Al comprobar las nacionalidades de los fabricantes y pilotos que han ganado en cualquiera de las categorías del mítico TT de la Isla de Man aparece una gran contradicción. Y es que, mientras desde mediados de los sesenta resulta de lo más normal ver los nombres de las marcas japonesas copando los primeros puestos, tan sólo un piloto de aquel país ha ganado en alguna de las carreras. Concretamente estamos hablando de Mitsuo Itoh en el 50 Ultra-Lightweight de 1963. La segunda vez que la Isla de Man acogía dentro de su TT a la categoría de los 50 centímetros cúbicos.
Así las cosas, no cabe más que hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué esta aparente contradicción? Bueno, lo primero que debemos indicar es cómo las marcas japonesas se introducen en el Mundial a comienzos de los años sesenta. Especialmente enfocadas en la tecnología, de primeras fueron recibidas con no poco escepticismo por parte de los fabricantes occidentales. Especialmente por parte de los británicos, quienes poco después experimentarían con estupefacción cómo Honda, Suzuki, Yamaha y Kawasaki no sólo los sobrepasaban en las pistas, sino también en los concesionarios. De un forma, por cierto, bastante justificada en términos de relación calidad / precio.
No obstante, el motociclismo nipón adolecía de un profundo problema. La falta de pilotos. O, mejor dicho, la falta de pilotos al nivel de los italianos, británicos y norteamericanos debido a la escasa tradición deportiva dada en el País del Sol Naciente. De esta forma, aunque los primeros pasos de los equipos japoneses en el Mundial sí se dieron con pilotos de aquel país – prueba de ello es la historia de Fumio Ito con Yamaha – , lo cierto es que enseguida fueron sustituidos por jóvenes británicos con más experiencia en los trazados de asfalto. Punto de partida para el binomio moto japonesa – piloto occidental. Justo lo que ha definido a buena parte de lo más alto del motociclismo mundial desde finales de los sesenta.
Una de las grandes contradicciones del Mundial es cómo las monturas japonesas han llegado a ser dominantes pero no así los pilotos del mismo país
Suzuki 50 1963, la montura de Mitsuo Itoh
Analizando la biografía de Mitsuo Itoh hay algo que destaca por encima de todo lo demás: su constante fidelidad a la empresa. Y es que, aunque pueda parecer sorprendente, fue en Suzuki donde desarrolló la totalidad de su carrera laboral incluyendo labores de pilotaje, desarrollo de modelos y gestión de equipos en competición. Formado como ingeniero a mediados de los años cincuenta, entró a trabajar en la empresa a finales de la misma década.
No obstante, su puesto no estaba en los circuitos sino en las mesas de diseño. Un destino al que contradijo cuando se aficionó a competir en las carreras que, poco a poco, iban poblando la geografía nipona. Así las cosas, Mitsuo Itoh saltó al equipo oficial de Suzuki en 1962. Año en el que comenzó a disputar el Mundial de 125 centímetros cúbicos donde, por cierto, quedó en quinto lugar durante cuatro años consecutivos.
Una posición adelantada pero no ganadora, siendo por tanto más recordado por la única gran victoria de su carrera. La que consiguiera en el TT de la Isla de Man dentro de los 50 centímetros cúbicos. Consciente del peligro representado por los baches y el hecho de ser un trazado dispuesto a través de calles y carreteras reales, Mitsuo Itoh jugó con inteligencia y prudencia sus cartas a lo largo de una carrera en la decidió no arriesgar sino ser constante.
Hoy en día, aquella jornada de 1963 sigue siendo la única vez que en el TT de la Isla de Man ha ganado un piloto japonés. El cual, por cierto, fue una importante figura en la historia deportiva de Suzuki incluso en coches de rallye
De esa manera, cuando el alemán Ernst Degner rompió el motor, nuestro personaje se encontraba perfectamente posicionado para hacerse con lo más alto del podio. Todo ello gracias a la Suzuki MR41. Una de aquellas briosas máquinas niponas que ya apuntaban hacia el alegre subir en vueltas de la RK67 y sus catorce marchas. La única vez en la que, por ahora, se han coordinado montura y piloto procedentes de Japón para hacerse con una de las carreras en la Isla de Man.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS