Con Laverda suele pasar lo mismo que con Lamborghini. Y es que no pocas personas se quedan sorprendidas al constatar las raíces agrícolas de la misma. Algo que obviamente contrasta con su capacidad para crear máquinas pensadas por y para la velocidad, aunque sin embargo también demuestra una excepcional – y necesaria – adaptación a las circunstancias. De esta manera, mientras Lamborghini fue capaz de fabricar el Miura, Laverda hizo lo propio en 1971 con la Laverda 750 SFC. Una motocicleta de competición destinada a clientes-piloto seleccionados por la marca con un palmarés donde destacan los 500 Kilómetros de Módena o las 24 Horas de Montjuic.
No obstante, los inicios de esta empresa italiana hunden su trayectoria en la maquinaria industrial de uso agrícola. Un negocio lucrativo hasta que la competencia masiva de los grandes consorcios hizo necesario el cambio de actividad, poniendo hacia 1949 su atención en el mundo de las motocicletas. Un viraje que no fue del todo completo, ya que a pesar de los duros vaivenes financieros experimentados por Laverda desde los años ochenta – en este momento es parte del Grupo Piaggio – aún sigue disponiendo de cosechadoras entre su catálogo de productos. De todos modos, la capacidad demostrada para crear iconos como la Laverda 750 SFC ha colocado a la marca más cerca de Ducati o Aprilia que de Massey Ferguson o John Deere.
Eso sí, ya metidos en las motos durante los años cincuenta Laverda quiso orientarse hacia las pequeñas monturas de carácter urbano. Un segmento popular y asequible donde podría haber compartido protagonismo con Vespa y Lambretta. Sin embargo, para 1961 ya había creado una motocicleta con motor dos tiempos y 200 cm3. De esta forma, las Laverda empezaban a mirarse de tú a tú con motos que ya no eran simplemente urbanas. Una tendencia agravada a partir de 1966, cuando la presentación de la 650 marcó un viraje definitivo en la historia de la empresa avanzando hacia un segmento deportivo donde las monturas japonesas avanzaban con fuerza copando el mercado anglosajón.
Al igual que Lamborghini, Laverda llegó a ser una marca referencial para los amantes de la deportividad italiana a pesar de hundir sus raíces en la fabricación de maquinaria agrícola
Laverda 750 SFC, más copias que originales
Desarrollando aún más la comparación entre Laverda y Lamborghini, la verdad es que en ambas empresas hubo un momento de “venirse arriba” cargado de audacia y atrevimiento. Al fin y al cabo, no se explica de otra forma cómo la apuesta por el segmento deportivo pudo llegar tan lejos en ambos casos. Y es que, lejos de producir motocicletas con un cierto toque deportivo pero sin salirse de lo popular y masivo, Laverda acudió de un plumazo al mundo de las carreras para vérselas de tú a tú con Honda. Algo muy parecido a lo que hizo Lamborghini, despegando de un tirón al mundo de los grandes GT con la intención de barrer a Ferrari en su propia liga.
Y por cierto, mientras Ferrari fue fiel a sus V12 Colombo en la zona alta de de su gama, Laverda lo fue a su bloque bicilíndrico en su gama deportiva a caballo entre los sesenta y setenta. Gracias a ello, este proceso de incursión en los circuitos se hizo con una serie de motocicletas basadas en el mismo origen. Así las cosas, a la ya mencionada 650 le continuó en 1967 la 750. Una montura más profesional ofrecida en varias versiones, entre las cuales destacó la SF gracias a sus enormes frenos de tambor diseñados por la propia fábrica.
No obstante, el gran paso adelante vino cuando en 1971 se presentó la Laverda 750 SFC. Versión de competición realizada en serie corta, no vendida a través de los concesionarios sino tratando de forma directa con la marca. De esta manera, Laverda escogía a significativos pilotos-cliente para asignarles esta montura exclusiva para los circuitos. Una estrategia inteligente, ya que en en gran medida externaliza el esfuerzo en competición al no contar con equipo propio, limitándose a dar soporte técnico y postventa a escuderías privadas.
Siempre rematada en su característico color naranja, esta motocicleta sólo se ofrecía a pilotos-cliente con capacidad de llevarla a competir y ganar en los circuitos
Respecto a la mecánica, la Laverda 750 SFC contó con un bicilíndrico de cuatro tiempos con 744 cm3 y 75 CV a 7.500 vueltas alimentado por dos carburadores para mover un peso de 206 kilos. Además, cambió los frenos de tambor por unos contundentes discos capaces de rendir a la perfección en las pistas. Todo ello siempre bajo el reconocible color naranja con el cual se pintaron las 549 unidades ensambladas por la fábrica. Una cifra muy a tener en cuenta, ya que según pasaban los años el registro histórico del modelo llegó a sumar hasta unas 2.000 peticiones. El resultado de haber convertido a la Laverda 750 SFC en una leyenda, atrayendo la atención de multitud de pillos y pícaros al abordaje de la copia perfecta. Ese tipo de cuestiones que sólo pueden pasar con algo tan mítico como escaso. Menos mal que los genealogistas del motor tienen un ojo casi arqueológico para los números de serie.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS