La Yamaha SR 400 ha sido uno de los estandartes más populares que la marca de los diapasones ha tenido desde que nació en el año 1978 como una versión reducida de la Yamaha SR 500 que fue presentada unos años antes. Los de Yamaha reducieron su cilindrada a los 400 cc debido a las leyes Japonesas que favorecían las motocicletas con mecánicas de esta cilindrada o inferior a través de ventajas fiscales y de carnet respecto a las motocicletas de mayor cilindrada.
Esta motocicleta seguía el mismo patrón que su hermana mayor, y que el resto de gama SR, como la SR 250 o la SR 125, el de ser construida con la máxima de menos es más. Procurando diseñar una motocicleta en la que primase la sencillez, para entregar al cliente final un vehículo que entregase lo máximo en cuanto a fiabilidad y facilidad de uso.
La receta era clara, sencillez mecánica, un diseño vistoso y atemporal, buena calidad de fabricación en cada uno de sus componentes, una postura de conducción poco estresante y con buen espacio para rodar a dúo e incluso con buena capacidad de carga. Como podéis imaginar, la idea funcionó tan bien, que ha estado hasta este mismo año que han sacado su “final edition” vendiéndose prácticamente sin variar sus componentes.
El propulsor es la sencillez llevada al extremo, encontramos un monocilíndrico de 399 cc, refrigerado por aire con un único árbol de levas que mueve una única válvula de admisión y una única válvula de escape. La alimentación se realiza en las primeras versiones a través de un carburador Mikuni de 33 mm de difusor y a partir del año 2010 a través de un sencillo sistema de inyección.
La potencia de la Yamaha SR 400 es igual de sencilla que la ingeniería de su propulsor, 27 CV a 7000 RPM y un par de 27,4 Nm a 6500 RPM. Como estaréis pensando no es una moto para ir rápido, pero si que como veremos, es una moto para llegar lejos.
El chasis construido a través de tubo de acero crea una estructura de tipo simple cuna desdoblada que aloja el propulsor en el interior de la misma. El basculante esta formado igualmente por dos brazos tubulares también de acero.
El esquema de suspensión cuenta con una horquilla telescópica convencional con las botellas de aluminio anodizado y barras de 35 mm que no poseen ningún tipo de ajuste y tienen un tarado blando ideal para lidiar con los baches de la ciudad, pero que tiende a hundir la parte delantera en frenadas fuertes. En la parte trasera encontramos un par de amortiguadores laterales -uno a cada lado- que son ajustables en precarga.
A nivel de frenos podríamos decir que en la Yamaha SR 400. sencillamente cumplen con su papel de detener la moto, ya que sus primeras versiones equipaban un disco delantero que dependiendo del año de construcción era liso o perforado variando también el mordiente con una pinza de uno o dos pistones, teniendo más mordiente como es lógico las últimas versiones. En la parte trasera en todas las versiones se equipa un sistema de tambor de 150 mm.
Las llantas radiadas necesitan de cámara interior y tienen una medida de 19 pulgadas la delantera y de 16 pulgadas la trasera. Los neumáticos son finos en ambos ejes para no perjudicar las modestas prestaciones del propulsor, siendo el trasero un 110/90 y el delantero un 90/100.
Como decía al inicio, una vez repasadas sus características técnicas vemos que su diseño sencillo y su imagen clásica y atemporal, sigue siendo agradable incluso a día de hoy, combinando a la perfección con la idea de moto duradera, porque esta SR 400 lo es.
Quizá sus componentes sean sencillos, pero si algo ha demostrado es que el paso del tiempo no los hace envejecer de forma prematura, habiendo unidades con un montón de miles de kilómetros a sus espaldas y años de maltrato por parte de sus usuarios, resistiendo a la perfección con mantenimientos muy básicos.
Y es que precisamente este es el encanto de la Yamaha SR 400 que ha hecho que haya estado 40 años en el candelero, el hecho de tener un vehículo que no te da dolores de cabeza, que te puede acompañar durante toda una vida si la tratas con un mínimo de cuidado, cuidando tu economía y encima con un diseño bonito.
Una moto que ofrece mucho por muy poco, aunque el precio de la versión que llegó a nuestras fronteras a partir del año 2014 era algo elevado, sobre 6000 €, para rivalizar con modelos mucho más actuales con un desarrollo infinitamente más moderno que tenían precios similares o incluso más bajos.
Pero no sólo su sencillez ha sido valorada como moto para todo, económica y duradera, sino que esta baza ha jugado a su favor para convertirse en la base de moto retro que sirve como lienzo en blanco para innumerables creaciones y transformaciones, sobre todo de tipo café racer.
Como curiosidad, tal ha sido su sencillez mecánica a lo largo de estos 40 años, que ninguna unidad producida del modelo ha contado con arranque eléctrico. Todas ellas han contado con un arranque a patada que se facilitaba con un descompresor y un visor que indicaba la posición correcta del pistón en el cárter derecho para facilitar el arranque.
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Jesús Guillermo Pozo
Nací entre las historias de mi abuelo sobre su Derbi 125 Especial y el terrorífico sonido del escape 4 en 1 de la GPX 600 de mi tío y la belleza de su Vmax 1200. Mi padre, fue mi primer profesor con su viejo SEAT 127, y mi madre, cuenta que aprendí las marcas de los coches antes que el alfabeto.COMENTARIOS