La MV Agusta F3 800 es una deportiva única, peculiar y muy diferente a lo que el mercado nos tiene acostumbrados en los últimos años. Estamos ante una moto especia, que va a su bola y que no se fija en lo que están haciendo el resto de fabricantes. Una moto exclusiva y muy válida para todos aquellos que no quieren conducir lo mismo que todo el mundo.
Corría el año 2014 cuando los italianos se sacaron de la manga este modelo, que venía a cubrir ese hueco existente entre la deportiva “pequeña”, la MV Agusta F3 675, y la bestial y salvaje MV Agusta F4 R. Equivalía algo así a las japonesas tetracilíndricas de 750, segmento otrora muy demandado pero extinto en los últimos años tras la desaparición de la Suzuki GSX-R 750, el último samurái de esta cilindrada. Motos con la maniobrabilidad y el tamaño de una pequeña 600, no obstante con la pegada de un motor “gordo” y una curva de potencia más llena y accesible que en las “picudas” 600.
Nuestra protagonista en esencia era idéntica tornillo a tornillo a su hermana pequeña de 675 cc, pero cambiando únicamente el motor, más concretamente el diámetro de los pistones para de esta forma cubicar ese extra de volumen y aportar un cuartito más de mala leche.
Estéticamente era puro diseño italiano con un montón de detallitos y guiños chulos que la hacían mucho más atractiva a la vista que sus principales rivales. Este era sin duda uno de sus puntos fuertes.Lo más llamativo del conjunto sin duda era el basculante monobrazo, seguido de cerca por la línea de escape con tres salidas, una por cada cilindro y que es marca de la casa.
Como buena deportiva pura sangre tenía una dotación de componentes de primerísimo nivel en la parte ciclo, con unas pinzas de freno radiales monobloque firmadas por Brembo, horquilla invertida Marzocchi de 43 mm 100% regulable y un amortiguador trasero del fabricante alemán SACHS, también configurable a gusto del consumidor.
Pese a lo que pudiera parecer, no se trataba de una moto especialmente radical, una pura sangre de las pistas y los circuitos. Su ergonomía era al ataque, sí, cargando mucho peso en el tren delantero, pero los semimanillares no estaban colocados especialmente bajos, ni el asiento demasiado arriba como pudiera ser en otras deportivas más salvajes. Se conseguía una moto conducible y disfrutable por carretera y vías públicas, pero que también daba resultado yendo de tanda los fines de semana.
Mecánicamente montaba el propulsor “intermedio” de MV Agusta, el tricilíndrico de 800 cm3. Con 148 CV a 13.000 vueltas era un señor pepino con el que la potencia nunca faltaba para pasárselo bien y arrancarte una sonrisa de la cara, aunque se quedaba por debajo de las exageradas deportivas de 1.000.
Es una pena que motos tan especiales, bonitas, conseguidas y logradas como esta MV Agusta no acaben de cuajar en el mercado. Siempre es complicado abrir el melón de la fiabilidad, pero las motos de Varese nunca se han desprendido de esa mala fama. Ya no es que las motos se averíen, que eso siempre pasa, hasta en las mejores familias.
En mi opinión el problema aquí es el servicio posventa y la atención al cliente. Talleres que no tienen los conocimientos o las herramientas necesarias para hacer frente a según qué problemas, y sobre todo una cadena de suministro de piezas y recambios muy deficitaria en nuestro país que puede hacer que algunas referencias se demoren durante meses, a tenor de lo que me han contado de primera mano algunos propietarios.
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Gonzalo Lara Camarón
Ingeniero de software a tiempo completo y apasionado del motor en mis ratos libres. Los coches me gustan desde que tengo memoria, pero fue descubrir las motos y la “enfermedad” fue a peor. Mi sueño es recorrer todos los rincones del mundo sobre dos ruedas.COMENTARIOS