De un tiempo a esta parte resucitar iconos del pasado bajo una nueva técnica y apariencia se ha confirmado como una excelente vía de negocio. En este sentido, y al menos hablando en términos automovilísticos, ahí están el Mini de BMW o el New Beetle de Volkswagen para demostrarlo. Es más, dentro de muy poco Renault lanzará un nuevo modelo eléctrico tributario en lo estético al icónico R5. Una ola nostálgica que también ha llegado al motociclismo como puede verse en la gama de Royal Enfield.
Sin embargo, ni esto es tan nuevo ni siempre ha estado tan bien ejecutado como en los ejemplos nombrados. Lejos de ello, muchos de los diseños con guiños al pasado se han posicionado en las antípodas de los modelos a los cuales pretendían rendir homenaje. Un caos muy bien ejemplificado por la Yamaha YD125 de 1989. Sin duda una máquina muy adecuada -tanto por imagen como por técnica- a su propósito pero, al mismo tiempo, radicalmente distanciada de la saga a la cual pretendía rescatar para su momento presente.
Pero vayamos por partes. Para empezar, las siglas YD corresponden a los primeros tiempos de Yamaha y, de hecho, resultan claves en su historia. Es más, la primera motocicleta con las mismas fue la YD-1 de 1957; aquella de la cual derivaron los motores bicilíndricos con dos tiempos y cuarto de litro responsables de dar tantas y tantas alegrías a la marca tanto dentro como fuera de los circuitos. Además, la YD-1 fue la primera dos y medio diseñada por y para Japón, evidenciando el grado de desarrollo alcanzado por la industria local justo antes de empezar su asalto a los mercados occidentales.
Cuando en 1957 Yamaha lanzó la YD-1 no sólo se estrenó en el ámbito de las dos y medio, sino que también puso encima de la mesa una manera muy identificable de hacer las cosas en cuestión mecánica
A partir de aquí, la saga de las YD fue recibiendo constantes actualizaciones en 1959, 1961, 1962, 1963 y 1964. Todas ellas siempre incrementando sus prestaciones sin alterar por ello la ya clásica configuración con dos cilindros en paralelo, dos tiempos y 247 centímetros cúbicos. Por cierto, en las últimas ediciones incorporando ya el sistema Autolube con patente Yamaha para la mezcla automática del aceite con el combustible. Sin duda, un estupendo conjunto Sport Turismo a pesar de ir quedando paulatinamente disuelto en las nuevas gamas presentadas por la marca.
Así las cosas, fue pasando el tiempo hasta llegar a finales de los años ochenta. Un momento en el que ya había pasado el tiempo necesario para contemplar a las motocicletas de los años cincuenta y sesenta no como máquinas viejas, obsoletas e indeseables; sino como piezas de colección repletas del encanto dado por el paso de los años. Debido a ello, en Yamaha decidieron explotar el legado de las YD relanzando la saga gracias a un modelo sencillo y efectivo en el segmento del octavo de litro.
Muchas veces el guiño al pasado se hace reinterpretando con acierto la idea nuclear del modelo al cual se pretende homenajear; otras tan sólo se trata de una operación cosmética puesta al servicio de la imagen
Justo el punto de partida para la YD125 de 1989. Diseñada en base a las líneas retro de las primeras YD aunque, en la mecánica, totalmente distanciada de las mismas. En primer lugar, como hemos comentado la cilindrada no llegaba al cuarto de litro sino que se situaba en los 124 centímetros cúbicos y, lo que es más controvertido, con cuatro tiempos en vez de dos. En suma, más allá del guiño dado por la apariencia lo cierto es que la YD125 no podía considerarse una auténtica continuadora de la tradición mecánica establecida por sus antecesoras de saga.
De todos modos, aunque aquel intentar conectar con el pasado resultó poco creíble, lo cierto es que como motocicleta en sí nuestra protagonista tenía estilo y carácter para desenvolverse por el día a día de la ciudad. Y es que, al fin y al cabo, una cosa no quita la otra.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS