Aunque no sea una de sus monturas más emblemáticas en lo tecnológico, la Montesa Scrambler no deja de ser una de las más importantes en la historia comercial de la marca. Y es que gracias a ella se fue poco a poco abriendo el mercado norteamericano, con la participación de diversos protagonistas de primera fila en el mundo del motor, logrando la rápida expansión de Montesa más allá del Atlántico después de haber consolidad su imagen en Europa con victorias tanto en motocross como en los circuitos de velocidad. La mayor parte de ellos en los campeonatos de España y las 24 Horas de Montjuïc respectivamente.
Pero vayamos al contexto. Para empezar, tenemos que situarnos a comienzos de los años sesenta. Un momento en el que el mercado motociclista español está viviendo una encrucijada vital, ya que el automovilismo ha empezado a popularizarse rápidamente teniendo como una de sus primeras y más notorias consecuencias el arrinconamiento del montar a dos ruedas como fórmula de movilidad diaria. De esta manera, los fabricantes van viendo cómo el grueso de sus ventas desaparece al tiempo que aumentan las del SEAT 600.
Así las cosas, no queda más que evidenciar cómo la motocicleta va quedándose relegada – en gran parte aunque no en totalidad – a segmentos de ocio con carácter deportivo. Llegados a este punto, diversas marcas se lanzaron a ampliar sus gamas en lo referente a las máquinas de campo. Un terreno con diversas especialidades como el trial o el motocross donde existía la oportunidad de labrarse una gran cantidad de clientes según estas competiciones ganaban fama y adeptos. De hecho, ya que este proceso también se dio en los Estados Unidos, Montesa vio una gran oportunidad de negocio en entrar a aquel mercado. Hecho que ocurrió a partir de 1963 con la Montesa Scrambler.
El desembarco en los Estados Unidos vino precedido de la creación de una sociedad en la que participaron pilotos de F1 como Phil Hill o Dan Gurney
Montesa Scrambler, llega el desembarco en América
Hacia 1963 Montesa ya era conocida entre los aficionados americanos a las marcas europeas debido a sus éxitos en competición. De esta manera, el importador Kim Kimball – asociado con el famoso actor Steve McQueen – introdujo a Montesa en el mercado americano llegando a crear una red con más de 350 puntos de venta en la que fueron accionistas personajes tan icónicos como Dan Gurney – piloto de F1 y fundador de All American Racers – o Phil Hill – quien de aquellas acaba de correr varios años con Ferrari en la F1 -.
Llegados a este punto la verdad es que todo apuntaba en la buena dirección. No obstante, nada de aquello hubiera sido posible de no escoger a la motocicleta adecuada. Por ello, Kimball pensó que lo óptimo sería orientarse a las carreras sobre tierra. Al fin y al cabo, eran extremadamente populares en el Estados Unidos de aquel momento. Especialmente en California, donde se celebraban las llamadas “ carreras del desierto “.
De esta manera se pensó en la Impala Cross 175, rebautizada en los Estados Unidos bajo el más que significativo nombre de Montesa Scrambler, anunciando sus intenciones comerciales desde el primer momento. Precisamente estrenada en aquel 1963 que abrió las puertas de América a Montesa al fabricante, la Montesa Scrambler fue una montura de motocross derivada de la Impala, incluyendo adaptaciones como el nuevo tubo de escape, la mayor altura y recorrido de las suspensiones, los neumáticos de tacos o los guardabarros.
Apostar por el mundo de las carreras sobre tierra fue todo un acierto, ya que éstas vivían un momento dorado en los Estados Unidos
Respecto a la mecánica, la Montesa Scrambler partía con una cilindrada de 174 centímetros cúbicos para extraer de su monocilíndrico de dos tiempos 17CV a 7.500 revoluciones por minuto con una velocidad punta de 100 kilómetros por hora. Cualidades que la hicieron tener éxitos notables en competición, asentando la fama de la marca y preparando así la llegada de nuevos modelos destinados al mercado americano como la Texas.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS