En 1923 Lancia presentaba uno de los modelos con mayor impacto no sólo en su historia sino en todo el conjunto del automovilismo. Hablamos del Lambda. Caracterizado por su bastidor monocasco, éste partía de principios propios del diseño de barcos para unir chasis y carrocería en un sólo elemento a base de paneles de chapa.
De esta manera la rigidez del conjunto mejoraba considerablemente y, además, se establecía la pauta a seguir por el resto de fabricantes hasta los tiempos actuales. De hecho bien podría decir que todos y cada uno de los automóviles actuales tienen una deuda evidente hacia la osadía e innovación mostradas en por aquel modelo ya centenario.
Dicho esto, el industrial francés Georges Roy quedó prendado de la idea relativa al bastidor monocasco hasta el punto de sopesar su adaptación al ámbito de la motocicleta. Así las cosas, a mediados de los años veinte pensó en cómo crear un monocasco para dos ruedas superando así a los bastidores de aquel momento; muchas veces escasamente evolucionados respecto a lo presentado por bicicletas o velomotores.
Llegados a este punto gastó una suma considerable en crear un prototipo basado en un bastidor autoportante elaborado en base a planchas de acero. Algo muy interesante sobre el tablero de trabajo pero, en la práctica, extremadamente costoso debido al proceso de estampación de las planchas. Es más, éste no sólo requería de un personal altamente especializado sino, claro está, de una serie de máquinas tan costosas como difíciles de operar. De hecho, aquí en España la catalana Mymsa casi se fue a la quiebra -y hablamos de los años cincuenta- por implantar el sistema de estampado; sólo rentable en grandes factorías con producciones masivas como la de Motovespa en Madrid.
No obstante Georges Roy creía en su proyecto hasta el punto de bautizarlo como “New Motorcycle”. Y es que, no en vano, éste pretendía abrir un capítulo tan disruptivo en la historia del motociclismo como el Lambda había abierto en el del automovilismo. Eso sí, todo aquello topó de frente con la realidad de las finanzas, viéndose a las claras la inviabilidad comercial del modelo debido a sus onerosos costes de fabricación.
Más allá de sus líneas, esta motocicleta cuenta con evidentes novedades técnicas aunque, a decir verdad, menos disruptivas de lo que se esperaba. Finalmente, en todo producto destinado a la comercialización, la ganancia manda y limita según qué cosas
Eso sí, ya que nuestro personaje era un hombre resulto e intrépido la cosa no quedó aquí; lejos de ello de cara a 1929 adaptó sus planteamientos lanzando la Majestic. Una motocicleta capaz de sintetizar a la perfección la estética del Art Decó gracias a una apariencia realmente sensacional donde su carenado preside el conjunto con elegante y sofisticación.
De todos modos, sin quitar un ápice de valor a esta máquina la verdad es que estamos ante algo con más estética que ética. Y es que, para hacer rentable a la Majestic, Georges Roy tuvo que prescindir de su idea original basada en el chasis monocasco. Debido a ello estamos antes una motocicleta que, aun contando con novedades técnicas como la suspensión delantera de pilar deslizante -base para los sistemas de amortiguación independiente-, no resulta heredera de las novedades revolucionarias aplicadas en su antecesora.
Hecho éste que, insistimos, no resulta terminal a la hora de restar encantos a la Majestic pues ésta representó una de las cimas de la alta gama francesa con su diseño, sus acabados, su suspensión delantera y detalles como su extrema pulcritud en marcha. Esta última cualidad lograda gracias al aislamiento del piloto respecto a toda la suciedad desprendida tanto por el rodar como por el motor y la transmisión.
Respecto a las mecánicas, en la producción de esta máquina -en venta durante cinco años con una tirada de en torno a 100 números de chasis- podemos encontrar motores de 350 cc e incluso medio litro firmados por proveedores como JAP. En fin, un conjunto diverso con lo mejor del momento.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS