En la historia de Bultaco una de las sagas con más cambios en su planteamiento fue la interpretada por la Matador. Nacida como una derivación improvisada de la Sherpa N, sus éxitos en el International Six Days hicieron que la fábrica diera el paso de producirla en serie. Especialmente tras las peticiones expresadas por los agentes comerciales en los Estados Unidos, deseosos de contar con esta motocicleta de todo terreno en su catálogo. A partir de aquí, en sus diferentes generaciones podemos ver cómo el carácter de la misma osciló constantemente; siempre entre el de una máquina eficaz pero sosegada para excursiones campestres o el de una montura agresiva lista para la competición.
No obstante, sea como fuese lo cierto es que a mediados de los años setenta la Matador carecía de sentido en la gama de Bultaco. No en vano, en el ámbito del Motocross la saga Pursang estaba ya totalmente asentada, mientras que en el del Trail se contaba con la Alpina y en el del Trial con la Sherpa T. Así las cosas, la casa catalana necesitaba una nueva apuesta creíble para el nicho de mercado relativo al todoterreno. Debido a ello, en 1975 aparecía la Bultaco Frontera tomando no pocas piezas de la agresiva y vibrante Pursang.
Ofertada en dos versiones -250 y 360- la Frontera nacía con el apelativo de MK9 en referencia a su primera generación. En fin, las genealogías del motociclismo son así. No entraremos en debates. No obstante, ya a finales del año siguiente se estaba poniendo a la venta la MK10 y, en 1978, la MK11. Algo que no nos debe extrañar, pues principalmente por compromisos publicitarios las motocicletas Off-Road se renovaban con una velocidad pasmosa aunque tuvieran diferencias mínimas de un año para otro. Sin embargo, lo cierto es que la MK11 sí había dado un salto importante respecto a su predecesora, destacando la horquilla con aire o el escape de bufanda.
La Bultaco Frontera salió al mercado sustituyendo a la Matador en nombre de seguir ofertando una máquina competitiva en el ámbito del todoterreno
Bultaco Frontera MK11 A, la Frontera blanca
Con posibilidades en la competición, la Frontera MK11 desplegó una oferta con dos cilindradas. Para empezar estaba la 250 con 246 centímetros cúbicos, capaz de entregar 37,4 CV a 8.720 revoluciones por minuto con una compresión de 11 a 1. Y completando la dupla estaba la 370 con 363 centímetros cúbicos y 42,2 CV con una compresión de 9 a 1. Por cierto, ambas alimentadas por un carburador Bing 54 con 36 milímetros en su difusor.
Además, la 250 incluía un cambio con seis velocidades frente a las cinco del montado en la 370. En suma, una motocicleta muy efectiva para la práctica del todoterreno. Eso sí, llegó en un momento realmente complejo para Bultaco, la cual empezaba a entrar en su crisis crepuscular viviendo incluso el éxodo de la familia Bultó junto a no pocas huelgas y conflictos laborales.
Así las cosas, en 1980 aparecía la MK11 A. Más conocida como la “Frontera blanca”, ésta registró cambios en los guardabarros, el cubrecadena y la horquilla además de, claro está, el color general que ahora pasaba a ser blanco en vez de azul. Eso sí, por lo demás era la misma moto a excepción de algo tan importante como los ajustes del motor. Y es que ahora se intentaba llegar a un público más amplio ofreciendo una respuesta más suave por parte de su motor.
La curva de potencia se hizo más progresiva para poder adecuarse a un ámbito comercial más amplio. No en vano, la casa catalana necesitaba cuadrar sus cuentas. Algo que, al poco, se demostró como un imposible
Para ello no sólo se rebajó la potencia, sino que también se generó una curva de potencia mucho más dócil y progresiva. Llegados a este punto, mientras la versión 250 quedaba en 27,24 CV a 6.000 revoluciones por minuto, la 370 daba 32 CV a 7.100 revoluciones por minuto. Además, el difusor de 36 milímetros en el carburador quedaba ahora tan sólo para la versión 250, montando la 370 uno con 32. Y es que, como vemos, fue en esta última donde más se notó el intento de hacer más suave a la Frontera a fin de ganar cuota de mercado. Esa misma que, ya en aquellos momentos, se le escapaba cada vez más y más a la histórica casa barcelonesa.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS