La historia de Yamaha con los scooter es de lo más interesante. Y es que, en vez de enfocarse por el carácter masivo tan propio de estos vehículos, la casa japonesa se decantó por abordarlos con diseños y acabados de la máxima calidad. Pero vayamos por partes. Así las cosas, su trayectoria comienza en 1960 con el lanzamiento del SC-1.
Un primer scooter “a la japonesa” capaz de presentar unos niveles de acabado realmente reseñables. Además, su mecánica con 175 centímetros cúbicos hacía del mismo un vehículo capaz de asemejarse a modelos turismo ya en la gama de Yamaha desde mediados de los años cincuenta.
Sin embargo, su apuesta de diseño urbano y calidades exquisitas no caló en el mercado nipón donde, por más o menos el mismo precio, se podía acceder a una Sport-Turismo YD-1 bicilíndrica. Tras esto, la marca se centró en sus modelos de carretera al tiempo que generaba una oferta Off-Road marcada por una excelente relación calidad/precio; todo ello para, a la postre, olvidar al segmento de las scooter hasta 1981.
Año en el que rompió su silencio en este sentido gracias al Beluga. Esta vez más realista que el SC-1 gracias a su carácter ciclomotor pero, al mismo tiempo, también dotado con unas calidades responsables de alzarlo muy por encima del precio medio visto en su ámbito. En fin, una solución urbana tan atractiva como poco triunfal en número de unidades vendidas.
No obstante, Yamaha siguió con la apuesta de unir máximas calidades con diseño de cuadro abierto. De esta manera, en 1995 salió al mercado el conocido como Majesty 250. Esta vez sí, un verdadero éxito de ventas tanto en Japón como en los mercados internacionales, inaugurando con su bajo centro de gravedad y comodísima posición de conducción el segmento de las scooter de lujo. Todo ello, en lo mecánico, propulsado por un motor con 249 centímetros cúbicos.
Con sus tres metros de largo la prensa especializada denominó a este modelo como el “Cadillac de las dos ruedas”
Llegados a este punto, justo una década después Yamaha presentó el prototipo Maxam 3000. En resumen un auténtico “Cadillac de dos ruedas” tal y como lo calificó buena parte de la prensa. Y no era para menos pues, con un simple vistazo, nos deja impresionados gracias a sus tres metros exactos de largo -de ahí lo de 3000- junto a un diseño realmente elegante y generoso en sus volúmenes.
Con todo ello, a los pocos meses este prototipo se convirtió en el modelo de serie Yamaha CP250 Morphous. Desgraciadamente, con un éxito en Japón tan rutilante como fue su fracaso en los mercados internacionales. Y es que, a pesar de su cilindrada, los compradores no veían en él suficiente potencia como para hacer largos viajes aprovechando su comodidad. Pero ojo, porque Yamaha no es lo que buscaba. Tengamos eso en cuenta.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS