Una de las referencias motociclistas más asentadas en la historia industrial de la Península Ibérica es la establecida por la Montesa Cota. No en vano, viene produciéndose de forma ininterrumpida desde 1968. De hecho, incluso sobrevivió a la absorción de Montesa por parte de Honda en 1986. En este sentido, su trayectoria ha generado una gran cantidad de versiones en multitud de cilindradas. Y eso por no hablar de las variantes de competición y las modificadas. Así las cosas, en esta enorme variedad se puede decir que el mejor mínimo común denominador en la historia de la Montesa Cota es el haber sido desde el comienzo una de las mejores monturas de Trial.
Todo ello a partir de la entrada de la marca en esta especialidad que, en nuestro panorama motociclista, fue principalmente introducida por Bultaco con sus Sherpa. No obstante, Montesa decidió no quedarse atrás respecto a la marca de Bultó, por lo que para 1965 comenzó a desarrollar un modelo con el que Pere Pi ganó el Campeonato de España de Trial en 1968. Se trató de la 250 Trial, con la que se ganó experiencia de cara al diseño de la Cota 247. Muy reconocible por su llamativo conjunto de depósito y sillín en una sola y rectangular pieza.
Tras esto ya se había dado el definitivo espaldarazo a la salida de la saga Montesa Cota, aportando prácticamente cada año nuevas variaciones y diseños. De esta manera, los años fueron pasando y ya hacia finales de los años setenta la empresa comenzó a notar de una forma muy seria las dificultades económicas que la entrada masiva de los modelos japoneses estaban provocando entre los fabricantes europeos. Además, las ventas a la baja incidieron en una situación laboral cada vez peor, animando diversas huelgas que afectaron a Montesa a comienzos de la década siguiente. Llegados a este punto, en 1982 se iniciaron las negociaciones con Honda para la integración en el gigante nipón. Eso sí, justo antes de ello quedaron modelos como la Montesa Cota 200.
Fue uno de los últimos modelos de Montesa creados de forma independiente en medio de la crisis sufrida a comienzos de los ochenta, justo antes de ser puesta bajo el control de Honda
Montesa Cota 200, ligera y competitiva
Cuando se lanzó la Montesa Cota 200 en 1980 la marca catalana ya era toda una referencia en el mundo del Trial. No obstante, esta montura estableció un nuevo hito al estar dominada por una gran ligereza. Tan sólo 86 kilos. Por ello era perfecta para entrar en un nicho de mercado donde los compradores buscaban la mezcla de buen rendimiento con poco peso y escaso tamaño. Haciendo un guiño al automovilismo se podría decir que esto era ser “ el Lotus del Trial “.
El antecedente más claro de la Montesa Cota 200 se dio en 1975 con el lanzamiento de la 172, aunque en verdad aquella fue más bien una motocicleta de recreo no pensada para la competición al más alto nivel. Aprendida la lección, en 1980 la empresa picó más alto con una mecánica monocilíndrica de dos tiempos con 173 centímetros cúbicos y 10 CV para alcanzar hasta 85 kilómetros por hora con una relación de compresión de 11,5:1.
El bastidor fue de doble cuna, y el cambio contemplaba seis relaciones. Respecto a las suspensiones se montaban una horquilla convencional delante y unos telescópicos hidráulicos detrás. Los frenos, de tambor. Además, en lo comercial la Montesa Cota 200 también contó con una pequeña historia curiosa.
Dominada por una gran ligereza y facilidad de manejo, fue una moto perfecta para aquellos que quisieran hacer trial sin demasiados compromisos
Y es que cuando Honda se hizo cargo de Montesa hacia 1982 aún había un importante remanente de unidades Cota 200 en los almacenes. Algo realmente problemático, pues ante todo se necesitaba aumentar las ganancias de Montesa para así sanearla y salvarla del cierre. Por ello se tomó la decisión de repintar aquellas unidades y así presentar a la Montesa Cota 200 MH. Así, sin más. Lo cual no llevaba demasiado gasto aunque sin embargo sí posibilitaba ofrecer algo “nuevo” y por tanto servirse del altavoz mediático que se da a cualquier presentación de proyecto. En fin, una pequeña picaresca.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS