Moto del día: Peugeot Buxy

Moto del día: Peugeot Buxy

Pequeña, económica y muy ágil, ya no hay scooter así


Tiempo de lectura: 3 min.

No era la más rápida, ni la más elegante, ni la más moderna. Pero si viviste los noventa, la Peugeot Buxy seguro te suena. Era ese scooter que sonaba dos calles antes de pasar, el que dejaba un olor dulzón a mezcla de aceite y gasolina, y el que te sacaba una sonrisa aunque no te perteneciera. Porque la Buxy fue eso: un pedazo de barrio sobre dos ruedas.

Apareció a mediados de los 90, en una época en la que Peugeot ya tenía el Speedake y el Squab, pero quiso ofrecer algo todavía más juvenil y compacto. Con su motor de 49 cc y dos tiempos refrigerado por aire, sacaba unos 4,2 CV oficiales. Poco, pensarán algunos. Pero los que la montaron saben que con un escape Yasuni, un cilindro de 70 y un carburador Dell’Orto de 21, aquel ciclomotor volaba. Sin tocar el peso (unos 81 kilos), se ponía al nivel de una 125 sin despeinarse: casi 10 CV de pura insolencia.

El Buxy era un scooter de estilo similar al Piaggio Zip; pequeño, económico, fácil de conducir, fácil de aparcar en cualquier lado, pero escondía una cosa: una facilidad para ganar prestaciones con “cuatro cosas”, que no tenían otros. Su secreto era la sencillez. El bloque dos tiempos de Peugeot/Minarelli —heredado de otros modelos como el Vivacity— era duro, agradecido y fácil de preparar. El variador automático lo hacía ideal para moverse por ciudad, y su ligereza le daba una agilidad que hoy muchos scooters modernos envidiarían. Además, tenía algo que pocos más lograron: personalidad. Entre los carenados cuadrados, los adhesivos chillones y los escapes ruidosos, la Buxy parecía decir “aquí estoy” incluso aparcada.

Peugeot Buxy (2)

A simple vista se aprecia su origen noventero por el diseño de sus plásticos, con un escudo frontal ligeramente curvado y desprovisto de faro —iba situado en el manillar—, unos laterales muy sencillos pero envolventes y una decoración en dos tonalidades. Falaba mucho para que los maxiscooter y los scooter GT se convirtieran en lo habitual y estos pequeños modelos, ágiles como ninguno, eran los reyes de la ciudad y de los barrios.

Su depósito de 5,4 litros no daba para muchos kilómetros, pero en los noventa nadie pensaba en autonomía. Lo importante era llegar al instituto, al parque o al bar antes que los demás. Y la Buxy, con su postura relajada y su manejabilidad, te hacía sentir que podías ir a cualquier parte.

Con el tiempo, fue sustituida por scooters más refinados, más silenciosos y menos divertidos. Fue la puerta de entrada al motor para miles de chavales, un símbolo de independencia y ruido. Hoy casi no se ven, pero basta oír un dos tiempos al ralentí para que vuelva aquel olor, aquella sensación de que el mundo era más simple… y que bastaban cinco litros y un variador para comerse la ciudad.

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Sobre mí

Javi Martín

Con 20 años no ponía ni una sola tilde y llegaba a cometer faltas como escribir 'hiba'. Algo digno de que me cortaran los dedos. Hoy, me gano un sueldo como redactor. ¡Las vueltas que da la vida! Si me vieran mis profesores del colegio o del instituto, la charla sería de órdago.

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Pablo Mayo

Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches, y ahora también las motos. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

Javi Martín

Con 20 años no ponía ni una sola tilde y llegaba a cometer faltas como escribir 'hiba'. Algo digno de que me cortaran los dedos. Hoy, me gano un sueldo como redactor. ¡Las vueltas que da la vida! Si me vieran mis profesores del colegio o del instituto, la charla sería de órdago.

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