Aunque finalmente acabó siendo una marca dotada con una más que notoria presencia en la competición, lo cierto es que OSSA echó a andar en el mundo de las dos ruedas bajo una estrategia sobria y comedida. De esta forma, aunque sus máquinas tuvieron presencia en las cilindradas inferiores relativas a la competición nacional, las carreras no marcaron parte alguna de su estrategia comercial al menos si nos centramos en sus inicios. Y es que, al fin y al cabo, llegados los años sesenta aquello comenzó a cambiar por, al menos, dos causas.
Para empezar, Eduard Giró presentó en 1964 su proyecto de fin de carrera. Ni más ni menos que un ambicioso estudio mecánico del cual saldría el motor de la OSSA 250 Rotativa. Todo ello para, inequívocamente, dotar a la casa catalana de una visión renovada en la cual la bandera a cuadros pasaba a jugar un papel esencial. Asimismo, la espectacular caída de ventas experimentada por las motocicletas turismo desde la popularización de los automóviles compactos obligaba a pensar en el mercado de exportación.
No en vano, sobrevivir únicamente con las ventas logradas en el ámbito local pasaba a ser algo quimérico. Más aún si, como en el caso de OSSA, todavía se albergaban esperanzas relativas a no estar presente únicamente en el ámbito de los ciclomotores y las cilindradas más escuetas. Así las cosas, penetrar con éxito en los competitivos mercados foráneos requería de una carta de presentación sólo firmada por los éxitos en competición. Con todo ello, el ímpetu deportivo de Eduard Giró encontró una pista de salida perfectamente asfaltada por la lógica comercial. La situación idónea para que, en 1968, naciera la idea de la OSSA 250 Monocasco.
OSSA empezó a tomarse en serio la competición cuando, a mediados de los años sesenta, se percató sobre la necesidad de entrar en los mercados foráneos de cara a cuadrar sus cuentas
OSSA 500 Monocasco, un proyecto malogrado
Aunque a mediados de los años sesenta OSSA ya contaba con el motor de la 230, lo cierto es que éste aún resultaba insuficiente en el ámbito de las carreras de cuarto de litro. De hecho, aún siendo competitivo frente a las Montesa y Bultaco todavía andaba muy lejos de lo proporcionado por las dominantes Yamaha. Llegados a este punto, en 1966 se presentó un nuevo motor listo para la OSSA 250 con válvula rotativa. Capaz de entregar 37 CV con 250 centímetros cúbicos a 10.000 revoluciones por minuto -en las primeras evoluciones-, éste marco un verdadero punto de inflexión en la historia de la marca.
Eso sí, aún faltaba un elemento imprescindible para ser competitivos. Y es que, montado sobre el bastidor de doble cuna en acero de la OSSA 230, aquel motor hacía del conjunto algo realmente ingobernable. Es más, el chasis se torcía y retorcía sufriendo el no poder asimilar el empuje del mismo, empujando con enorme fuerza desde bajas vueltas con una curva de par digna de cualquier vehículo industrial.
Así las cosas, en 1968 OSSA realizó una de sus operaciones más arriesgadas: lanzarse a la fabricación de un complejo monocasco en magnesio. Momento en el que, analizando la fase de desarrollo, encontramos un dato interesante en relación a la cilindrada del medio litro. Y es que, sobre la idea de aquel rígido y ligero chasis, se realizaron pruebas con un motor Yankee Twin capaz de entregar hasta 85 CV en el banco de pruebas. Sin duda, una página muy ilustrativa sobre las ambiciones de OSSA, siendo capaz de pensar ni más ni menos que en una hipotética participación en la categoría reina del motociclismo.
De este proyecto se conocen muy pocos datos aunque, más allá de especulaciones, lo cierto es que bien podría haber sido relativamente viable debido a que OSSA sí tenía acceso a motores con medio litro
A partir de aquí, la historia de aquel bastidor viró decididamente hacia la trayectoria de Santiago Herrero y su OSSA 250 Monocasco. Tercero en el Mundial de 1969 y, tras un excelente arranque de temporada, tristemente fallecido a causa de un terrible accidente mientras disputaba el TT de la Isla de Man en 1970. Sin duda, un hecho en el que se frustraron no pocas ilusiones para el motociclismo español, el cual tenía en la dupla formada por OSSA y este piloto una oportunidad excepcional de cara a cosechar numerosos éxitos en la categoría del cuarto de litro. Asimismo, la aparición en escena de aquellas pruebas con un motor de medio litro sobre el bastidor monocasco en magnesio hacían presagiar algo nunca antes visto. No obstante, el fallecimiento de Santiago Herrero provocó tal impacto en OSSA que ésta abandonó la competición sobre asfalto a fin de centrarse en el Off-Road, ámbito donde lograría importantes éxitos gracias a pilotos como Mick Andrews. Ahora, pasadas las décadas, de la idea de la OSSA 500 Monocasco sólo quedan algunos testimonios en libros especializados. Suficiente para que no pocos sean quien aún recuerden lo que ésta podría haber sido e, incluso, intenten recrearla.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS