La Honda CB 1100 F de 1983 es otra institución por méritos propios dentro del fabricante del ala dorada. Estamos ante una moto que en su día era muy puntera y una absoluta orgía de cifras para un mercado en el que todavía estábamos digiriendo los primeros éxitos venidos de japón.
Nuestra protagonista de hoy se presentó en 1983 aunque apenas duró un par de años en el mercado. Es la antecesora directa de la Honda CB 1100 que podemos encontrar en la actualidad en los concesionarios de la marca japonesa, bueno cada vez en menos, ya que se descatalogará antes de final de año.
La historia de esta moto, empieza como la historia de todas las CB, con la Honda CB 750 Four de 1969, un modelo que puso los mimbres y marcó los estándares de lo que iba a ser una moto moderna a partir de ese entonces.
La Honda CB 750 Four supuso un salto tan bestia respecto a lo que había hasta ese momento en el mercado que ella solita casi se cargó toda la industria de la moto del viejo continente, a excepción de un puñado de marcas que consiguieron capear el temporal.
Pero como se suele decir, uno no puede dormirse en los laureles, y por eso la casa del ala dorada siguió desarrollando y mejorando su creación con el paso de los años. Nuestra protagonista de hoy bebió de dos modelos previos. Por un lado de la Honda CB 900 de la que heredaba la filosofía super naked así como la estética, pero por otra parte de una deportiva exótica y poco conocida del fabricante Japones: la Honda CB 1100 R, de la que heredaba el motor.
Mecánicamente hablando, la Honda CB 1100 F era una moto potentísima para los estándares de la época y contaba con algunos avances y soluciones técnicas que no eran ni mucho menos comunes en aquellos años como su culata DOHC de 16 válvulas o la bancada de cuatro carburadores Keihin de 33 mm.
Al final la cifra máxima eran 108 caballos a unas plácidas 8.500 RPM, pero es que la refrigeración por aire tampoco daba para revolucionar la cosa mucho más. Eso vendría más tarde, a finales de los 80 con los primeros bloques refrigerados por agua. Al menos los japoneses sí incorporaron a la moto un pequeño radiadorcillo de aceite para ayudar en parte a la extracción de calor.
Si el motor era lo más de lo más, como solía ser habitual en esta época, la parte ciclo no podía seguir el ritmo de tanto avance e innovación en el propulsor. Los frenos eran muy parcos para lo que cabría esperar de una moto de 108 CV y, atención, 253 kg de peso lista para rodar.
Contaba con discos en ambos ejes, lo cual ya era digno de elogiar a comienzos de los 80. Los rotores del tren delantero eran macizos y tenían 296 mm de diámetro. Además estaban mordidos por pinzas de dos pistones. A nivel de chasis tampoco iba mucho mejor, ya que el esquema multitubular con perfiles de reducida sección no ayudaban a dotar al conjunto de la rigidez necesaria para digerir toda esa potencia. Pero a fin de cuentas todos estos “defectos” no son imputables al modelo, puesto que era algo endémico en el motociclismo de aquellos años.
Pero sin lugar a dudas, donde esta moto se ha conservado como el buen vino ha sido en el apartado estético. Y es que en vez de abrazar el barroquismo y las corrientes estéticas algo exageradas de los años 80 que en líneas generales no han envejecido muy bien, la Honda CB 1100 F mezclaba un poco esa imagen muscle bike deportiva y cañera con la esencia clásica de siempre, que tan bien le sienta a todas las motos, sean de la década que sean.
Tenía un cierto aire ochentero en algunas zonas como el depósito, más poligonal y afilado de lo habitual, ese colín respingón que acababa hacia arriba en vez de seguir y abrazar la curvatura de la rueda, o las llantas doradas de diseño boomerang, más recargadas estéticamente de lo que estamos acostumbrados. Sin embargo, las líneas maestras de toda buena naked japonesa estaban ahí, pétreas, inalteradas.
En Estados Unidos se vendió una versión ligeramente diferente, con una careta frontal que ofrecía cierta protección aerodinámica para el piloto y en parte fastidiaba un poco los trazos limpios del diseño de esta moto. También se perdían por el camino las llantas doradas que tan bien quedan en conjunción con el color rojo.
Tras un breve repaso por milanuncios ya os adelanto que si os gusta esta moto, lo vais a tener complicado porque es una clásica de los pies a la cabeza, y además, una de las que están cotizadas. No son datos muy fiables, pero haceros a la idea de que una unidad en un estado de conservación aceptable y de estricta serie puede rondar los 8.000 euros.
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Gonzalo Lara Camarón
Ingeniero de software a tiempo completo y apasionado del motor en mis ratos libres. Los coches me gustan desde que tengo memoria, pero fue descubrir las motos y la “enfermedad” fue a peor. Mi sueño es recorrer todos los rincones del mundo sobre dos ruedas.COMENTARIOS