En el mundo de las motocicletas previas a la Segunda Guerra Mundial Wooler es lo que Subaru viene siendo al automovilismo durante los últimos 55 años. Un referente a la hora de trabajar con motores planos, alejados del típico esquema de cilindros en V o vertical. De esta forma, los pistones se colocan enfrentados a cada lado del cigüeñal sin compartir una misma cámara de combustión central. Un tipo de motor con vida comercial desde 1897, cuando Carl Benz produjo el primero de estos ingenios que luego tanto han popularizado empresas como Porsche, Volkswagen o Subaru. Todas ellas mucho más ligadas a las cuatro que a las dos ruedas, siendo así extraño ver motores planos en el motociclismo clásico.
No obstante, el ingeniero británico John Wooler apostó por ellos desde el comienzo. De hecho, su primer diseño fechado en 1909 ya lo planteaba, el cual propulsó un motocicleta Wilkinson dotada de un ingenioso chasis antivibraciones. Primer hito en su carrera, lanzándose posteriormente a crear su propia empresa con la inauguración en 1919 de la Wooler Motor Cycle Company. Una marca bajo la cual llegó a vender diversos cyclecar, pero sobretodo la Model B. Una motocicleta que heredaba las cualidades estéticas y mecánicas de un modelo previo lanzado por libre en 1914, aunque ampliando su depósito de gasolina y número de cilindros.
Así las cosas, aunque la Wooler Model B insistía en una estética futurista con el depósito alargado y carenado de una forma muy aerodinámica, la principal novedad radicaba en pasar de un cilindro en horizontal a dos. Por tanto, se transitó de los 230 cm3 dados por las antiguas unidades monocilíndricas a los 345 cm3 marcados por las Model B. Características de potencia más serias y contundentes, incapaces de impedir que a a estas motocicletas Wooler se les siguiera apodando como a las anteriores: Flying Banana. En referencia a la forma alargada de sus depósitos de combustible, normalmente pintados en amarillo.
Caracterizada por un motor plano de dos cilindros, la Wooler Model B es una de las motocicletas británicas mecánicamente más refinadas de su época
Wooler Model B, la motocicleta con motor plano
Hoy en día las Wooler son piezas de coleccionista para seguidores acérrimos del motociclismo inglés. Un carácter exclusivo que se beneficia de las pocas unidades construidas y aún menos conservadas. Dos elementos que no pocas veces enarbolan ciertos coleccionistas para defender lo interesante de sus piezas, olvidando que un vehículo no ha de ser valorado tanto por su escasez como por la cantidad de innovaciones y soluciones técnicas que haya aportado. En este sentido, la Wooler Model D cuenta con elementos interesantes más allá de su aspecto.
El primero tiene que ver con su lubricación, la cual se realiza a través de una bomba impulsada por el cigüeñal, entregando aceite en base a la aceleración del motor. Detalle que sorprendió a revistas de la época como “The Motor Cycle”, alabando los consumos ajustados de la Wooler así como la finura en los acabados con la varilla del freno oculta por dentro de uno de los tubos del cuadro. Además, en lo referido a la transmisión ésta se hacía de dos maneras.
En los modelos de 1920 con una polea variable con correa, mientras que en los producidos posteriormente ya se incluía una cadena con cambio de tres velocidades. Tres menos que las dadas por el sistema de correa, el cual daba más opciones de marcha pero mucha menos fiabilidad. En el apartado de suspensiones ambos ejes se gestionaban con un sistema de émbolo, mejorando la relación con el firme de los dos caballos y tres cuartos de potencia capaces de poner a la Wooler en 71 km/h.
Sus acabados fueron cuidados en extremo, como se ve en sus frenos de cinta colocados de forma que no perturbe la extracción de la rueda en una reparación rápida
Como último dato reseñable llama la atención el freno de cinta que detectamos al observar la horquilla delantera. Un mecanismo sencillo dado el momento en el que se fabricó esta motocicleta, pero ingeniosamente integrado para no perturbar la extracción de la rueda en caso de reparación sobre la marcha. Otro de los detalles que acaban de definir a las Wooler como unas motocicletas rematadas con ingenio y atenciones de primer nivel. Una ingeniería muy interesante.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS