Desde su fundación en 1923 la división motociclista de BMW se ha distinguido por ser una de las referencias básicas en el ámbito de las dos ruedas. Además, esto lo ha hecho con un carácter muy bien estudiado. Todo ello definido gracias a mezclar la excelencia técnica propia de la gamas más exclusivas con una producción masiva así como una oferta amplia e, incluso, relativamente popular. Así las cosas, en BMW la comercialización en grandes números no ha estado reñida con la calidad.

Sin embargo, esta democratización de sus modelos no fue así desde el primer momento. Lejos de ello, los primeros diseños de la casa germana se caracterizaron por un precio realmente prohibitivo. Es más, algunos de ellos podían sumar el salario medio de un trabajador alemán durante casi un año. Un hecho argumentado por la magnífica calidad de su gama, con chasis de perfecta factura sobre los cuales se montaban motores donde la fiabilidad no estaba reñida con la potencia.

No obstante, tras unos años en el mercado BMW tenía que ampliar su base comercial a fin de cuadrar las cuentas. De hecho, esta misma paradoja la han vivido no pocas casa exclusivas ya que, al fin y al cabo, estar a la cabeza de la tecnología exige un enorme esfuerzo financiero. Esfuerzo que no siempre puede costearse con la lógica empresarial basada en vender pocas unidades por un alto precio. Es más, en este sentido tenemos ejemplos incluso en el día a día pues, no en vano, que Porsche pueda continuar con el desarrollo del 911 sólo se explica gracias a los enormes beneficios logrados por el nada purista – pero sí muy rentable – Cayenne.

La eliminación del impuesto de lujo a las motocicletas posibilitó hacerlas mucho más populares en el mercado alemán, donde ya empezaba a ser más común acceder al transporte privado a motor

BMW R47, llega un carácter más masivo

A comienzos del siglo XX el motociclismo aún seguía siendo algo relativo a unas determinadas élites. No en vano, la mayor parte de la población sólo podía permitirse, como mucho, una bicicleta. Sin embargo, la bonanza económica de los años veinte disparó la capacidad de consumo de las nuevas clases medias, poniendo al alcance de muchas más personas la movilidad personal a motor. Algo que, por ejemplo, se evidenció a la perfección estudiando la progresión de ventas relativa a modelos globales como el Ford Model T.

Así las cosas, en Alemania el gobierno dejó de ver a las motocicletas como un objeto de lujo a mediados de los años veinte. De esta manera, pasó a gravarlas con una fiscalidad normal, eliminando el impuesto de lujo sobre las mismas y, por lo tanto, poniendo el acceso a las mismas mucho más fácil. Debido a ello, en BMW vieron una oportunidad excelente de cara a popularizar su gama con modelos más económicos.

Además, las técnicas de fabricación en cadena habían sido entendidas a la perfección por la casa bávara, la cual conseguía así disminuir los costes de ensamblaje y, por tanto, poder fabricar de forma masiva con rentabilidad dejando atrás los paradigmas artesanales.

La aplicación de técnicas de fabricación en serie posibilitó un coste más económico a la hora de producir las motocicletas, siendo un factor decisivo de cara a entender el éxito comercial de la R47

Con todo ello, en 1927 se lanzó la BMW R47 a modo de sustituta – pero no continuadora – de la R37. Dotada con un chasis robusto a la par que cómodo de cara a realizar rutas largas, esta motocicleta montó un bóxer de dos cilindros con 18 CV a 4.000 revoluciones por minuto. Todo ello para mover sus 130 kilos de peso con un cambio de tres velocidades. En suma, una motocicleta turismo potente y fiable, realizada con unos altos niveles de calidad pero, al mismo tiempo, relativamente accesible para quienes contasen con una cierta capacidad de ahorro. No en vano, fue el modelo con el cual BMW se inició a la fabricación masiva gracias a las más de mil setecientas unidades vendidas.