Normalmente, cuando pensamos en Harley-Davidson lo primero que nos viene a la cabeza es la imagen de una motocicleta con cilindrada generosa. Sin embargo, esta forma de hacer las cosas no siempre ha sido hegemónica -ni lo será, debido a la electrificación- en la histórica casa estadounidense. No en vano, a finales de los años cincuenta ésta ya empezó a demostrar interés por diversificar su gama ofertando modelos de corte urbano con motores escuetos tanto en potencia como en consumo.
Por cierto, una idea realmente visionaria pues, a la postre, situó a Harley-Davidson en una posición más cómoda de cara a competir con las motocicletas de acceso ofertadas por las marcas japonesas tan sólo unos años después. Algo importante aunque en definitiva no crucial pues, finalmente, la competencia nipona hizo más estragos en las cilindradas medias y superiores que en las inferiores. De hecho, durante los años setenta la propia Harley-Davidson pidió protección al gobierno conservador de Reagan, el cual aumentó los aranceles impuestos a las motocicletas de importación a fin de hacerlas menos competitivas en el mercado estadounidense.
Una manera torticera de hacer las cosas en vez de preocuparse por mejorar lo que en aquellos años los japoneses sí tenían y Harley-Davidson no: buenos acabados, precios competitivos, mecánicas novedosas y diseños atractivos. No obstante, lo que no se puede negar al fabricante americano es la visión que tuvo a la hora de entrar en las cilindradas más escuetas. Ahora, ya que para hacerlo tenía que invertir una gran cantidad de dinero y esfuerzo, prefirió hacerlo comprando una amplísima participación en la italiana Aermacchi. Especialista en motores escuetos y, a los pocos años, completamente absorbida por Harley-Davidson.
Antes incluso de que las fábricas japonesas desembarcaran en los Estados Unidos, Harley-Davidson vio la necesidad de ingresar en las bajas cilindradas a fin de cuadrar sus cuentas
Harley-Davidson X-90, una Harley-Davidson inesperada
Aunque Harley-Davidson cuenta con una identidad muy definida, lo cierto es que en su trayectoria existen modelos que, a priori, la afición a la misma no se esperaría. En este sentido, sin duda la Harley-Davidson X-90 es uno de los más representativos debido a su apariencia de mini-moto. Además, lejos de ser algo aislado este diseño de 1973 comparte nicho de mercado con dos más también lanzados por la marca en el tránsito de cuatro años.
Peor vayamos por partes. Para empezar, aunque estemos delante de una motocicleta escueta lo primero que hemos de tener claro es que estamos delante de una verdadera motocicleta. No en vano, su motor monocilíndrico con ciclo de dos tiempos suma 90,5 centímetros cúbicos para dar un total de 8 CV con una relación de compresión de 8,5:1.
No fue un caso único en la casa estadounidense ya que compartió gama junto a dos modelos más en este estilo también producidos en Italia
Respecto al arranque, éste se realizaba a patada mientras que el cambio era de cuatro relaciones. Suficiente para dar ciertas posibilidades en el tráfico urbano a la persona que, en solitario pues su asiento no admite a dos ocupante, deseara adquirir este modelo escueto pero práctico para el día a día. Además, como último dato realmente relevante debemos indicar cómo la Harley-Davidson X-90, a pesar de venderse especialmente en los Estados Unidos desde 1973, fue una máquina ensamblada en Italia por las cadenas de montaje de la ya absorbida Aermacchi. En fin, otro rasgo exótico para un modelo que, seguramente, muchos no se esperarían.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS