Al igual que el paso del tiempo la sensación de velocidad es siempre relativa. De esta forma, no es lo mismo alcanzar cierta rapidez en un vehículo u otro. Algo que se ve muy bien si comparamos una moto actual con otra más antigua. Una de esas en las que la electrónica brilla por su ausencia y la mayor medida de seguridad sea la confianza en los reflejos propios. Características presentes en toda motocicleta clásica, pero más aún en la Curtiss V8. Y no sólo por haberse diseñado en 1906, sino especialmente por equipar un motor de 68 kilos pensado para propulsar dirigibles.
Otro de los muchos ejemplos de motores aeronáuticos aplicados a vehículos terrestres, el cual fue protagonista del récord mundial de velocidad en 1907 con 219,5 km/hora. Toda una hazaña que permaneció imbatida por otra motocicleta durante treces años. De hecho, en un sentido absoluto permaneció intacta durante cuatro años hasta que un automóvil Blitzen Benz quitó los honores a la Curtiss V8 superando su récord en unos 8 km/h más. De esta forma, Glenn Curtiss entró por la puerta grande en la historia de los récords de velocidad gracias a su propia creación.
Una de las muchas máquinas diseñadas por este fabricante norteamericano de motores y aeroplanos, el cual empezó motorizando bicicletas. Cuestión que se nota con tan sólo dar un primer vistazo a la Curtiss V8. La cual monta su rotundo motor sobre una sencilla estructura tubular sin carenados rematada con un enorme manillar. Uno de sus elementos más vistosos, el cual da una idea de lo difícil que podría ser manejar esta motocicleta a más de 200 km/h. En fin, los típicos nervios de acero presentes en todo pionero de la velocidad.
La valentía de aquellos pioneros de la velocidad se ve perfectamente en la Curtiss V8. Una motocicleta cuya estructura se asemeja a la de una simple bicicleta pero con un V8 más pensado para ir por aire que por tierra
Curtiss V8, volando a ras de suelo
Cuando en el mundo del automovilismo vemos un modelo V8 enseguida lo asociamos a generosas dosis de potencia y rendimiento. Pero también a un vehículo dotado de un chasis capaz de resistir semejante empuje además de unas ruedas anchas que den estabilidad. Sin embargo, en una motocicleta el motor V8 resulta un alarde con peligros más que una solución inteligente. Más aún cuando va montado en una estructura que hoy en día sólo nos parecería válida como base de una bicicleta de paseo.
De todos modos, como es sabido en el mundo de la competición “quien no arriesga no gana”. Por ello Glenn Curtiss decidió poner su integridad física en peligro con tal de ser el hombre más rápido del mundo. Y lo logró. Gracias a su serenidad pero también a los 40 CV del motor diseñado por él mismo. Un modelo de ocho cilindros y 4.410 cm3 alimentado con un carburador dual que sólo encontraba freno a la velocidad desatada en un humilde sistema de zapata en la rueda trasera.
Respecto a la transmisión, ésta se realizaba a través de un eje engranado a la corona posterior prescindiendo así de cualquier cadena. Un mecanismo sencillo pero efectivo, el cual permitió a Curtiss éxitos en la competición que facilitaron la financiación de su empresa aeronáutica. Una de las pioneras en el sector, la cual llegó a tratos con personajes históricos como los hermanos Wright en un contexto donde la artesanía de los inventores aun no había dado paso la producción industrial. Tanto así que Glenn Curtiss recibió de los hermanos Wright la licencia de piloto con número #1 en los Estados Unidos.
Esta motocicleta que hoy en día se conserva en el Instituto Smithsonian fue, por un tiempo, el vehículo sobre tierra más veloz del mundo
Un dato que atestigua su definición como pionero de la aviación, pero también la de ser uno de los diseñadores de motores más ingeniosos de su tiempo. De hecho, el 1 de diciembre de 1910 fundó la Curtiss Aeroplane Company con el objetivo de vender aviones monoplaza y biplaza para demostraciones, aventureros e incipientes servicios de mensajería postal aérea. Todo un carácter que más allá de los cielos se atrevió a volar a ras de cielo con su Curtiss V8 de 1907.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS