Nuestra compañera de hoy, la Kawasaki KLX 250, pertenece a ese selecto club de motos que dan mucho por muy poco, un club formado por motos que además son una muy buena opción de compra para iniciados por potencia y manejo, y que se comportan bien dentro de los trayectos en ciudad siendo un medio ágil y económico, pudiendo también permitirnos salidas al campo durante el fin de semana -o cuando uno buenamente quiera- y comportarse de una forma muy digna ante compañeras más especializadas.
Una opción muy a tener en cuenta si tenemos en mente la compra en el mercado de segunda mano de la Yamaha XG 250 Tricker, la Beta ALP, la Honda CRF 250L, o la más campera Yamaha TTR 250. Esta moto siempre tuvo unas ventas relativamente discretas en nuestro país, aún siendo muy buena opción para iniciarse como comentaba, en el mundo de las motos en general y en el offroad en particular.
Quiero creer que ha sido por esa manía patria del “burro grande ande o no ande” -o por una paleta de colores que dañan las retinas-, porque desde luego virtudes como primera moto no le faltan, como iremos viendo más adelante, lo que sumado a un precio de tarifa de unos 4.500 euros en los años que estuvo a la venta la hacían una opción más que interesante.
Si echamos un vistazo a sus líneas, aunque su filosofía es de moto tipo trail, en seguida nos daremos cuenta que es una moto que aunque pensada para poder realizar viajes a dúo y defenderse medianamente bien cuando circula por ciudad e incluso carretera, tiene una orientación varios puntos más acercada a la conducción offroad, como podemos ver en la estrechez del conjunto, altura libre al suelo o a la configuración de llanta de 21 pulgadas para la rueda delantera y de 18 pulgadas en la rueda trasera.
Además, al igual que muchas motos de enduro, le falta información básica como nivel de combustible o temperatura de motor -algo curioso, ya que implementa un cuadro digital con pantalla LCD-. Sin embargo, tiene detalles que denotan su carácter campero, como una bolsa sobre el colín para guardar alguna herramienta, o estriberas con la cubierta de goma desmontable para tener mayor agarre si circulamos con botas de campo.
El propulsor sigue a pies juntillas lo que se espera de una mecánica pensada para un uso mixto, aunque con tendencia campera. Es un monocilíndríco cuatro tiempos que cubica 249 cc gracias a un diámetro/carrera de 72×61,2 mm, cuenta con cuatro válvulas y doble árbol de levas. Un detalle curioso, y es que tiene dos mariposas de acelerador en los últimos modelos.
La refrigeración se realiza mediante líquido y el sistema de alimentación introduce la gasolina a través de un sistema de inyección Keihin de 34 mm que cuenta con 10 orificios. La caja de cambios es de seis relaciones con transmisión final mediante cadena, algo indispensable en una moto pensada para circular por lo marrón.
Con toda esta configuración la moto es capaz de desarrollar una potencia comedida de 22 CV a 7.500 RPM y un par de 20,5 Nm a 7.000 RPM, cifras que quizá no asusten a ninguno de los que estéis leyendo esto por aquí, pero que se tornan ideales para comenzar a rodar.
Además, es un motor que tiene una curva bastante plana y se encuentra bastante lleno a cualquier régimen, por lo que no tendremos que abusar de embrague ni tendremos que estirar el propulsor para circular deprisa -como pasa en muchos modelos de menor cilindrada o con cifras más vistosas sobre el papel- lo que repercute directamente en un mayor agrado de uso y longevidad mecánica.
El chasis tampoco sorprende por ser una revolución, utilizando una configuración probada y efectiva consistente en un chasis perimetral de sección rectangular de acero, con una cuna simple desdoblada que abraza el motor por su zona inferior.
El mismo se une a un basculante de doble brazo de sección rectangular al que se conecta un monoamortiguador trasero Uni-Track progresivo con sistema de bieletas y depósito de gas separado ajustable en extensión, compresión y precarga de muelle. La horquilla delantera marca Kayaba es de tipo invertido y cuenta con barras de 43 mm de diámetro, siendo además ajustable en compresión y extensión, una horquilla preparada para un uso offroad moderado, ya que aunque sea regulable como hemos dicho está pensada para un uso trail.
Los frenos tienen buen mordiente y son efectivos, sobre todo en campo, y no disponen de ningún tipo de asistencia tipo ABS o frenada combinada
En el tren delantero encontramos un disco lobulado de 250 mm accionado por una pinza de dos pistones de anclaje axial. El freno trasero con un disco lobulado de casi el mismo diámetro que el delantero -240 mm- esta vez está accionado por una pinza de un único pistón. En ambos trenes el tacto es bueno y eficaz, aunque para el que ruede únicamente en carretera quizá eche en falta un poco de mordiente en el freno delantero.
En general es una moto pensada para no tener complicaciones en el día a día, que quizá no te ofrezca todo lo que puedes desear de una moto offroad, pero que tampoco te exige a cambio tantas manos ni experiencia como una enduro, y además te da ese punto de versatilidad para rodar en ciudad o carretera sin ser un potro de tortura, así como una segunda plaza legal para circular con compañía.
Una moto económica de mantener, fiable y que tiene un peso comedido de 137 kg, recomendable para los que quieran una compañera para todo, o que quieran empezar en esto de las dos ruedas, siempre que les guste el verde “marciano”, claro, por que se vendieron muy pocas unidades en color negro.
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Jesús Guillermo Pozo
Nací entre las historias de mi abuelo sobre su Derbi 125 Especial y el terrorífico sonido del escape 4 en 1 de la GPX 600 de mi tío y la belleza de su Vmax 1200. Mi padre, fue mi primer profesor con su viejo SEAT 127, y mi madre, cuenta que aprendí las marcas de los coches antes que el alfabeto.COMENTARIOS