Al revisar la historia de Montesa existe un consenso más o menos establecido sobre el entronar a la Impala como su modelo más significativo. Algo de lo que, dicho sea de paso, participamos a este lado del teclado. Sin embargo, lo cierto es que el éxito interpretado por ésta desde los años sesenta en adelante hubiera sido imposible sin los logros cosechados previamente por la Brío. Para empezar, su lanzamiento en 1953 abrió una nueva época para la marca. De hecho, al fin se superaban los diseños mecánicos del tiempo seminal inaugurado por la A-45; una motocicleta tributaria a diseños franceses copiados por Francisco Xavier Bultó durante los años cuarenta.
Además, su bastidor destiló una gran versatilidad. Versatilidad gracias a la cual la Brío fue una base perfecta para distintas evoluciones que iban desde la competición en circuito hasta las primeras Cross de la casa catalana. Un hecho muy similar, por cierto, al interpretado a los pocos años por la Impala. Y vaya, por si hicieran falta más razones de cara a aplaudir el diseño de esta Montesa también debemos reseñar el éxito comercial de la misma. Un dato clave si queremos entender la excelente evolución de la marca durante los años cincuenta, pudiéndose permitir incluso un reseñable cambio de fábrica.
Así las cosas, resulta imposible obviar la importancia de la Brío en la trayectoria de Montesa. Eso sí, su primera versión -Brío 90- nació con un cierto pecado original para la España del momento. Y es que, al fin y al cabo, su comportamiento resultaba demasiado deportivo para el sobrio mercado generalista de aquel momento. No en vano, aunque su cilindro con octavo de litro y dos tiempos respondía a los mandatos de la época en materia de turismos, lo cierto es que su banda de potencia resultaba estrecha, dando lo mejor de sí a altas revoluciones. Es decir, bajo su apariencia práctica se escondía una motocicleta con cierto espíritu deportivo, capaz de poner a un conductor sin ínfulas de piloto contra las cuerdas.
Aunque iba a jugar su suerte en el segmento de las turismo para todo trote, la primera Brío contaba con un comportamiento escorado hacia la deportividad. Desde un punto de vista comercial, incluso demasiado
Montesa Brío 81, continúa la domesticación del modelo
Para bien o para mal, el genio creador de Francisco Xavier Bultó era el responsable de haber firmado el motor de la Brío 90. De esta manera se entiende su cierto toque deportivo pues, como sabemos, casi todo lo que aquel hombre tocaba terminaba cayendo del lado de la deportividad. No obstante, en aquella España en la que las motocicletas turismo aún le estaban ganando la partida al automovilismo, se necesitaba de una opción más equilibrada como punta de lanza en la gama de Montesa.
Debido a ello, en 1954 fue presentada la Brío 80. Mucho más suave y tranquila en su comportamiento que la 90, ésta se ideó como una verdadera turismo para el día a día. Es decir, sin afán alguno por la deportividad. De esta manera, su monocilíndrico se ajustó para entregar la potencia de una manera progresiva sin tener que recurrir a un alto número de revoluciones por minuto. Justo lo más necesario cuando lo que se desea es una motocicleta tranquila y sencilla de cara a desplazarse sin sorpresas de un punto a otro.
Es más, en 1956 este concepto experimentó una actualización gracias a la Montesa Brío 80/56. Dotada con un asiento biplaza más amplio y mullido, en ella se incidió en las bondades de la practicidad incluyendo también novedades como una caja de herramientas más surtida o un marcador de nivel para la gasolina. Todo ello respetando el cubicaje de octavo de litro para entregar así 6,5 CV a 5.400 revoluciones por minuto.
Más allá del silenciador o el asiento generoso, la principal característica de la Brío 81 es su color verde. Poco usual en la historia de Montesa
Ahora, llegados a 1957 Montesa dio una vuelta de tuerca definitiva en la docilidad mostrada por la primera Brío 80. De esta manera, la presentación de la Brío 81 trajo importantes novedades a fin de hacer de esta motocicleta la turismo más cómoda y efectiva en la gama de la casa barcelonesa. Para empezar, en esta actualización -no deja de ser una variante más en la historia de la Brío- se incorporó un silenciador de la admisión con la idea de reducir la contaminación acústica. Algo realmente interesante pues, aunque hoy el día el sonido de una clásica nos pueda resultar delicioso en la eventualidad del uso dado por un coleccionista en sus momentos de ocio, en la época era muy molesto sufrir el ruido a diario yendo al trabajo recién levantado. Asimismo, en esta versión Montesa insistió en hacer aún más elástico el comportamiento del motor, unido a un cambio con tres velocidades. Por si todo esto fuera poco, el ensamblaje de la mecánica se concibió con la idea de hacerla lo más limpia posible. No obstante, a nivel visual el rasgo más característico de la Brío 81 es el haber sustituido el sempiterno color rojo de las Montesa por un verde claro que, a día de hoy, hace de ella una de las monturas más reconocibles en la historia de la casa catalana.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS