Hasta la llegada de la Impala, la Brío fue la montura dominante en la gama de Montesa. No en vano, desde su estreno en 1953 ésta había dado muestras de una gran versatilidad, ejerciendo como base para multitud de variantes con fines muy diferentes. Así las cosas, partiendo siempre de su monocilíndrico con dos tiempos y 125 centímetros cúbicos la Brío llegó a tener desde versiones con deportividad en clave de asfalto hasta algunas de las primeras Off-Road en la casa catalana. Todo ello, claro está, con las turismo que vertebraron su gama en fábrica hasta 1963.
Además, a partir de ella se crearon las unidades de competición gracias a las cuales fueron cosechados éxitos como el de la Isla de Man en 1956. En suma, una de las sagas más identificativas para con la historia de Montesa. Sin embargo, obviamente tuvo su final, quedando sustituida por la Impala. Una motocicleta diseñada por Leopoldo Milà y que, dicho sea de paso, cuenta con la misma versatilidad que su predecesora a la hora ser punto de partida para proyectos muy diferentes.
Ahora, una de las cuestiones más interesantes en la historia de la Brío es cómo, tras siete años, resucitó por tan sólo uno en forma de ciclomotor deportivo. Pero vayamos por partes. Para empezar, a mediados de los años sesenta Montesa -al contrario que Bultaco- sí prestó atención al mundo de los ciclomotores. Un hecho que vertebró en base a dos cuestiones. La primera fue la adquisición de los derechos de fabricación del monocilíndrico con dos tiempos y 49 centímetros cúbicos de las JLO G50. De esta manera, no tuvo que invertir todo lo necesario en desarrollar desde cero una mecánica propia. Además, como segunda cuestión a tener en cuenta está la forma en la que concibió a sus ciclomotores: ideados cual si fueran réplicas en pequeño de los modelos con mayor cilindrada. En suma, Montesa supo solucionar tanto la identidad de marca como la cuestión mecánica al ingresar a las cilindradas más escuetas.
La Brío no sólo fue uno de los diseños más icónicos en la historia de Montesa, sino también una excelente base para todo tipo de creaciones tanto Off-Road como de asfalto
Montesa Brío 50, un modelo efímero
Hacia 1970 Montesa -y junto a ella marcas como OSSA o Bultaco- habían dejado a un lado la atención al mercado local de asfalto en pos de centrarse, casi de forma exclusiva, en todo lo relativo a sus intereses en el Off-Road anglosajón. Es más, a mediados de los años setenta, cuando el mercado estadounidense les empezó a fallar tras ser copado por los fabricantes nipones, aquello se demostró como una pésima estrategia.
Algo que se intentó enmendar con la presentación de las Bultaco Streaker y Montesa Crono, ambas protagonistas de sendas copas monomarca al que tiempo que, por sus cilindradas, revitalizaban la apuesta por la deportividad al servicio del público más joven. En suma, justo el concepto que Derbi hiciera suyo durante los años sesenta, cuando gracias a modelos como el GS supo hacerse con el interés de miles de adolescentes -y no tan adolescentes- con ínfulas de piloto.
Con todo ello, llama la atención la fugaz pero exitosa presencia del Montesa Brío 50 entre 1970 y 1971. Muy poco tiempo en los concesionarios, aunque suficiente para llegar hasta las 1.900 unidades vendidas. Como vemos, se trata de un modelo muy similar en su diseño al de aquellas Derbi, siendo protagonista el chasis monotubo en acero, también conocido como “espina de pescado”
Este tipo de ciclomotor deportivo orientado al asfalto fue muy definido en España gracias a Derbi durante los años sesenta
A partir del mismo, la Montesa Brío 50 montaba uno de los mencionados motores JLO afinado aquí a 1,6 CV a 6.400 revoluciones por minuto con un cambio de tres velocidades. Todo ello rematado con unas líneas bastante aparentes aunque, a decir verdad, a punto de quedar desfasadas. Eso sí, hoy en día este ciclomotor deportivo no sólo es una interesante pieza de colección, sino también una de las máquinas menos conocidas en la historia de la casa barcelonesa.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS