Moto del día: Yamaha DT-1

Moto del día: Yamaha DT-1

Cuando apareció en 1968, la DT-1 sintetizó a la perfección lo que estaba pidiendo una buena parte de la juventud estadounidense con ganas de iniciarse al Motocross.


Tiempo de lectura: 5 min.

Los años sesenta fueron, posiblemente, los más transitorios y rupturistas para el motociclismo del siglo XX. No en vano, junto a un progresivo aumento del consumo en los mercados tanto occidentales como orientales, se registraron una serie de cambios como, posiblemente, no volverá a suceder siquiera en el actual proceso de electrificación. Para empezar, la aparición del automovilismo popular tanto en Japón como en la Europa capitalista desplazó a las motocicletas turismo abriendo nuevos espacios a los nichos de mercado relacionados con la deportividad.

Asimismo, el incremento del nivel de vida en occidente, dominado por la aparición de las llamadas “clases medias”, posibilitó a los más jóvenes acceder a sus propios vehículos. De esta manera, desde mediados de la década ya se estaba registrando un claro aumento del público primerizo con deseos de portar una máquina versátil, económica y, dicho claramente, con un claro punto desenfadado e, incluso, agresivo. Algo bastante obvio en los Estados Unidos, donde el motociclismo Off-Road ya contaba con una amplia tradición asentada en las llamadas “carreras del desierto”.

Ahora, ¿alguien se había dado cuenta de este fenómeno comercial? Bueno, pues realmente a nivel masivo nadie parecía despertar a ello. Obviamente, y como bien sabemos por estas lindes surpirenaicas, marcas europeas como Montesa o Bultaco estaban trabajando muy bien el ámbito Off-Road en los Estados Unidos. De hecho, en este mismo sentido se podían incluir otras como Maico o Husqvarna. Sin embargo, tanto por producción como por precio y características técnicas sus máquinas no eran precisamente generalistas. En suma, alguien tenía que llegar primero a este nuevo nicho de mercado y sí, fue Yamaha con su DT-1 en 1968.

Desde un punto de vista comercial, la Yamaha DT-1 es una de las motocicletas más significativas del siglo XX gracias a haber sido clave para la popularización del Motocross en los Estados Unidos llegando a tener unas cifras de venta realmente significativas

Yamaha DT-1, una de las motocicletas más icónicas del siglo XX

En puridad, la Yamaha DT-1 no es una máquina revolucionaria desde el punto de vista de la tecnología. Pero sí lo es desde el de la mercadotecnia. De esta manera, la mejor manera de entender la génesis de este exitoso modelo radica en señalar cómo nació a partir de un estudio de mercado. Un concienzudo estudio de mercado con el cual Yamaha trazó su estrategia de penetración masiva en los Estados Unidos, detectando las amplias posibilidades registradas por una máquina que aunara doble uso -carretera y caminos-, buen precio, estética atractiva y fácil mantenimiento.

Así las cosas, en Japón tuvieron en cuenta todo lo que podría encandilar a la juventud norteamericana, partiendo de una motocicleta de asfalto para añadirle una serie de elementos que la adecuaran para su uso mixto con pistas de tierra. Algo que ya estaban haciendo casi todos los fabricantes. Sí. Cierto. Pero no con el grado de especialización desarrollado por la DT-1, en la cual se veían cambios más profundos que un simple cambio de posición del tubo de escape o alguna que otra protección en los faros.

Para empezar, la horquilla delantera recibía un recorrido de suspensión mucho más generoso que el mostrado por cualquier motocicleta japonesa similar en la época. Además, los neumáticos ya venían de serie con una anchura adecuada junto a un esquema de tacos. Todo ello montado en unas llantas con los radios reforzados al igual que la zona baja del grupo térmico. Este, por cierto, con un cilindro de dos tiempos y 246 centímetros cúbicos para entregar 18 CV a 6.000 revoluciones por minuto. Perfecto para mover, con un rendimiento en bajos sobradamente generoso, los 112 kilos marcados en báscula por la Yamaha DT-1.

yamaha DT 1968 (1)

Curiosamente, el hecho deportivo que acabó por asentar la afición por el Motocross en los Estados Unidos tuvo a una Bultaco por protagonista. Sin embargo, la excelente producción, comercialización y relación calidad/precio de los fabricantes masivos nipones resultaban realmente magníficos

Tras todo esto, la casa nipona acompañó el lanzamiento de su nueva motocicleta con una amplísima red de concesionarios en los Estados Unidos, poniendo así las cosas muy fáciles a los compradores, quienes además se beneficiaban de los reducidos costes inherentes a un modelo producido en gran serie con una clara vocación global. En fin, la juventud estadounidense, al fin, había encontrado a la que iba a ser la máquina con la que miles de aficionados se iniciaron al Motocross. Un deporte que, desde finales de los años sesenta, no hizo más que crecer en los Estados Unidos. Todo ello hasta llegar a la fiebre desatada con la victoria de Jim Pomeroy en el GP de España de 1973. La primera victoria de un estadounidense en el Mundial de Motocross; responsable de asentar completamente a esta especialidad al otro lado del Atlántico. Por cierto, un hecho, una hazaña, realizada a lomos de una Bultaco. Pena que las casas catalanas no contasen con unas condiciones y visiones similares a las lucidas por las niponas. Eso, quizás, podría haber producido un desenlace diferente al experimentado durante los años ochenta por la industria motociclista en España.

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Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.

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