Sin duda Ricardo Soriano fue uno de los personajes más inquietos y polifacéticos del siglo XX en España. Eso sí, su nacimiento se produjo en 1883. En el seno de una familia de terratenientes salmantinos con intereses en la política e incluso en la hostelería, siendo accionistas del Hotel Ritz en sus tiempos fundacionales. Así las cosas, Ricardo Soriano inició estudios de ingeniería para aplicarlos a uno de los proyectos más interesantes del automovilismo ibérico antes de la Segunda Guerra Mundial. El Pedroso-Soriano. Un innovador roadster con bloque de aluminio y doble árbol de levas que además tenía la caja de cambios no adosada al motor, sino situada muy cerca del eje trasero a fin de mejorar la distribución del peso. Toda una virguería tecnológica realizada en 1928.
Además, su ingenio destacó en el campo de los vehículos de nieve, patentando algunos ya antes de los años treinta. Y eso por no hablar de su interés por la industria cinematográfica, inaugurando uno de los primeros cines sonoros en España así como siendo uno de los primeros distribuidores de películas nacionales e internacionales después de la Guerra Civil. No obstante, aunque se quedan cosas en el tintero – también fue uno de los primeros y más notorios promotores inmobiliarios en la costa marbellí – nos vamos a quedar con el papel que Ricardo Soriano jugó en la historia del motociclismo en la Península Ibérica.
Para empezar, no pocos lo recordarán como el autor junto al industrial navarro Félix Huarte del que se tiene como uno de los primeros scooter de diseño y fabricación españolas. Además, en 1952 lanzó un prototipo pensado para albergar a dos pasajeros con total comodidad. Un diseño bastante curioso y llamativo, el cual indudablemente influyó en el Montesa Fura de 1958 diseñado por Leopoldo Milá. Más allá de esto, las creaciones motociclistas de Ricardo Soriano se pueden rastrear desde mediados de los años treinta. Eso sí, siempre en pequeñas series o incluso modelos únicos realizados de forma experimental. No obstante, la fundación en 1941 de Soriano – su propia marca, ya esta vez sí con visos industriales – lo encumbró como uno de los personajes clave en el motociclismo en serie de aquella época.
La biografía de Ricardo Soriano abarca desde los vehículos de nieve hasta los automóviles de competición pasando por las motocicletas, la patente de diversos inventos e incluso las promociones inmobiliarias
Soriano y la fauna felina
Así como Ferruccio Lamborghini nombraba a sus deportivos con nombres alusivos a la tauromaquia, Ricardo Soriano escogió los de reconocidos miembros de la fauna felina para denominar a las creaciones motociclistas que realizó entre 1941 y 1952. Años en los que estuvo activa la fábrica en Madrid, antes de ser desmantelada por la mudanza de nuestro protagonista a Marbella en busca del negocio de la construcción. Eso sí, antes de ello dejó unas 6.000 unidades construidas, las más de las cuales han desaparecido por la acción del tiempo.
Como primera característica de las Pedroso llama la atención que más que motos parecen minimotos. Y es que pareció hacer de la necesidad virtud, dando a sus pequeños modelos el aire de imponentes motos americanas tipo Indian o Harley-Davidson pero en miniatura. Sin duda un aspecto de lo más llamativo y simpático, potenciado por esos neumáticos tan pequeños como anchos.
Algo que no se vio en el primer modelo – el Potro de Acero – pero sí en el segundo – el Tigre – . Muy aquejado por problemas de fiabilidad, teniendo un motor de fabricación propia del cual desconocemos casi todo. Así las cosas, Ricardo Soriano decidió recurrir a motores externos para el tercer modelo – Puma – , echando mano de los Villiers de 122 centímetros cúbicos fabricados en el Reino Unido.
Sin duda la principal tarjeta de presentación de estas monturas fue su particular estética, cual se fueran una Indian encogida para resultar verdaderamente encantadoras
No obstante, la mala fama cosechada por el modelo Tigre lastró a este último, teniendo que esperar al Lince de 1951 para remontar. Una pequeña montura que siguió usando mecánica Villiers, aunque esta vez de la Hispano Villiers ya que ésta se había fundado justamente durante aquel mismo año. El escogido fue el famoso monocilíndrico 10M, con dos tiempos y 121 centímetros cúbicos para dar 6 CV a 4.500 revoluciones por minuto. Potencia con la que la Soriano Lince se presentó al mercado, siendo aún a día de hoy uno de los diseños más llamativos, curiosos y menos vistos en la historia del motociclismo ibérico. Toda una pieza de colección.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS