Moto del día: Motobic Saeta

Moto del día: Motobic Saeta

En la prolífica historia industrial vasca apareció esta pequeña marca que aspiró a ser masiva


Tiempo de lectura: 4 min.

Cuando hablamos de motociclismo en la Península Ibérica siempre solemos poner el foco en Cataluña. No obstante, aparte de la enorme concentración de fabricantes dada allí hace décadas, existen otros lugares donde también hubo fábricas enfocadas al mundo de las dos ruedas. Uno de ellos fue el industrioso País Vasco, el cual también tuvo protagonismo en la historia automotriz englobada dentro de su sólida tradición metalúrgica. Así las cosas, rebuscando entre las marcas vascas nos encontramos con la referencia de Motobic y su modelo Saeta.

Curiosamente, ya desde el nombre se define a la perfección la situación del mercado bajo los primeros años del Franquismo. Y es que esta empresa comenzó sus actividades en 1948 centrándose en la fabricación de motos y bicicletas -de ahí lo de Motobic-. Una suma de términos con la que se ve la importancia que, en una sociedad empobrecida por la guerra y aislada por los efectos de la autarquía, tenía el motorizar bicicletas a modo de sucedáneo económico de una motocicleta.

De hecho, la historia tecnológica de Motobic arranca precisamente con la elaboración de un motor propio. Algo muy meritorio para cualquier pequeña empresa, más aún porque su diseñador – Lorenzo Zabala – contaba con tan sólo 18 años. Con un sólo cilindro y casi sesenta centímetros cúbicos, este ingenio bilbaíno daba casi 2 CV con una única marcha. Acoplado al cuadro de una bicicleta daba la respuesta necesaria a las precarias necesidades de la época en materia de movilidad para los más de entre los obreros urbanos. Algo muy similar a lo que estaba pasando en la Italia o el Japón del momento.

En la larga historia industrial del País Vasco esta empresa aparece como una de las que intentó cubrir el mercado previo a la aparición masiva de los pequeños automóviles

Motobic Saeta, el modelo más conocido de la marca

En 1949 Motobic comenzó su actividad con Lorenzo Zabala al frente. Primero con las conversiones sobre bicicletas que antes comentábamos, pero saltando a los tan sólo seis años más al mundo de los ciclomotores y las motocicletas como tal. De esta manera, para finales de los cincuenta la empresa llegaba a ofrecer incluso un modelo con 100 centímetros cúbicos.

Así las cosas, la década de los sesenta al fin traía un modelo con el cual poder mirarse de tú a tú con otros de los fabricantes que iban apareciendo de forma constante en el mercado. Eso sí, fuertemente protegido de las importaciones hasta los años ochenta, recordemos ese dato. Se trataba del Motobic Saeta, del cual existieron versiones de entre 65 y 95 centímetros cúbicos.

En estos modelos, desgraciadamente, suele ser recurrente ver bailar los datos técnicos según se consulte una fuente u otra. Sin embargo, esta vez hemos tenido la suerte de encontrar un folleto original de la Motobic Saeta 100. En él, además de comprobar cómo la sede se trasladó a Éibar, nos llama la atención cómo se incide en el buen precio de la montura respecto a otras de la competencia. Concretamente con 13.450 pesetas, aunque en un folleto ligeramente anterior hemos podido ver un precio de 12.300.

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Con tan sólo 18 años, el fundador de la marca creó su primer motor. Una actividad que lo lanzó a hacer sus propias motocicletas poco después

Así las cosas, y con la “ gran calidad eibarresa “ la Motobic Saeta 100 – de nombre por cierto musicalmente más andaluz que vasco – daba 6,5 CV con una relación de compresión de 8:1 a 6.000 revoluciones por minuto. Además, el consumo a los 100 siquiera llegaba a los 2,4 litros, teniendo una autonomía de 450 kilómetros. Todo ello con un peso de 66 kilos. Buenas coordenadas para una motocicleta popular de la época, la cual hoy en día es una más que interesante pieza de coleccionista para cualquier seguidor de la historia industrial de la cornisa norte. Desgraciadamente, la historia de la marca fabricando monturas propias acabó en 1972. Eso sí, siguieron fabricando motores. Pero eso será motivo de otro texto en tiempos no muy lejanos. Hasta entonces os dejamos con la historia de aquel chaval de 18 años fabricando motores en Éibar.

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Miguel Sánchez

Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.

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