La segunda generación de la Honda CBR 125R vió la luz en el año 2011 y vino a sustituir a su predecesora, la cual fue una revolución en la casa del ala dorada al suponer el final de aquellas 125 deportivas con motores de dos tiempos. Las cosas cambian y el nuevo milenio exigía motos más racionales, económicas y sobre todo respetuosas con el medio ambiente.
Quizá al principio la transición fue un poco traumática, pero en pleno 2012 cuando se estrenó esta moto, ya eran pocos los que se acordaban de la Honda NSR 125 y coetáneas. Supongo que sus compradores tipo ya habrían madurado con el paso de los años y los jóvenes moteros que llegaban no tenían ya esa carga de nostalgia de épocas pasadas.
Centrándonos en la moto, la Honda CBR 125R de segunda generación supuso un cambio importante respecto a su predecesora, y algunos, entre los cuales me incluyo, diríamos que no necesariamente a mejor. La original, la de 2004, era el triunfo absoluto de la técnica y la ingeniería sobre el diseño, la estética, y la apariencia. Esta primera generación era una de las mejores motos de 125 que se vendían por aquella época, sino la mejor, si tenemos en cuenta todos los aspectos.
Sin embargo, los japoneses entendieron que este tipo de motos, las deportivas de octavo de litro, tenían un cierto componente de postureo. Eran réplicas a escala de los modelos de 600 y 1.000 cc de los distintos fabricantes y en cierta medida era importante camuflar que en el fondo estábamos ante una moto de sólo 125 cc.
La primera CBR era una “bicicletilla”. Tenía unas ruedas de juguete, un chasis sumamente estrecho y un carenadito también muy compacto. El resultado era una moto que apenas pesaba 120 kg y que podías conducir incluso si medías metro y medio, ya que era muy baja y manejable.
Y en el fondo tenía mucho sentido hacer una moto así, porque para digerir algo menos de 15 CV y 120 kg de peso no hacían falta unas ruedas enormes ni un chasis voluminoso y super-resistente, puesto que el motor también es diminuto. Si embargo esto daba unas cuantas ventajas ya que al ser tan pequeña, los 12,6 CV de potencia que tenía cundían mucho y las prestaciones eran sorprendentemente buenas para el segmento.
Nuestra protagonista de hoy, sin embargo, creció en todos los aspectos menos en el de la potencia, lo cual a última hora hacía que la moto tuviese unas prestaciones algo menos brillantes y además que no fuera tan manejable y fácil para los pilotos primerizos.
Las fibras aumentaban tanto en anchura como en altura. En lineas generales es una moto con más cuerpo, como si se hubiese musculado en el gimnasio aunque, como comento, la mecánica seguía siendo la misma: un monocilíndrico refrigerado por agua y que ya contaba con inyección electrónica desde 2007.
En este aspecto, la CBR era única respecto a sus competidoras, porque en vez de optar por una mecánica de cuatro válvulas y apostarlo todo a las altas revoluciones para conseguir los 15 CV máximos de potencia que permite el carné A1, Honda decidió sacrificar un par de caballos, a cambio de tener un motor de dos válvulas con mucho más cuerpo en la zona media y baja del cuenta vueltas, mayor agrado de uso en el día a día, y un consumo también muy austero al tener el motor menos fricciones internas y más par en el medio régimen. De hecho las medias rondan los 2,7 l/100 km.
He tenido la ocasión de conducir esta moto un par de veces y tanto ella, como sobre todo su antecesora, me parecen dos productos redondos, de lo mejor que te puedes comprar en el segmento de las 125, por su gran compromiso entre racionalidad y prestaciones.
Cuenta con una caja de cambios de seis velocidades que sinceramente no necesita. Cuando la conduces te das cuenta de que inconscientemente siempre vas bajando o subiendo las marchas de dos en dos para conseguir el resultado que buscas. Esto ocurre especialmente con la 5ª velocidad que es como “transparente” ya que lo normal, al menos por mi experiencia, es ir saltando de cuarta a sexta y de sexta a cuarta todo el rato y, de hecho, en algunos momentos resulta un estorbo tener ahí por el medio marchas que no usas para nada.
Esta moto bebe de la tradición de las 125 racionales que tanto éxito y fama le han dado a Honda a lo largo de los años, haciendo suyo el dicho de que “Honda + monocilíndrica + cuatro tiempos = indestructible”. En este caso, gracias a la refrigeración líquida, tenemos la misma receta de siempre que tanto nos gustaba pero con un plus de calidad y potencia en el apartado mecánico.
Además, en lo que a estética y cuidado por el detalle se refiere, es un producto muy bien rematado. Es de esos modelos “especiales” de Honda que el fabricante japonés hace con un cariño y mimo extra, y eso se nota en cada ajuste, en el tacto de los mandos y en un montón de pequeños detalles.
En resumidas cuentas, una buena moto para aprender e iniciarte en esto de las dos ruedas. Muy noble y fácil de llevar, pero a la vez, una de las octavo de litro más rápidas y que más tiempo aguantarán hasta que se te empiece a quedar corta, si es que eso ocurre.
Gonzalo Lara Camarón
Ingeniero de software a tiempo completo y apasionado del motor en mis ratos libres. Los coches me gustan desde que tengo memoria, pero fue descubrir las motos y la “enfermedad” fue a peor. Mi sueño es recorrer todos los rincones del mundo sobre dos ruedas.COMENTARIOS