De entre todos los ciclomotores deportivos fabricados en la Italia de los años setenta, posiblemente el Malaguti Olympique V5 sea el más depurado de todos. No en vano, a pesar de pertenecer a la cilindrada más modesta su precio de venta estaba a la par de motocicletas mucho más prestacionales. Pero vayamos por partes. Así las cosas, lo primero en venir a nuestra cabeza cuando pensamos en este ciclomotor es la carrera del grandísimo Giacomo Agostini. Y no, no es que el campeón lombardo corriera alguna vez con esta montura. De hecho, siquiera se pueden establecer nexos directos entre él y la marca Malaguti. Entonces, ¿por qué lo hemos escogido para ser el comienzo de esta historia?
Pues bien, ya que muchas veces un ejemplo comparativo ayuda a clarificar las cosas usaremos este recurso. De esta manera, ¿recuerdan cómo se veía la F1 en España durante los años noventa? Sólo la 2 de TVE emitía los grandes premios, conectando muchas veces justo en el momento preciso en el que se daba la salida. De hecho, durante algunas temporadas la categoría reina del automovilismo siquiera se podía ver en la televisión estatal, comprando únicamente los derechos de la misma la catalana TV3. No obstante, según la carrera de Fernando Alonso iba despegando, el interés por la F1 en España crecía y, por tanto, también la cobertura mediática. Llegados a este punto, la información sobre los GP pasó a ser sumamente abundante, acabándose aquellos tiempos en los que había que comprar en algún kiosko con prensa internacional las páginas rosas de La Gazzetta dello Sport, entendiendo como se pudiera lo ocurrido en la carrera del día anterior.
Recordando esto, nos será más fácil dar la importancia justa al impacto generado por Agostini en el mercado motociclista italiano. Y es que, entre 1966 y 1975, ganó ocho mundiales de 500 y siete de 350. Por ello, obviamente la juventud de su país lo idolatraba, queriendo seguir sus pasos aunque fuera en los tiempos de ocio focalizados en el fin de semana. Así las cosas, mientras en España los fabricantes se afanaban en las monturas juveniles de campo – véase el caso del Puch Minicross o incluso el de la Montesa Cota 25 para edades infantiles – en Italia se vivió un verdadero furor por los ciclomotores deportivos de asfalto. Justo lo requerido por aquel sector de la afición que, a partir de los 16 años, deseaba recrear las actuaciones de Agostini por las carreteras y trazados para pilotos en ciernes.
Gracias a los éxitos cosechados por Agostini, el motociclismo de asfalto empezó a ser muy popular en su vertiente más competitiva en la Italia de los años sesenta y setenta
Malaguti Olympique V5, el refinamiento de las bajas cilindradas
Malaguti es una de las marcas con más historia en el panorama motociclista transalpino. Fundada en 1930 con el objetivo de fabricar bicicletas, a partir de 1949 comenzó a motorizarlas gracias a la incorporación de motores Garelli Mosquito. A partir de aquí se focalizó en el mundo de los ciclomotores, llegando a producir sus primeras versiones deportivas de los mismos cuando a mediados de los setenta firmó un acuerdo con el proveedor de motores Franco Morini.
De esta manera, poco a poco fueron apareciendo modelos como el 50 Gransport, siempre con el público más joven en la mirilla posibilitando su iniciación al motociclismo deportivo a partir de los 16 años. No obstante, la explosión de ciclomotores deportivos de asfalto también se estaba experimentando en otros mercados europeos como el británico. Situación por la que los fabricantes japoneses – quienes ya copaban los segmentos populares en Reino Unido y Estados Unidos – reaccionaron ofreciendo productos en este sentido.
Llegados a este punto, a comienzos de los setenta buena parte de los adolescentes italianos ambicionaba una Yamaha FS1 o una Honda SS50. Fiables, divertidas y muy bien comercializadas, éstas opciones venidas desde Japón apenas dejaron hueco a los fabricantes nacionales como Malaguti. Por ello, la única solución era especializarse en nichos de mercado relacionados con las calidades más exquisitas. Razón por la cual la Malaguti Olympique V5 se presentó hacia 1975 con un precio tres veces superior al marcado por las Honda y Yamaha.
Al copar Yamaha y Honda la oferta más popular en lo que se refería a ciclomotores deportivos de asfalto, Malaguti tendió a producir monturas de calidad exquisita para el nicho de mercado más especializado
No en vano, su objetivo no era competir con ellas sino ofrecer la mejor montura de carreras para la cilindrada más escueta. Por cierto, justo durante la misma época en la que Ángel Nieto representaba la referencia en el Mundial de 50 con sus Derbi, Kreidler y Bultaco. Respecto a la mecánica, la Malaguti Olympique V5 montaba un monocilíndrico Franco Morini con 49 centímetros cúbicos y un cambio de cinco velocidades. Todo ello muy variable en su potencia según la unidad, ajustada y carburada singularmente por cada intrépido piloto que fuera capaz de adquirir esta máquina. Ahora, ¿qué motivó su final? Pues bien, las prestaciones de la Olympique y otras semejantes eran de tal calibre que, a mediados de los setenta, resultaba normal verlas por la carretera a más de cien kilómetros por hora pilotadas por adolescentes con ínfulas de corredor. Evidentemente un peligro para la circulación, por lo que tanto en Italia como en el Reino Unido aparecieron en 1977 legislaciones que “ capaban “ los ciclomotores a una velocidad máxima de 50 kilómetros por hora. En suma, fin de la fiesta al menos si querías matricular el vehículo para su uso fuera de los circuitos.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS