Yendo atrás en el tiempo, seguramente más de uno recordará a la Sachs K-125 como una de las monturas más utilizadas en el International Six Days of Trial entre finales de los años sesenta y comienzos de los setenta. No en vano, gracias a este modelo – y similares – la marca se hizo con multitud de victorias, sumando tanto las de los pilotos oficiales como las cosechadas por los equipos privados. Y es que, justo en estos últimos, estuvo el éxito de la K-125. Poniendo al alcance de los mismos una motocicleta de campo extremadamente dura y fiable. Mucho más sencilla que sus competidoras japonesas y, quizás por eso mismo, mucho más del gusto de quienes seguían anclados en la rudeza de la vieja escuela.
De hecho, mientras las más de aquellas japonesas contaban con sistemas para inyectar automáticamente el aceite en sus mecánicas de dos tiempos, la Sachs K-125 seguía con el método más extendido y tradicional. No obstante, lo mejor será ir por partes de cara a comprender la génesis de esta máquina. Para empezar, lo primero a tener en cuenta es el propio inicio de los ISDT, llamados desde los años ochenta International Six Days of Enduro. Nacida hacia 1913, esta prueba se ideó a forma y manera del histórico Six Days of Scotland, donde tantos y tantos campeones del Off-Road han forjado sus leyendas.
Eso sí, lejos de disputarse siempre en el mismo país, el ISDT ha ido cambiando de sede. De esta manera, no sólo ha saltado con facilidad desde el Reino Unido hasta Austria, sino que desde los setenta cuenta con ediciones en Estados Unidos, Chile, México y otros más países. Así las cosas, este evento se convirtió fácilmente en una referencia para los amantes de las pruebas camperas, estando además abierto tanto a equipos oficiales como privados. Es decir, atrajo desde hace décadas la atención de miles de corsarios necesitados – y aquí entra Sachs – de una montura como la K-125.
Dominada por la sencillez al servicio de la fiabilidad, fue una montura plenamente eficaz para con su propósito
Sachs K-125 lista para correr
Después de la Segunda Guerra Mundial Sachs se caracterizó por abordar todo tipo de segmentos. Desde las motocicletas de carreras hasta los ciclomotores pasando por las turismo, su gama era realmente amplia. Además, cuando en los sesenta todo lo relacionado con el Off-Road interesó cada vez más, desplegó una amplia tradición campera que, de hecho, la llevó a ganar no pocos campeonatos europeos ya en los setenta. No obstante, para la presentación de la K-125 no hubo que esperar tanto pues salió al mercado en 1968.
Con toda la experiencia acumulada por la marca en los ISDT, la Sachs K-125 fue diseñada con la fiabilidad por montera. De esta manera, se simplificaron los elementos mecánicos todo lo posible. Y es que, no en vano, en el ISDT todos los problemas habían de ser solucionados por el piloto. En solitario. Sin más equipo que el portado por él mismo. Así las cosas, llama la atención lo bien aislado que se encuentra el filtro de aire para la carburación o, como ya era común en muchas monturas alemanas, lo efectivo del sistema eléctrico.
Respecto al motor, la Sachs K-125 montó un monocilíndrico de dos tiempos con 123 centímetros cúbicos para entregar así 12,5 CV a 7.300 revoluciones por minuto. Como dijimos antes, sin inyección de aceite. Muy llamativo por cierto todo lo relativo a la suspensión delantera, compuesta por un basculante que, a priori, se parece al de la icónica Greeves Challenger aunque, en verdad, cuenta con un sistema de muelles más sencillo. Porque recordemos, aquí todo está pensado para ser espartano y efectivo.
Aquellas pruebas de seis días se competían en base a la fiabilidad de cada máquina y la pericia de cada piloto, obligado a resolver cada problema mecánica con sus propios medios
En lo referido al chasis, este era de doble cuna en acero. Mismo material en el que se hizo la placa protectora del frontal del bloque motor. La única pena es que, por decisiones empresariales relativas al relanzamiento de la denominación DKW, la Sachs K-125 dejó de ser producida en 1971. Eso sí, antes consiguió dejar un muy buen sabor de boca en multitud de aficionados al Off-Road que, además, supieron valorar aquella rudeza a lo vieja escuela.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS