En el ámbito del diseño industrial existen no pocas disputas en torno al concepto de belleza. De hecho, las hay para todos los gustos, orientaciones y condiciones; toda una panoplia de ideas con las cuales llenar sin problemas horas de sobremesa y tiempo discutible en su productividad. Sin embargo, una cosa es cierta al menos para quien suscribe estas líneas: la forma ha de seguir a la función.

Y es que, de qué sirven la armonía de líneas, los volúmenes, la apariencia si no están al servicio de una causa definida por la eficiencia o el rendimiento. Pues, posiblemente, de muy poco. Así las cosas, un objeto tiende a ser bello en tanto y cuanto nos es útil y adecuado para la función que se propone. Más aún si, de hecho, hablamos como estamos hablando de máquinas puestas al servicio de la movilidad.

Con todo ello, el chasis en magnesio de la OSSA 250 Monocasco no es hermoso porque nos irradia una imagen correcta de rigidez y peso liviano. Y vaya, yendo a un sentido masivo en la fabricación el popular Vespino es sin duda uno de los vehículos más atractivos de todos los tiempos no por su forma en sí sino por su excelente adecuación y relación calidad/precio.

De todos modos, cada poco conviene darse el gusto de analizar algo creado sin tener en cuenta ni lo más mínimo cualquier cuestión relacionada con la economía, la producción en serie o las cuentas del mercado. Un campo donde, en 2007, destacó ampliamente la Suzuki Biplane. Creada como un ejercicio experimental por parte de la casa japonesa, ésta jamás al albergó posibilidad alguna de llegar a serie.

Eso sí, no por ello dejó de tener apartado mecánico, anunciándose al menos sobre el papel un generoso motor V4 colocado en posición vertical. Pero poco importa eso pues, al fin y al cabo, en la Suzuki Biplane todo se juega en base a la estética. Para empezar, la combinación cromática no puede ser más atractiva. Pero es que además el carenado está tan bien estudiado que siquiera nos acordamos de cómo ahí debajo va incrustado todo un grupo térmico.

Obviamente nunca estuvo en le plan de Suzuki llevar esta máquina a serie aunque, a decir verdad, hubiera sido todo un espectáculo publicitario sin paliativos

Respecto al sillín, éste sale directamente de la línea marcada por la gran joroba representada por el depósito de combustible. Pieza de la cual salen con total naturalidad el manillar y la horquilla delantera. Si a esto le sumamos la integración del basculante trasero en el conjunto así como detalles tan específicos como la casi inadvertida salida de gases, tenemos un ejercicio de estilo de primer orden que, además, se nos antoja la envidia de una casa heterodoxa como Zagato. En fin, una verdadera maravilla que, asimismo, fue parte de una interesante labor de Suzuki en relación con los prototipos.