Posiblemente, la Montesa LA Cross 66 sea uno de los diseños más representativos para la nueva estrategia emprendida por la marca a mediados de los sesenta. Un momento en el que el mercado español ya había recibido el impacto del SEAT 600, necesitándose el refugio en nichos de mercado relacionados con la deportividad puesto que, gracias al auge del consumo y los nuevos automóviles económicos bajo licencias FIAT y Renault, la movilidad del día a día había dejado de ser un asunto a dos ruedas. Además, aunque la especialización en motocicletas relacionadas con el ocio era algo rentable, lo cierto es que el mercado peninsular no daba de por sí.
Necesariamente había que buscar nuevos horizontes. Horizontes que pasaban por el Reino Unido y, especialmente, los Estados Unidos de América. Un país de amplia tradición motociclista, aunque con mucha más presencia del Off-Road que de todo lo relacionado con el asfalto. Y es que, al fin y al cabo, en la soleada California abundaban las carreras disputadas en desiertos y parajes desolados. Justo el contexto donde se fue fraguando la fama de Montesa al otro lado del Atlántico después de que, en 1963, se empezase a conformar su red de distribuidores a partir del impulso ejercido por un consorcio donde abundaban pilotos de tierra como Kim Kimball.
Así las cosas, la Montesa LA Cross 66 resulta extremadamente paradigmática de cara a ilustrar la trayectoria de la empresa durante aquellos años. No en vano, su mezcla de Cross y especificidad para el mercado estadounidense habla muy bien sobre la mencionada suma de intereses, teniendo además por virtud financiera el descender directamente de la Impala. Algo que, para cualquier contable, resulta de lo más importante al ahorrar los costes implícitos en cualquier motocicleta diseñada desde cero. Además, aunque estamos hablando de una montura claramente escorada hacia los Estados Unidos, la Montesa LA Cross 66 también tiene una historia muy simbólica para con la Península Ibérica, habiendo sido responsable de llevar a Pere Pi hasta una de sus victorias en el Campeonato de España de Motocross.
Durante los años sesenta Montesa tuvo claro que mirar al mercado Off-Road de los Estados Unidos era algo básico para cuadrar el crecimiento de las cuentas
Montesa LA Cross 66, probada con éxito en España
Tras el éxodo de Xavier Bultó a finales de los cincuenta, el nombre más importante para el diseño en Montesa pasó a ser el de Leopoldo Milá. Creador de la Impala, su creatividad sobre la mesa de trabajo produjo máquinas tan originales como el scooter Fura de 1958. Sin embargo, más allá de los despachos toda marca necesita profesionales capaces de probar los diseños sobre el terreno. Son los probadores. Caracterizados por una labor tan silenciosa como esencial, su colaboración con mecánicos e ingenieros resulta esencial a fin de pulir las motocicletas que vayan a salir a los concesionarios.
Llegados a este punto, cuando hablamos de Montesa y las monturas Off-Road no podemos obviar el nombre de Pere Pi. Conocido en el mundo de la competición por sus seis campeonatos de España de Motocross sumando los ganados en octavo y cuarto de litro, también realizó en Montesa una labor esencial preparando los modelos que introdujeron a Montesa en el Motocross. De hecho, la Brío Cross de 1961 se basó en la adaptación que de una Brío 110 de serie hiciera él mismo para competir en el campeonato de 1960.
A partir de ahí, la labor de Pi se volvió indispensable, afinando las míticas Impala Cross mientras usaba la competición como campo de pruebas y éxitos. De esta manera, mientras se acumulaban los títulos poco a poco crecía el interés por las motocicletas Montesa al otro lado del Atlántico. Algo muy bien ilustrado por la Impala Cross 250 aparecida en 1964, en lid constante con las Bultaco, Maico y Husqvarna así como cada vez más frecuente en diversos trofeos internacionales. Una base estupenda para la aparición de la Montesa LA Cross 66, cuya victoria en el Campeonato de España – Pere Pi lo ganó con el prototipo de la misma – sirvió como tarjeta de presentación ante pilotos extranjeros.
Aunque en la denominación comercial no figuraba el término Impala, esta motocicleta era una derivada de la famosa y reconocida motocicleta lanzada en 1962
Definitivamente lanzada en 1966, la LA Cross 66 venía a ser una adaptación para el mercado norteamericano de la Impala Cross 250 aparecida dos años antes. Antecesora directa de las exitosas Cappra, su monocilíndrico de dos tiempos con 247 centímetros cúbicos rendía 30 CV a 7.000 revoluciones por minuto ofreciendo una efectividad a bajas vueltas como ensordecedor era el sonido de su escape. Además, como muestra del interés puesto por Montesa en el mercado estadounidense, se presentó en parejo a la Texas. Una montura a medio camino entre el Motocross y el Trial, cubriendo así el segmento ubicado justo por debajo de la LA Cross 66 en lo referido al peso.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS