A finales de los años cincuenta los scooter vivieron su época más dulce. Prueba de ello es el Puch 125, testigo de cómo tanto las marcas populares como muchas de las situadas en un escalafón superior se lanzaron al mercado masivo de monturas urbanas. Listas para dar una respuesta de movilidad urbana, todas se beneficiaron de la técnica popularizada por Lambretta gracias a la cual el cuerpo de la moto se lograba con una plancha de acero prensado. Así las cosas, la austriaca Puch destacó desde el comienzo de la década en el ámbito de las pequeñas monturas para la ciudad, creciendo en calidad y cilindrada hasta que pocos años más tarde lanzó modelos como el 125.
Pero vayamos al origen, concretamente a 1891. Año en el que el austriaco Johann Puch fundó en Austria una pequeña fábrica de bicicletas que, poco tiempo después, derivó de forma natural a una industria de vehículos a motor. Al fin y al cabo, esta transición es muy frecuente en el mundo del motociclismo. Especialmente en los tiempos de escasez de la Segunda Guerra Mundial, con Honda y Ducati motorizando bicicletas, pero también a finales del siglo XIX como vemos en este caso. Una época en la que moverse a pedales aún resultaba la opción de movilidad más extendida antes de la popularización de los motores.
Además, Puch se distinguió por crear monturas prácticas desde el primer momento. Prácticas y masivas, alejándose de la creciente exclusividad alcanzada por ciertos fabricantes americanos e ingleses ya desde sus primeros momentos. De esta manera, Puch fue de las primeras en realizar a gran escala triciclos con el afán de poder alojar sobre ellos grandes cajas de transporte. Una tradición que no abandonaría siquiera décadas después, pudiéndose ver variantes de tres ruedas creadas a partir del Puch 125 en plenos años cincuenta. Muchas de ellas, especialmente creadas para el servicio postal.
A finales de los cincuenta la mayor parte de los grandes fabricantes contaba con monturas scooter en sus gamas, ofreciendo muchas opciones en lo que se refiere a movilidad urbana
Puch 125 Scooter, practicidad y calidad
Durante la Segunda Guerra Mundial Puch se vio envuelta en la política de reorganización económica con el esfuerzo bélico como objetivo, llegando a contar con una fábrica bajo tierra por órdenes expresas de la jerarquía nazi. No obstante, tras la contienda recuperó su actividad centrándose en la importante demanda de vehículos baratos para la población depauperada por el conflicto, inaugurando un par de décadas en las que la producción de motocicletas se incrementó de forma notoria.
De esta manera se volvieron a ofrecer monturas de octavo de litro, aunque hubo que esperar hasta 1952 para que la marca ofreciera en su gama al fin los scooter. Claramente influenciados por los de Lambretta, estos se caracterizaron por su amplia distancia entre ejes. Un volumen generoso donde se ubicaban sin problema dos asientos independientes.
Bajo el carenado se agrupaba la mecánica, con un motor monocilíndrico de dos tiempos y 123 centímetros cúbicos para rendir 5 CV a 5.500 revoluciones por minuto. Refrigerado por aire y con tres marchas en el cambio, asentándose sobre un chasis de cuna simple. En el apartado de freno, lógicamente dado que la Puch 125 es un scooter de los años cincuenta, nos encontramos con tambores en ambos ejes.
Detalles como el adorno cromado situado en el guardabarros delantero daban a entender que se estaba ante una montura muy bien rematada
Con estas coordenadas técnicas se presentó el Puch 125, ampliando una gama en la que los ciclomotores ya estaban bastante asentados aunque finalmente fue rebasado, pocos años después, por su hermano mayor con 145 centímetros cúbicos y el mismo aspecto visual. Hitos en la historia de la empresa austriaca, la cual miraba hacia los años sesenta ya sumergida en la moda motociclista que situó a los scooter como uno de los vehículos más y mejor vendidos cuando hablamos de movilidad urbana.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS