El mundo del motor ha sido -y sigue siendo- un ámbito extremadamente masculinizado. Es más, desde las mesas de diseño hasta los despachos contables pasando por las pistas de competición la presencia de la mujer ha sido no sólo realmente escasa sino, incluso y desgraciadamente, torpedeada en pos de reservar para un sólo sexo a este ámbito del transporte, la ingeniería y el deporte.

En este sentido esta, por poner sólo un ejemplo, la carrera de Fay Taylor. Una de las mayores celebridades en el ámbito del Speedway, la cual vio su carrera truncada por una ley realizada explícitamente contra ella al prohibir la participación de mujeres en los eventos motociclistas del Reino Unido. Todo ello como respuesta a su excelente palmarés, el cual estaba hiriendo el orgullo de no pocos señores acomplejados ante la destreza de esta piloto.

Además, en lo que respecta a la comercialización y uso de la moto en el día a día, esta discriminación también ha sido visible en todos los sentidos. Algo visto a las claras en la publicidad donde -esto llama la atención- más de una vez es fácil ver a una chica puesta a modo de complemento inerte sobre el asiento una motocicleta deportiva que bien podría llevar mejor que el hombre al que se dispone junto al manillar.

Muchas veces -nos viene a la cabeza ahora mismo un anuncio de Mototrans-Ducati- con una importante cara de alelamiento. En fin, cosas de la endogamia entre familias adineradas del Eixample barcelonés. No pasa nada, que nadie lo tome a mal. Estos males ocurren en todo tipo de lugares y segmentos sociales.

Así como en los sesenta la explosión del mercado juvenil incentivó la creación de modelos pensados para la adolescencia, la progresiva incorporación de la mujer al ámbito laboral hizo que se concretasen modelos como este ciclomotor fabricado por Yamaha Europe

De todos modos, a mediados de los años setenta la incorporación progresiva de la mujer al ámbito laboral ya era un hecho en los países de la Comunidad Económica Europea. Por ello, empresas como Yamaha -con una importante gama dedicada a las soluciones de movilidad en el día a día- pensó en la mujer como un nuevo y potencial mercado.

Así las cosas, el Passol de 1977 se presentó como un ciclomotor perfecto para el día a día en la ciudad. Cómodo, limpio y eficiente todo en él estaba diseñado para un manejo rápido contando con un arranque a pedal en el cual el motor encendía a la primera vuelta. Además la transmisión era automática y todo lo relativo a la transmisión iba carenado para garantizar así un desempeño sin perjuicios para la ropa.

Por cierto, como curiosidad mecánica diremos que su refrigeración era por aire pero forzada. Un complemento perfecto de cara a impedir los molestos recalentamientos del motor. En fin, un modelo que intentando introducir a la mujer en el motociclismo urbano reproducía no pocos estereotipos de género pero que, al mismo tiempo, era una opción verdaderamente cómoda para moverse en el día a día. Qué narices, ¡me encantaría tener uno para hacer mis recados con estilo!