Hay motos rápidas, motos exclusivas y luego está la Icon Sheene. Es una moto que es un grito de libertad a la cara. Una bofetada de potencia y clase vintage donde la fibra de carbono es protagonista. Un misil sobre ruedas que viene con la firma de uno de los pilotos más carismáticos de la historia, como es Barry Sheene. Eso sí, su precio es caro, pero ¿A quién no le va a gustar una moto de Sheene?
Esta moto, que no pasa desapercibida, está limitada a 52 unidades, una por año de vida del expiloto, y es lo más cercano que estarás de conducir una obra de arte con turbo. No está pensada para cualquiera, es para ese tipo de persona que va al bar, chulo, con altivez, pero que saca una carcajada a todos sin decir ni pio, vamos lo que era Sheene en su época.
Fabricada de manera artesanal, con mimo, con odio al plástico y amor por la velocidad, la Icon Sheene viene armada hasta los dientes. No se trata solo de homenajear al campeón de 500 cc en el 76 y 77, se trata de transmitir esa actitud chulesca, su estilo gamberro y su elegancia macarra.
Una patada en el pecho
Hablemos claro, su corazón no late, simplemente explota. Con un propulsor Suzuki GSX1400 pasado de vueltas y con anabolizantes, no pasa desapercibido. Aquí nos encontramos con una obra de ingeniería que parece sacada de un laboratorio clandestino donde solo se fabrican cosas ilegales y llevadas al éxito.

Su bloque, que ya era contundente, ha sido destripado y reconstruido con componentes de competición. Ya sean pistones Wiseco o bielas Carrillo, válvulas reforzadas o una bomba de aceite sobrealimentada y con un turbo Garrett que sopla a 0,4 bares. Esto ya te da unos 250 CV al neumático trasero que llegan como si de un martillazo en la mandíbula fuese.
Lo hace sin control de tracción ni ABS ni mapas de potencia, es decir, si buscas electrónica que te salve, esta no es tu moto Si giras el puño o agarras el manillar o eres uno más del mobiliario urbano. Es potencia pura, directa y sin filtro. A todo ello, hay que sumarle un sonido propio de un festival, rugiendo a bajas revoluciones como un animal cabreado. Es un motor hecho para locos, para nostálgicos del músculo mecánico, para los que no necesitan cronos ni tiempos de vuelta.
Estética macarra con acabados de lujo
Para hacerlo posible viene con un chasis Spondon de aluminio que ha sido soldado a mano y se ha convertido en una auténtica joya en sí mismo. A él se acopla una suspensión Bitubo regulable, frenos ISR con pinzas de seis pistones y ruedas de fibra de carbono, no es una moto ligera, pero es estable en recta y agresiva en curvas, como el bueno de Sheene.
El lujo gamberro de este modelo es evidente. El depósito está martillado a mano, el carenado de fibra de carbono, tiene líneas que recuerdan a motos de la época, con un asiento tapizado en Alcantara con el 7 bordado.

Cada moto está firmada y grabada, lleva grabados con el nombre de Sheene, logos especiales y detalles en plata que harían salivar a cualquier coleccionista. Por su parte, está pintada por Mike Fairholme, el mismo artista que se encargaba de sus cascos, por lo que más parecida a la real no puede ser.
Una moto que merece la pena
La Icon Sheene es una mezcla rara entre superbike y pieza de museo. En circuito no es la más ágil del mercado, tiene mucho par, pero también mucho carácter. Hay que saber domarla, no es para cualquiera, no es como una R1, es una moto que te va a salvar a base de instintos.
Con un precio de unos 158.000 dólares, es una moto ridículamente cara, pero no importa, es una moto que viene a hacer historia, con actitud. Es un juguete para millonarios, pero también es una declaración de intenciones. Si tienes el dinero, lánzate a por ella, no es una simple moto, es un mito que podrás tener entre las piernas.
Alejandro Delgado
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