Desde sus inicios, Bultaco apostó por diversificar su gama más allá de las opciones relativas al asfalto. De esta manera, en 1960 vio la luz la Sherpa S 125. Una primera pero eficaz incursión en el Cross a la cual siguieron las variantes 175 y 200 en 1961 junto a la 100 en 1962. Así las cosas, incluso el propio Francisco Xavier Bultó comienzó a prestar una atención creciente a las pruebas deportivas relacionadas con el Motocross. Especialidad proveniente del mundo anglosajón y que, poco a poco, iba ganando cada vez más adeptos entre los hijos de la burguesía catalana. Muy dados a quebrar el silencio campestre ya fuera en fincas propias o ajenas.

Con todo ello, el primer Motocross Internacional de Barcelona supuso un punto fundamental en la historia de Bultaco y el Off-Road. No en vano, a aquella cita acudió desde el Reino Unido Don Rickman. Uno de los hermanos Rickman y, a la sazón, copropietario de una de las mejores casas motociclistas enfocadas en el Motocross existentes en todas las Islas Británicas. Es más, su fórmula de éxito se basó en producir sus propios – y muy ligeros – chasis a los que después incorporaban las mecánicas más adecuadas del momento.

Así las cosas, Don Rickman probó durante la prueba una Sherpa S con tan buenos resultados que logró la victoria. Llegados a este punto, los británicos quedaron tan entusiasmados con la mecánica de Bultaco que propusieron a la marca catalana incorporarla a uno de los modelos Métisse. Llamados así, claro está, por el carácter mestizo exhibido por la conjunción de bastidor propio y motores ajenos. Con todo ello, en 1963 comienza el desarrollo de un nuevo propulsor con cuarto de litro de cara a la futura motocicleta de Cross con autoría compartida. De esta manera, en 1964 los primeros prototipos ya con motor de 250 centímetros cúbicos comienzan a conquistar victorias en el Reino Unido. Justo el punto de confianza necesario para que, durante el año siguiente, comenzase la producción de la Rickman-Bultaco Métisse.

Tras la experiencia acumulada en el proyecto conjunto con los hermanos Rickman, Bultaco ya estaba en condiciones de crear nuevas generaciones de la Pursang al más alto nivel

Bultaco Pursang MK3, se afianza el Motocross en la marca

Aquella empresa compartida con los hermanos Rickman no salió bien. Eso sí, no nos referimos al ámbito del desempeño en carreras, donde sin duda las Métisse representaban una excelente opción para la época. Lejos de ello, lo que salió fatal fue el reparto de los mercados y la expansión comercial. De esta manera, algunas unidades eran ensambladas por Rickman mientras que otras se ultimaban en Barcelona. A partir de aquí, ambas empresas se repartieron mercados, quedando en franca desventaja Bultaco ya que, a pesar de haberse reservado buena parte de la red estadounidense, sus unidades eran vistas por la presa como meras réplicas de las Rickman.

Llegados a este punto, la relación entre ambas casa motociclistas se tensa hasta el punto de romperse. Momento en el que, hacia la primavera de 1967, Bultaco decide presentar la Pursang MK2. Heredera en su concepto de todo lo realizado con los hermanos Rickman, esta nueva motocicleta estrenó un chasis de factura propio con monocuna desdoblado para abrazar el cárter.

Además, ésta se beneficiaba de todo lo aprendido por el recién estrenado equipo oficial para Motocross. El cual estaba sirviendo al desarrollo de nuevas monturas Off-Road como el departamento de carreras había hecho con sus TSS en relación a la gama de asfalto. Visualmente, su aspecto más reconocible era el guardabarros en forma de pico. No obstante, en lo mecánico la Pursang MK2 era realmente continuista. Eso sí, respecto a la Pursang MK1 – nombre dado por Bultaco a la Métisse – ganaba 5 CV para llegar hasta los 34 CV gracias a una mayor relación de compresión.

Viendo el éxito de la Pursang, en Bultaco lanzaron una nueva generación de la misma cada año a fin de hacer del modelo un tema siempre presente en el candelero de la prensa

Con todo ello, esta motocicleta se convierte en un verdadero éxito de ventas en los mercados internacionales. De hecho, de la Pursang MK2 se fabrican casi 2.000 unidades entre 1967 y 1968. Gracias a ello, precisamente de cara a este segundo año la fábrica decide poner al día este modelo presentando la Pursang MK3. Obviamente – y como viene siendo especialmente común en el mundo del Motocross, donde las diferencias entre una versión u otra son mínimas a pesar del carácter enfático de muchos de sus seguidores – se alteraron pocos componentes. En este sentido, lo más destacable fue la nueva colocación del tubo de escape, el cual dejaba de recorrer la parte superior del chasis para salir ahora por debajo del motor. Los colores, al menos en el mercado nacional, eran los mismos. Respecto a la mecánica, todo seguía jugando en torno al monocilíndrico con dos tiempos y 244 centímetros cúbicos. Capaz de entregar 34 CV a 8.000 revoluciones por minuto alimentándose por un carburador Amal 932. Además, en lo referente al cambio seguía beneficiándose de las cinco velocidades ya incorporadas en su predecesor. Por cierto, ya sin demasiadas averías, lo cual había sido todo un problema en el desarrollo de las Métisse.