Para entender la génesis de la Yamaha YD-1 hay que situarse en el mercado japonés relativo al final de los años cincuenta. Ya muy evolucionado respecto a la simpleza dominante justo después de la Segunda Guerra Mundial -obligada, claro está, por la escasez de los tiempos-, éste ya se encontraba dando sus primeros pasos hacia una mayor diversificación de las gamas. De hecho, poco a poco se iba asentando un creciente panorama de carreras locales que, a la postre, serían un excelente campo de pruebas para el estallido tecnológico de los años sesenta.
Y es que, a pesar de estar enclaustrados en los límites de su país, los fabricantes nipones iban a protagonizar una escalada técnica y comercial como nunca antes se había visto en el mundo del motociclismo, llegando a dominar -ya en la transición de los años sesenta a los setenta- la totalidad del mercado anglosajón. Algo que no fue casualidad pues, no en vano, no sólo se habían enfocado con claridad en el aspecto del diseño, sino también en el de la producción y el servicio de mantenimiento.
Pero centrémonos en Yamaha. Así las cosas, cuando ésta estrenó su gama de motocicletas allá por 1955 lo hizo con una sobria turismo de 125 centímetros cúbicos. El tipo de máquina que, como en España, se encontraba al discreto y fiel servicio de la movilidad diaria en ciudad y pequeños trayectos interurbanos. Todo ello, claro está, referido al tiempo previo a la definitiva popularización de los automóviles compactos con precio popular. De hecho, viendo la dirección de Yamaha cómo estos iban a sustituir a las motocicletas en sus afanes más diarios -véase lo que pasó aquí nada más aparecer el 600 financiado por los propios concesionarios- decidieron dar un paso adelante. Paso por el cual, en 1957, apareció la YD-1.
Gracias al bicilíndrico de esta motocicleta, en Yamaha se pudo asentar toda una saga deportiva que, durante los años sesenta, se convirtió en una de las referenciales al hablar de fabricantes japoneses
Yamaha YD-1, la primera dos y medio de la marca
Cuando estás en medio de un mercado cada vez más competitivo diferenciarte se antoja como una estrategia excelente. De hecho, fue la aplicada por Yamaha cuando decidió trascender al diseño de la YA1 con 125 centímetros cúbicos. Gracias a ello, decidió apostar claramente por la deportividad diseñando un nuevo motor con dos cilindros en línea, 2 tiempos y 247 centímetros cúbicos refrigerado por aire.
Ni más ni menos que el primer dos y medio para Yamaha; marca ésta con una más que reseñable historia en dicha cilindrada si ponemos nuestra mirada en el Mundial. Asimismo, en lo referido al chasis y el aspecto en general la marca dio un interesante paso hacia adelante en clave deportiva, dando a su nuevo modelo un aspecto mucho más sugerente que el mostrado por sus antecesoras. Algo que no sólo se quedaba en lo estético, pues la YD-1 contaba con un amplio desarrollo en relación a su comportamiento dinámico.
Por cierto, dicho sea de paso, tomando como referencia la estatura del japonés medio. Más escueta que la mostrada por los estadounidenses y británicos. Y es que, no nos olvidemos, esta motocicleta se lanzó en un momento en el que los fabricantes japoneses aún no estaban exportando más que partidas testimoniales. Es más, la primera carrera en la que Yamaha participó de manera oficial en los Estados Unidos se celebró en 1958.
Pensada para el mercado local, la YD-1 contaba con un tamaño compacta para hacerla manejable por los japoneses, algo más cortos en estatura que los motociclistas nipones
Dicho todo esto, usted, el que se encuentra al otro lado del teclado, puede pensar “y a mí qué”. Bueno, pues si ha llegado hasta aquí es porque, de alguna u otra manera, le debe interesar la historia de Yamaha. Y no, no andaba usted desacertado en leer línea a línea; al fin y al cabo, el motor que estrenase la YD-1 no sólo fue el primer dos y medio en Yamaha, sino también el cimiento sobre el cual se abrían de asentar los primeros pasos en competición de la misma, evolucionando en potencia -no en cilindrada- hasta propulsar modelos de carreras como el TD1 de 1962. Primera carreras-cliente y, a la postre, primer capítulo de la larga historia escrita entre la casa japonesa y los pilotos privados. Eso sí, en nuestra protagonista iba ajustado a poco más de 14 CV, mientras que en su evolución última para las carreras incluso llegó a doblar aquella cifra.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS