El velomotor Rex no es uno de las piezas más simbólicas para el mundo de las dos ruedas en España. En esto estamos de acuerdo. Sin embargo, sí es la creación más conocida de su marca. Una de las más antiguas en la producción de motores a explosión aplicados a diferentes áreas, habiéndose fundado en Barcelona allá por 1913. Sin duda, algo a reseñar pues, no en vano, por aquella época la mecánica industrial aún estaba en pañales incluso en zonas tan conectadas con Europa como el litoral catalán. Además, seguramente una gran parte de la afición conocerá a Rex por ser una de las empresas en las que se forjó Wifredo Ricart. Clave en la posterior fundación de la ENASA por parte del Instituto Nacional de Industria, así como creador de los icónicos Pegaso Z-102.
Pero vayamos por partes. Para empezar, hemos de situarnos en la España de comienzos del siglo XX. Un lugar donde, poco a poco y de manera territorialmente desigual, se iba asentando un tejido industrial cada vez más denso. No sólo en las ciudades, sino también en los campos. Ámbito en el que la mecanización de las tareas otrora manuales iba ganando espacio según el desarrollismo caía, especialmente, en las zonas destinadas a las explotaciones de regadío. De esta manera, más allá de la aún elitista y muy reducida industria automotriz, los motores de explosión se hicieron cada vez más necesarios al servicio de bombas de agua o ingenios similares.
Gracias a ello, en Barcelona afloraron diversas empresas dedicadas a la mecánica aplicada. Contexto en el cual nació Rex, donde a finales de los años veinte comenzó a trabajar un jovencísimo Wifredo Ricart que, gracias a su valía, rápidamente fue ascendido a director de talleres. Asimismo, ya que la empresa actuaba como distribuidora de los modelos Hispano-Suiza, el incipiente ingeniero pudo tener sus primeros contactos serios con el automovilismo más elitista. Lecciones que no olvidaría cuando, en 1936, fue contratado por la sección de proyectos especiales de Alfa Romeo. Lugar donde firmaría proyectos tan espectaculares como los monoplazas Tipo 512 con motor central plano.
Fundada en 1913, Rex fue la fábrica de motores a explosión con patentes propias más antigua de España. De hecho, muchos historiadores del motor la consideran la que más. Asimismo, fue un lugar de formación esencial en la carrera del ingenioso Wifredo Ricart
Ciclomotor Rex, un hijo de sus tiempo
Tras la Guerra Civil Española, Ricart regresó a España ya entrados los años cuarenta. Sin embargo, de Rex había salido en 1926 y, además, su prestigio era de tal calibre que fue solicitado por el propio estado de cara a la fundación de ENASA y el desarrollo de la gama Pegaso. Así las cosas, Rex siguió siendo una empresa modesta dedicada a la producción de ingenios mecánicos con múltiples aplicaciones. Sin embargo, dada la necesaria reconstrucción nacional tras la contienda, aquello se había convertido en una actividad tan necesaria como lucrativa.
Puestos en esta tesitura, a sus motores se les puede seguir la pista en los sistemas de regadío, los ingenios agrícolas e incluso los barcos. Una diversa panoplia de ofertas en la que, a mediados de los años cuarenta, también se encontraba la motorización de bicicletas. Al fin y al cabo se estaban pasando los años más duros de la posguerra. Con una España no sólo desgarrada por la represión y el exilio, sino también económicamente condenada por las cartillas de racionamiento y el aislamiento internacional.
Con todo ello, el grueso de la población trabajadora no podía permitirse más que bicicletas para acudir a sus puestos de fábrica. Dotadas, en el mejor de los casos, con aquellos ingenios de enorme proyección tanto aquí como en Italia o Japón – véase el Ducati Cucciolo o el Honda 50 Cub – . Así las cosas, el motor Rex para bicicletas de 1953 contaba con un sólo cilindro de 63 centímetros cúbicos para ofrecer 1,2 CV a 2.750 revoluciones por minuto con un consumo de 1,8 litros cada cien kilómetros y un peso fijado en algo más de 8 kilos.
En la España de los cuarenta y cincuenta resultaba del todo normal motorizar bicicletas. De hecho, bien podría decirse que éste es el germen de lo que actualmente conocemos como ciclomotor
Gracias a aquellas características, logró un notable éxito comercial dentro del ámbito barcelonés. Algo que ofreció a la empresa la confianza necesaria como para dar un paso más allá: ensamblar su propio velomotor. Así nacía un modelo con el mismo nombre que el mencionado motor y su marca, ofertado en dos versiones con diferentes calidades. Una distinción especialmente visible en el cuadro, ya que mientras la versión más económica – Tipo Popular – se montaba en base a un cuadro de bicicleta, la más refinada – Tipo Lujo – lo hacía usando un bastidor reforzado en chapa estampada a cargo de la propia Rex. Asimismo, en ambos casos contaba con suspensión delantera por horquilla telescópica. Un producto del todo adecuado para los tiempos de postguerra que, sin embargo, no tuvo continuación ya que la fábrica cerró a comienzos de los años sesenta.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS