Como en todo, el motociclismo va en gustos y, lo que sí resulta innegable es cómo gran parte de la afición se ha centrado claramente en monturas deportivas italianas o británicas. Y vaya, la verdad es que no es para menos. Al fin y al cabo, las fabricantes británicos con Triumph o Brough Superior entre ellos interpretaron un primer tercio de siglo realmente magnífico. Tras esto, el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial nos trajo modelos italianos – más aún – realmente brillantes en lo que se refiere a finura en el diseño y novedades en la técnica. Ahora, ¿cuál podría ser un digno representante en esta corriente al menos si nos referimos al cuatro de litro? La respuesta quizás sea la Parilla 250 Gran Sport de 1957.
Veamos, para empezar lo mejor será irnos a los inicios de su historia glosando la forma y manera en la que Giovanni Parrilla se reinventó tras el final de la contienda. Forjado durante los años veinte en talleres de electricidad aplicada al automóvil, durante su servicio militar en el ejército italiano cumplió con labores mecánicas en el norte de África. Allí amplió su conocimiento a los motores, diseñando hacia 1946 un monocilíndrico propio con 250 centímetros cúbicos y ciclo de cuatro tiempos.
Usado para impulsar tanto motocicletas turismo como pequeños microcoches, aquel ingenio fue el cimiento para crear su propia marca. Llegados a este punto, resulta curioso comprobar cómo Parrilla – el nombre de su marca se basa en quitar una “ r “ a su apellido – se dirigió directamente a los circuitos. Es más, sus primeros éxitos no fueron tanto comerciales – podría haber imitado el auge de Ducati con sus velomotores – como competitivos, ya que sus máquinas empezaron a lograr una cierta presencia en el campeonato italiano de velocidad. A partir de aquí, vio la posibilidad de ampliar el negocio con opciones para el día a día como la Slughi 99.
Dedicada desde sus principios a la competición, durante los cincuenta Parilla también supo sacar adelante una buena gama de monturas para el día a día
Parilla 250 Gran Sport, innovación para las carreras
Durante los años cincuenta Parilla fue ampliando y diversificando su gama pero, a la par, nunca olvidó las motocicletas de competición tan magnificas con las que logró abrirse un hueco en el panorama italiano. De esta manera, en 1957 presentó su Parilla 250 Gran Sport. Un diseño lleno de novedades propias de un gran refinamiento, atreviéndose con elementos pocos comunes en aquel momento.
Eso sí, no todos tuvieron el mejor de los acabados pues, no en vano, aunque el acero para el bastidor era más ligero de lo normal, también era – según pruebas de la época – portador de un tacto similar a la mantequilla al rodar a altas velocidades. No obstante, la Parilla 250 Gran Sport tenía características excelentes como el nervio de su motor. Capaz de subir de vueltas con alegría gracias a la forma cuadrada de su cilindro con carrera corta de 68 x 68 milímetros, responsable de entregar 21 CV a 8.800 revoluciones por minuto.
Además, la transmisión contaba con cuatro relaciones y un estudiado diseño para ser lo más fiable posible. En lo referido a los frenos, la Parilla 250 Gran Sport montaba unos mucho más potentes de lo que era normal en motocicletas de esta cilindrada. Algo que, por otra parte, venía siendo relativamente común entre los modelos de la marca, pionera en Italia a la hora de mejorar sustancialmente la frenada de las máquinas de competición.
El diseño de su horquilla era, junto con el motor, lo más refinado en esta motocicleta para las carreras del cuarto de litro
Respecto a la horquilla, el prestigioso diseñador Arturo Ceriani estuvo al frente de un diseño telescópico con abrazaderas triples para aumentar la rigidez. En la parte trasera, todo iba a la responsabilidad de un doble amortiguador para ayudar a la gestión de los 114 kilos dados en báscula por la Parilla 250 Gran Sport. Sin duda, uno de los diseños más atractivos de entre todos los aparecidos en la Italia de aquellos días.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS