Pensando en frío, teniendo sólo en cuenta el rendimiento económico, posiblemente el ciclomotor Peugeot BB sea el modelo que más satisfacciones haya dado a la casa del león. No en vano, cuando se lanzó en 1956 inauguró una prolífica saga exportada a medio mundo con vida comercial hasta bien entrados los años setenta. Pero vayamos por partes. Para empezar, Peugeot cuenta con una tradición motociclista con raíces en el siglo XIX. De hecho, hasta los años treinta la marca francesa cuenta en su haber con una sensacional panoplia de máquinas deportivas. Muchas de ellas con unos 750 centímetros cúbicos y victorias en el TT de la Isla de Man por delante de las excelentes Triumph.
No obstante, pasada la Segunda Guerra Mundial la dirección de la empresa decidió apostarlo todo a las gamas generalistas. De hecho, esto pasó también con los automóviles. Es más, Peugeot no volvió a fabricar una berlina de gama superior hasta casi los ochenta, habiendo pasado unas cuatro décadas desde sus 401 de los años treinta. Así las cosas, en el ámbito de las dos ruedas echó mano de lo “ nacional y popular “ – que nadie vea conexiones entre De Gaulle y Perón, aunque haberlas puede haberlas – presentando una variada oferta de monturas urbanas.
A la cabeza de las mismas estaba la scooter S55. Réplica gala a las italianas Vespa y Lambretta. La cual, en su país, desarrolló un interesante índice de ventas. No obstante, por debajo Peugeot ya había asentado una amplia gama de ciclomotores aunque, a decir verdad, bien podrían calificarse como velomotores. Y es que, no en vano, el chasis del Bima – lanzado en 1951 – es mucho más similar al de una bicicleta que al de una motocicleta como tal. De hecho, sólo bastaría quitarle el motor de combustión para, sin demasiado esfuerzo, hacerlo pasar por una cómoda bicicleta de paseo. Llegados a este punto, obviamente Peugeot no podía seguir así en su gama más popular.
Peugeot se tomó muy en serio su gama motociclista popular durante los años cincuenta. Es más, a finales de la década absorbió a Terrot para tomar así toda su experiencia en 125 centímetros cúbicos
Peugeot BB, un éxito sin paliativos
Al igual que le pasara en España a Derbi con su SRS o a Moto Guzzi Hispania con su 49, según avanzaron los años cincuenta incluso los segmentos más populares del mercado querían – y podían – quitarse el recuerdo de la posguerra y sus bicicletas motorizadas. De esta manera, en aquellos años se vivió la explosión definitiva de los ciclomotores, amparados en una legislación laxa gracias a la cual todo resultaba tan sencillo como acudir al concesionario, pagar y salir circulando. Eso sí, en ausencia de ciertos cambios de normativa que, al menos en el caso de España, no se produjeron hasta 1961.
Con todo ello, en 1956 Peugeot al fin lanzaba una respuesta moderna y eficaz para sustituir al Bima. Se trataba del BB, con un bastidor en chapa estampada donde el depósito se incluía en la forma general del mismo. Además, éste era abierto, garantizando una gran comodidad a cualquier persona que llevase falda o similares. Como en España no sólo hacían multitud de mujeres, sino también sacerdotes.
Respecto al motor, el Peugeot BB montó uno de 1,8 CV y 49 centímetros cúbicos firmado por Lavalette. Claro está, limitado al que en Francia era el límite legal de velocidad para un vehículo así: 45 kilómetros por hora. No obstante, dada la importancia con la que Peugeot se tomó todo lo relativo a las gamas más populares a los pocos meses apareció el BB 2L. Una primera variante de nuestro protagonista en la que, ya sí, se incluía una mecánica firmada por la propia casa fabricante.
El BB fue uno de esos muchos ciclomotores sufridos y callados que durante años motorizaron a buena parte de la población europea
De hecho, a fin de mejorar en todo lo relativo a lo situado por debajo de los 125 centímetros cúbicos, Peugeot acabó absorbiendo a Terrot en 1959. Momento en el que, ahí sí, vino una auténtica explosión de variantes en la saga BB. Algunas de ellas con especial predicamento en España como la V-LA dotada con un interesante mecanismo de arranque por tirón de cuerda así como embrague automático. Algo de lo cual os hablaremos en próximas entradas sobre la saga de las Peugeot BB.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS