BMW ha experimentado dos momentos muy difíciles debido al resultado de guerras en las que ella misma participó como proveedora del ejército alemán. En este sentido, la finalización de la Segunda Guerra Mundial por poco acabó con la existencia de la casa bávara. No en vano, mientras una de sus dos fábricas caía en el territorio de la futura RDA, la otra tuvo que salir adelante produciendo incluso arados -y material de cocina- debido a las restricciones impuestas por los Aliados. Restricciones que, de una manera lógica y comprensible, limitaron la inmediata reindustrialización alemana hasta que el país no quedase desnazificado.
Además, tras el fin de la Primera Guerra Mundial el Tratado de Versalles también condicionó la forma y manera en la que habría de comportarse la industria germana. Un “tú la lías, tú la pagas” que, sin embargo, desgraciadamente sembró las semillas de un victimismo nacional posteriormente aprovechado por las políticas raciales urdidas en la mente de Adolf Hitler. Un contexto complejo donde BMW tuvo que enfrentarse a la imposibilidad de seguir fabricando motores de aviación al tiempo que, por varios años, también experimentó seria limitaciones en materia de cilindrada cuando hablamos de mecánicas para otros tipos de vehículo.
Llegados a este punto, BMW sobrevivió gracias a los motores de barco, la maquinaria agrícola e incluso los frenos para ferrocarriles. No obstante, tras actuar como proveedor mecánico para otras marcas el núcleo de diseñadores de la casa alemana decidió lanzarse a la producción de su propia motocicleta a comienzos de los años veinte. Resultado de aquello fue su primera creación en serie: la BMW R32. Una máquina en la que, gracias a su motor bóxer con dos cilindros y casi medio litro de cubicaje, se empezaban a reunir las cualidades que, durante décadas, han definido a sus creaciones.
Después de la Primera Guerra Mundial BMW tuvo que ingeniárselas para sobrevivir bajo la prohibición de fabricar motores de avión
BMW R42, la evolución del concepto inicial
Dirigida a un público exclusivo, la primera motocicleta firmada por BMW presentó unos niveles de calidad realmente llamativos. Además, su desempeño aseguraba una efectiva mezcla de potencia y fiabilidad. En suma, la marca había empezado con buen pie, llamando incluso la atención en el distinguido y envidiable mercado británico.
No obstante, a mediados de la década una reforma fiscal posibilitó abrir nuevos horizontes en la gama comercial. No en vano, la retirada del impuesto de lujo a las motocicletas turismo facilitaba ampliar el mercado abriéndose hacia los segmentos medios. Una coyuntura en la que, lejos de enrocarse en la alta gama, BMW decidió apostar por aumentar su producción al tiempo que reducía costes gracias a la implantación de una cadena de montaje moderna.
Al estilo de lo marcado por Ford en América o FIAT en la novedosa factoría de Lingotto inaugurada justo el mismo año en el que echaba a andar la división de motocicletas en BMW. 1923. Así las cosas, en 1926 se presentaron dos nuevos modelos marcados por aquellas técnicas de ensamblaje. Hablamos del R47 -el mayor estandarte en esta innovadora manera de trabajar- y el R42. A la sazón, una evolución de aquella primera motocicleta que tanto éxito diera a BMW desde su presentación tres años antes.
En 1926 BMW empezó a utilizar técnicas de fabricación en serie capaces de reducir los costes y, por tanto, posibilitar una comercialización más masiva
Dominada por un motor bicilíndrico bóxer con 494 centímetros cúbicos, la R42 era capaz de entregar 12 CV a 3.400 revoluciones por minuto asegurando así un excelente comportamiento turismo. Además, en contraste con el motor de válvulas en cabeza montado en la R47, el de nuestra protagonista instaló a las mismas en el lateral. Todo ello, claro está, con un ciclo de cuatro tiempos. Respecto al peso, éste tendía a la ligereza gracias a los tan sólo 126 kilos. No demasiado para los parámetros del momento. En suma, coordenadas para uno de los primeros éxitos de ventas vividos por BMW, la cual consiguió adjudicar más de 6.900 unidades durante los tres años que este modelo estuvo en cadena de montaje. En fin, una motocicleta ideal para cualquier persona apasionada por la historia de la casa germana en sus momentos iniciales.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS