Moto del día: Tecnomoto Squalo 50

Moto del día: Tecnomoto Squalo 50

Dotada de un buen chasis y un diseño ligero, fue uno de los ciclomotores deportivos más interesantes en la Italia del momento


Tiempo de lectura: 5 min.

Dominada por sus lineas rígidas y ligeras, la Tecnomoto Squalo 50 fue una excelente puerta de entrada a un segmento al alza en la Italia de los setenta. El de los pequeños ciclomotores de competición, los cuales hacían de la necesidad virtud aportando múltiples excelencias técnicas a falta de una cilindrada más generosa. De todos modos, lo mejor será ir por partes ya que esta máquina también cuenta con un significado comercial más importante de lo que pudiera parecer. Así las cosas, nos remontaremos hasta los años cincuenta de cara a comprender cómo el público joven fue cobrando una importancia cada vez más específica entre los fabricantes italianos. Vamos a ello.

Para empezar hay que recordar cómo Italia fue – junto con Japón – el país donde mejor se visualizó la gestión de la industria automotriz en tiempos de crisis. De esta manera, desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial sus ingenieros se dedicaron a construir vehículos sencillos y asequibles con el objetivo de satisfacer las necesidades de movilidad propias de una población empobrecida. Sin embargo, al mismo tiempo que las calles se llenaban de velomotores, motocarros y pequeños modelos como el 1100 incluso las marcas más generalistas no abandonaban los nichos deportivos. Algo necesario si no se quería caer en la apatía tecnológica ya que, al fin y al cabo, las carreras siempre han sido y serán un excelente campo de experimentación para nuevos diseños posteriormente trasladados a serie.

Llegados a este punto, marcas como Ducati o MV Agusta combinaron durante décadas la producción de máquinas para la competición con la de ciclomotores y modelos turismo de gran tirada. Dos formas de entender el motociclismo no tan incompatibles, juntando sus afanes a finales de los sesenta cuando el público joven comenzó a reclamar una mayor atención por parte de los fabricantes en materia deportiva. Y es que, despojados de las penurias vividas por sus padres y abuelos, los adolescentes de en torno a 1968 deseaban – y podían – disfrutar del ocio también en lo relacionado al mundo del motor. Así las cosas, tanto las marcas más establecidas como las más independientes comenzaron a lanzar ciclomotores deportivos con los que enganchar a quienes lograban su primera licencia con tan sólo 16 años.

tecnomoto squalo 50 (3)

Junto con la Aprilia Colibrí y la Malanca Testa Rossa esta montura de baja cilindrada configura una seductora triada de competición donde el diseño de los chasis resulta una pieza clave para entender el éxito en los circuitos

Tecnomoto Squalo 50, deportividad en pequeño formato

La atención prestada por el motociclismo al público más joven desde finales de los años sesenta no es algo ajeno al panorama español. De hecho, con una sencilla ojeada a los catálogos de Montesa y Bultaco podemos encontrar fácilmente modelos pensados no sólo para los adolescentes, sino incluso para los niños que ya quisieran practicar Trial a partir de los 8 años. Sin embargo, cuando ponemos esto en comparación con el panorama italiano de la época sí surge una gran diferencia. Y es que allí dedicaron una gran atención a los ciclomotores de circuito, mientras que aquí el protagonismo se lo llevaban las monturas de Trial y Motocross – con el permiso de Derbi y sus creaciones pensadas para Ángel Nieto y el Mundial de 50 – .

Dicho esto, lo cierto es que la zona de Módena durante los sesenta registró una gran explosión de pequeños fabricantes dedicados al motociclismo. Uno de ellos fue Tecnomoto, fundado en Vignola durante 1968 con la intención de ofrecer monturas ligeras para los más jóvenes aspirantes a piloto de asfalto. Un segmento bastante más delicado de lo que pudiera parecer, ya que al no poderse marcar una gran diferencia entre unos motores y otros la excelencia de la máquina debía concentrarse en otros componentes. Especialmente en lo referido al chasis.

Algo que evidentemente destaca cuando contemplamos la Tecnomoto Squalo 50 de 1969. Posiblemente el ciclomotor de competición más icónico de la marca modenesa, caracterizado por sus líneas afiladas y ligeras con detalles como su depósito de gasolina en fibra de vidrio. Todo ello para competir con otros ciclomotores de competición como el Malanca Testa Rossa – ganador del campeonato de Italia en su clase tanto en 1968 como en 1969 – o el Aprilia Colibrí – poseedor de una ligereza realmente llamativa – .

tecnomoto squalo 50 (1)

Tecnomoto surgió para satisfacer la demanda de monturas deportivas con cilindradas por debajo de los 50 centímetros cúbicos, lo cual no fue un problema para lanzar también interesantes diseños urbanos como el Junior plegable

Respecto al motor, un pequeño fabricante como Tecnomoto no se podía permitir fabricar sus propias mecánicas. Por ello, su gama enfocada al público joven y las pequeñas monturas urbanas – contaba con un modelo que incluso se podía plegar – iba propulsada con monocilíndricos de dos tiempos firmados por Morini con cajas de cambio de hasta cuatro velocidades. Ahora, ¿dónde se encontraba el truco para potencias estas pequeñas Tecnomoto Squalo 50 por encima de lo permitido? Pues en la sustitución del carburador Dell’Orto de serie por uno de alimentación más generosa. De esta manera, el motor rendía más aunque esto no fuera legal. Algo que no puede sorprendernos ya que, no en vano, en la España de la época también se trucaban multitud de ciclomotores sirviendo así como improvisada escuela de mecánica para aficionados que, hoy en día, ya peinan canas.

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Miguel Sánchez

Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.

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