Corría el año 2010 cuando se presentó la Ducati Hypermotard 796. La idea era seguir apostando por una línea de producto que le estaba dando buenos resultados a los de Borgo Panigale desde que pusieron a la venta 3 años antes a su hermana mayor: la Ducati Hypermotard 1100.

La idea de hacer una fun bike, una moto pensada únicamente por y para la diversión en curvas, había encontrado un potente nicho de mercado que demandaba este tipo de motos para pasárselo bien en el día a día. Motos eficaces en curvas lentas, ciudad y puertos de montaña, en contraposición a las cada vez más radicales motos deportivas.

Estas últimas tenían una orientación muy enfocada en los circuitos y en las prestaciones puras a alta velocidad, y eso las desconectaba un poco del tipo de uso que se podía dar en la vía pública. Volviendo a nuestra protagonista, los italianos decidieron democratizar el concepto y darle una “hermanita” a la Hypermotard 1100.

Llegaba así la Ducati Hypermotard 796, basada en el motor bicilíndrico de media cilindrada de la casa de 803 cm³, una mecánica que por aquel entonces también se empezaba a montar en la nueva Ducati Monster 796.

El leit motiv de esta moto es la ligereza y el control del tren delantero. Todo se vertebra entorno a esas dos ideas principales. En el apartado de la ligereza, se sometió a la moto a una dieta integral. Ya lo podéis ver en las fotos. Todas las piezas superfluas o que no sean imprescindibles para que la moto ande se iban fuera, y eso le da a la moto la típica apariencia “desnuda” de este tipo de propuestas.

A parte de eso los chicos de Ducati empelaron componentes de calidad y peso reducido por toda la moto. Las suspensiones, las llantas, el chasis multitubular trellis… todo estaba orientado a ir arañando gramos aquí y allá.

A nivel de ciclo no cuenta con componentes Premium ni top, pero sí son de calidad contrastada, como la horquilla frontal invertida de 43 mm firmada por Marzocchi, las pinzas de freno radiales de cuatro pistones firmadas por Brembo, o el mono amortiguador trasero 100% regulable, que es responsabilidad de Sachs.

El motor no es un prodigio de potencia. Ya sabemos que, en cuanto a caballos, las Ducatis suelen tener más calidad que cantidad. Estamos hablando de 81 CV, la mecánica no da para más con su refrigeración mixta de aire-aceite y sus dos válvulas por cilindro.

Sin embargo, tiene mucho par y está disponible desde bien abajo. Con la potencia pasa algo parecido. Es un motor que brilla entre 4.000 y 7.000 vueltas, por lo que ya me imagino lo divertido que tiene que ser en tramos muy virados y curvas lentas.

En el apartado de ergonomía, tenemos una posición muy al ataque, apoyados sobre la rueda delantera y con un gran control de lo que pasa ahí, dejando el tren trasero más suelto, lo cual invita a hacer alguna cruzada en según qué curvas. Aunque con sus 168 kg en seco es una moto pesada para lo que son los estándares del supermotard con sus pequeños monocilíndricos apretados.

Estéticamente he de reconocer que me encanta. Ducati siempre tiene ese algo especial que de la pizarra de sus diseñadores suelen salir las creaciones más bellas. Es algo que me pasa con casi todos sus modelos de casi todas las épocas.

Lo mismo ves una moto de los 80, que una moto de principios de los 2000 y dices: sí, ahí está el toque Ducati. Ciertamente el diseño no es nada barroco ni sobrecargado. Hoy en día las motos suelen estar mucho más ornamentadas e integrar bastantes más guiños estéticos.

La belleza de la Ducati hypermotard 796 es precisamente esa: la naturaleza y el minimalismo de su diseño. El hecho de que con cuatro trazos básicos sus creadores hayan conseguido transmitir tanto, sin necesidad de recurrir a mil y una aristas afiladas, ojos saltones y colores chillones.

Estamos hablando de hypermotard. Ya os podéis imaginar su campo de uso. En ciudad y en carreteras reviradas ir con esta moto es una fiesta. Sacará el lado más gamberrete que hay en ti y te pedirá guerra todo el rato. Aún así, el motor es bastante cívico si lo quieres llevar en modo “Flanders” y puede llegar a ser una buena moto urbana.

Donde se desdibuja más es en autovía y con altas velocidades. La ergonomía al ataque y la ausencia de protección aerodinámica son los dos mayores enemigos de circular por la autovía. Las vías de doble carril serán la penitencia que muchos tendrán que hacer para llegar a su tramo de curvas favorito.

En cuanto a precios, ya sabemos que las Ducati de segunda mano siempre cotizan caras, y eso pese a que no suelen tener una buena vejez. Aun así, al ser el modelo de acceso con el motor pequeño se pueden encontrar cosas a precios interesantes.

Las unidades con kilometraje razonable y un mantenimiento correcto suelen rondar los 5.000 euros. Si se os va de precio, siempre podéis echarle un ojo a la Aprilia Dorsoduro 750, que se puede comprar por unos 1.000 euros menos, y su bicilíndrico refrigerado por agua arrea hasta los 95 CV.

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