ha de estar por derecho propio. Sin embargo, además de ser interesante en sí misma esta motocicleta tiene la virtud de contar una gran historia: la de la introducción y asentamiento de OSSA en la especialidad del Trial. Así las cosas, lo mejor será ir por partes de cara a entender adecuadamente la importancia de este diseño, sin duda uno de los más míticos entre todos los que ha creado el circular fuera del asfalto. Vamos a ello.
Para empezar, lo primero es situarnos en 1964. Año en el que Bultaco lanza la Sherpa T afianzando así la apuesta decidida que estaba haciendo por las motos Off Road desde 1960 con las primeras Sherpa N y S, complementadas en el escalafón de acceso gracias a la Campera de 1961. Además, desde 1959 el deporte del Motocross había llegado a la Península Ibérica para quedarse, celebrándose la primera edición del Campeonato de España con dos series según cilindrada. Es decir, nadie dudada a mediados de los años sesenta sobre la conveniencia económica que la entrada al motociclismo sobre tierra representaba para cualquier fabricante.
Tendencia a la que cual también se sumaría Montesa lanzando la 250 Trial: su primer diseño orientado exclusivamente a dicha especialidad. Otro punto de inflexión en la introducción al Trial de las marcas catalanas, haciendo que OSSA contestara con la Pluma 230 en 1967. Un diseño más versátil que el exhibido por las máquinas dedicadas por y para la práctica ligera del andar por el monte salvando obstáculos, aunque al mismo tiempo fue un excelente punto de partida para la colaboración suscrita entre Mick Andrews y OSSA ese mismo año. De hecho, esta simbiosis tuvo como primer fruto la Pluma 250 de 1969. Primera Trial de la marca que, además, fue la base para desarrollar a la OSSA 250 Mick Andrews Replica presentada en 1971.
Mick Andrews y OSSA hicieron una dupla perfecta, ya que este increíble piloto de enormes éxitos también sabía trabajar en perfecta armonía y provecho con los ingenieros
OSSA 250 Mick Andrews Replica, la Trial definitiva de la marca
Echando un vistazo a la historia del Trial, posiblemente Mick Andrews sea el piloto de dicha especialidad más querido y respetado. Y no es para menos. Al fin y al cabo, este inglés cuenta en su haber con dos campeonatos de Europa y cinco victorias prácticamente consecutivas en el Scottish Six Days Trial. Además, su buen hacer no se limitó a las pistas, ya que también fue un excelente colaborador de ingenieros y mecánicos en la puesta a punto de las monturas. Es decir, no sólo llegaba el primero sino que también hacía equipo como el que más.
Así las cosas, tras llamar la atención de los medios corriendo con motocicletas Bultaco fue fichado en 1967 por OSSA de cara a competir en su equipo oficial. Un trabajo que, finalmente, lo llevó a residir en Cataluña desde 1970 para trabajar así diariamente con Eduard Giró. Máximo responsable técnico de la marca, junto a quien acudía recurrentemente a las faldas del Tibidabo barcelonés a fin de poner a punto la OSSA Pluma 250 con la que competía por toda Europa. Y así las cosas, de tanto ponerla a punto acabó saliendo un diseño con entidad propia totalmente diferente al de las motocicletas de serie.
De hecho, cuando en 1971 Mick Andrews se proclamó campeón de Europa por primera vez lo hizo con aquella máquina hecha mano a mano con el ingeniero Giró. Llegados a este punto, OSSA decidió rentabilizar el tirón mediático generado para lanzar, en 1972, una réplica de aquella motocicleta creada a capricho del campeón inglés. De esta manera, se puso en el mercado la OSSA 250 Mick Andrews Replica a modo de rival directo para las Montesa y Bultaco.
Los éxitos de este diseño afinado en el Mundial de Trial hicieron que la marca lo llevase a serie para, así, ser una de las mejores motocicletas de esta especialidad
De hecho, consultando prensa de la época no sólo queda claro cómo la OSSA consiguió entrar de lleno a lo más alto del Trial, sino incluso cómo se llevó algunas de las mejores críticas. No en vano, su monocilíndrico de dos tiempos con 244 centímetros cúbicos entregaba 19 CV a 6.500 revoluciones por minuto con un peso total de 87 kilos. Todo ello rematado con un comportamiento que exigía del piloto algo de pericia y experiencia, ya que era más corta y por tanto más nerviosa que sus competidoras. Un verdadero éxito para la imagen y las cuentas de la marca, quedando en producción hasta 1977 a través de cuatro series diferentes en las que la cilindrada llegó a subir hasta los 310 centímetros cúbicos. Algo de lo que daremos cuenta en próximas publicaciones junto a no pocas anécdotas sobre su desempeño en carrera.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS