Pocos vehículos de dos ruedas son más famosos que la Vespa, y pocos se han mantenido casi intactos durante tanto tiempo. Sin embargo, la Vespa estuvo a punto de ver como su fisionomía cambiaba notablemente allá por los años 80, una de las épocas más complicadas para Piaggio y para la misma Vespa.
Durante una gran cantidad de años, la Vespa fue un vehículo muy original y casi único en el mercado, pero la llegada de los scooter japoneses en los 80 creó estragos entre los tradicionales fabricantes europeos y entre ellos, Piaggio, que se vieron acorralados y con la necesidad de actuar lo más rápido posible para no verse fuera de mercado. Acorralados por los japoneses, pero también por las normativas.
Así, Piaggio, hoy día auténtica especialista en scooter y vehículos utilitarios gracias a esa llegada de los japoneses, se puso manos a la obra y solicitó la colaboración del diseñador Paolo Martín, un diseñador que estaba de moda en aquellos momentos tras haber trabajado para marcas como De Tomaso, Ghia, Bertone o Pininfarina.
El señor Paolo tenía que renovar el catálogo de Piaggio y de Gilera, que además tenía alguna que otra moto. Las ventas de scooter, dominadas casi por la Vespa, tuvieron un enorme repunte con la llegada de los japoneses, que ofrecían máquinas de diseño llamativo y muy moderno, con motores muy fiables y que gastaban muy poco, y que se veían complementados por suspensiones y frenos un paso por delante de todo lo que se ofrecía en aquel momento. Todo ello por poco dinero.
La Vespa era casi lo contrario en muchos apartados, porque mantenía la misma técnica y la misma imagen desde hacía décadas y no era tan económica como querían hacer pensar sus creadores. Era necesario un cambio para poder plantar cara a los nipones, pero siempre sin dejar de ser “auténticos”; tenía que ser una Vespa se mirara desde el ángulos que se mirara.
En aquellos años, la Vespa PX fue uno de los pilares de la marca, pero las tendencias estaban haciendo que perdieran clientes y Paolo Martin recibió el encargo de desarrollar una evolución sobre el modelo. El proyecto se llamó Vespa GS 200 H2O y se llevó a cabo en absoluto secreto, sobre una Vespa PX 200.
Se dice que el motor, como indica la denominación, tenía refrigeración líquida y que además, incluía inyección de combustible, aunque lo más llamativo era, sin duda, su diseño. Paolo Martin le dio un toque aerodinámico y, para ser sinceros, un tanto japones “de los 80”, pero manteniendo los rasgos característicos de la Vespa y permitiendo que se reconozca con el primer golpe de vista.
Cuando se presentó a los directivos, estos quedaron sorprendidos por las formas y las líneas de la Vespa GS 200 H2O, pero nunca llegó a producción. Paolo cambió algunas casas y creó la Vespa Cosa, que si acabó en las tiendas allá por 1988, una de las versiones de la Vespa menos apreciadas y vapuleadas por los fanáticos del modelo italiano.
La mala acogida de la Vespa Cosa, hizo que el proyecto GS 200 H2O no evolucionara más, de hecho, ni siquiera es un modelo funcional, sino una maqueta realizada con madera a tamaño real.
Javi Martín
Con 20 años no ponía ni una sola tilde y llegaba a cometer faltas como escribir 'hiba'. Algo digno de que me cortaran los dedos. Hoy, me gano un sueldo como redactor. ¡Las vueltas que da la vida! Si me vieran mis profesores del colegio o del instituto, la charla sería de órdago.COMENTARIOS